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Arthur Soriz
Gramps
09-01-2025, 02:34 AM
El guardia no tuvo tiempo de procesar lo que estaba sucediendo. En un instante se encontró con el brazo doblado detrás de su espalda, el frío filo de un puñal presionando contra su garganta. La sorpresa fue absoluta... no había esperado un ataque, mucho menos uno tan preciso y eficaz. La edad había mellado sus reflejos y los años de relativa inactividad lo habían vuelto más lento, más vulnerable. Su cuerpo que alguna vez fue más ágil y fuerte ahora apenas respondía con torpeza. Sus pantalones mal ajustados por la prisa de atender a sus necesidades se deslizaron hasta sus rodillas en el forcejeo inicial, dejándolo en una posición humillante.
Su respiración se aceleró mientras te miraba confundido mientras lo tenías apresado contra la pared. El pánico lo invadió, su mente pensando a mil por hora buscando una salida, cualquier cosa que pudiera hacer para liberarse pero pronto comprendió la futilidad de su situación. El sudor comenzó a brotarle en la frente y su cuerpo temblaba ligeramente, reflejo de un miedo profundo y visceral.
— ¡Oye, oye! ¡Cálmate! —su voz se quebraba, con un tono de súplica y clara desesperación—. No hay necesidad de esto. ¡Haré lo que quieras! ¡Te lo contaré todo!
Apretó los labios, sabiendo que su única carta era la sumisión, el cumplimiento a cualquier demanda para salvar su propia piel. Sin embargo una parte de él aún intentaba resistirse, su orgullo herido por la posición en la que se encontraba. Aunque las palabras salían de su boca, sus ojos denotaban un rencor subyacente, una incomodidad con la pérdida total de control. Sabías que de haber sido otra la situación probablemente se estaría burlando y hasta vitoreando a si mismo por abusar de alguien más débil que él.
— Escucha, no sé qué quieres, pero puedo hablar —insistió, su tono fluctuando entre la falsa valentía y el temor—. Todo esto... lo del pasado... ni siquiera lo recuerdo bien. ¡Solo seguía órdenes!
Pero conforme su mirada se cruzaba con la tuya algo empezó a encenderse en su mente. Había algo familiar en esas facciones, en esos ojos dorados que lo atravesaban como un puñal mucho más afilado que el que ahora descansaba contra su cuello. Su confusión se mezcló con una chispa de reconocimiento, aunque aún nebulosa.
— ¿Quién... quién eres tú? —preguntó casi en un susurro, su cuerpo paralizado por la posibilidad de enfrentarse a un espectro de su pasado—. ¿Te conozco?
El miedo en sus ojos era palpable. La memoria luchaba por conectar los hilos sueltos del tiempo y mientras lo hacía una sensación de terror creciente se apoderaba de él. Sabía que había hecho mucho mal y que muchos podrían querer ajustar cuenta pero no había esperado que alguien del pasado se presentara así, reclamando justicia o venganza. La humillación de estar en una posición así, algo que había impuesto a otros tantas veces, ahora le resultaba insoportablemente amarga.
Su respiración se aceleró mientras te miraba confundido mientras lo tenías apresado contra la pared. El pánico lo invadió, su mente pensando a mil por hora buscando una salida, cualquier cosa que pudiera hacer para liberarse pero pronto comprendió la futilidad de su situación. El sudor comenzó a brotarle en la frente y su cuerpo temblaba ligeramente, reflejo de un miedo profundo y visceral.
— ¡Oye, oye! ¡Cálmate! —su voz se quebraba, con un tono de súplica y clara desesperación—. No hay necesidad de esto. ¡Haré lo que quieras! ¡Te lo contaré todo!
Apretó los labios, sabiendo que su única carta era la sumisión, el cumplimiento a cualquier demanda para salvar su propia piel. Sin embargo una parte de él aún intentaba resistirse, su orgullo herido por la posición en la que se encontraba. Aunque las palabras salían de su boca, sus ojos denotaban un rencor subyacente, una incomodidad con la pérdida total de control. Sabías que de haber sido otra la situación probablemente se estaría burlando y hasta vitoreando a si mismo por abusar de alguien más débil que él.
— Escucha, no sé qué quieres, pero puedo hablar —insistió, su tono fluctuando entre la falsa valentía y el temor—. Todo esto... lo del pasado... ni siquiera lo recuerdo bien. ¡Solo seguía órdenes!
Pero conforme su mirada se cruzaba con la tuya algo empezó a encenderse en su mente. Había algo familiar en esas facciones, en esos ojos dorados que lo atravesaban como un puñal mucho más afilado que el que ahora descansaba contra su cuello. Su confusión se mezcló con una chispa de reconocimiento, aunque aún nebulosa.
— ¿Quién... quién eres tú? —preguntó casi en un susurro, su cuerpo paralizado por la posibilidad de enfrentarse a un espectro de su pasado—. ¿Te conozco?
El miedo en sus ojos era palpable. La memoria luchaba por conectar los hilos sueltos del tiempo y mientras lo hacía una sensación de terror creciente se apoderaba de él. Sabía que había hecho mucho mal y que muchos podrían querer ajustar cuenta pero no había esperado que alguien del pasado se presentara así, reclamando justicia o venganza. La humillación de estar en una posición así, algo que había impuesto a otros tantas veces, ahora le resultaba insoportablemente amarga.