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Shy
"Shy"
09-01-2025, 04:41 AM
Ah, Rubek, se decía Shy en su fuero interno. La perla del North Blue. Este bendito silencio es una maravilla. Shy no podía estar más maravillado. Por primera vez en mucho tiempo, podía andar por un mercado, en una plaza sin ruido y sin aglomeraciones. El barullo de las ciudades portuarias era poco más que un recuerdo lejano. Allí en Rubek, la calma reinaba, y el cazador no podía estar más feliz. Casi, casi podía haber esbozado una sonrisa de oreja a oreja. Se imaginó como ya se había imaginado en una multitud de ocasiones: colgando sus armas y dejándolo todo para abrir una mercería. Y ahora sí, sin el malestar de tener que dirigirse a los consumidores o a los proveedores. Todo en silencio.
El cazador había dado esquinazo a Illyasbabel. Aunque no era en absoluto un buen plan dejar atrás a su compañero, temía que si le acompañaba la calma se rompería, frágil cual cascarón de huevo, golpeada por los chistes malos y las ideas peregrinas de su compañero. En fin, ya le encontraría. De momento, podía disfrutar a solas de aquel precioso lugar.
Sin embargo, la tranquilidad duró poco tiempo. Una inquietud se asentaba en su cuerpo. Una intranquilizadora ansiedad que atenazaba su corazón. Incluso si se encontraba en la gloria, aquella calma era demasiada extraña. Impropia de una ciudad. Aquello anticipaba una emboscada, o una sorpresa desagradable. No hacía falta utilizar el Haki de Observación ni ningún otro tipo de detección sobrenatural para poder percibir aquello. Shy esperaba que, al cruzar la siguiente esquina, encontrase una pila de cadáveres descuartizados siendo devorados por las moscas. Pero no daba con esa sorpresa desagradable cada vez que pasaba a una nueva vía, lo que, al mismo tiempo, le hacía pensar que era el doble de probable encontrarse aquello detrás de la siguiente esquina. Cuanto más lo pensaba, menos sentido tenía toda aquella situación. Y ahora empezaba a echar de menos a Illyasbabel. Seguramente él podría haber soltado un chascarrillo para calmar los ánimos, incluso si estuvieran en frente de la citada pila de cuerpos.
Shy tomó sus agujas. No sabía con quién o qué podía toparse. Sabía que no estaba solo: además de los hipotéticos asaltantes, confabulados y preparados para atacar desde las sombras, los náufragos de aquel barco de tracción molusca seguían en la costa, heridos, desesperados, hambrientos y esperando su oportunidad. Y a sus ojos, él también era un obstáculo. Se ocultó en un callejón y esperó. Algo tenía que ocurrir en algún momento.
El cazador había dado esquinazo a Illyasbabel. Aunque no era en absoluto un buen plan dejar atrás a su compañero, temía que si le acompañaba la calma se rompería, frágil cual cascarón de huevo, golpeada por los chistes malos y las ideas peregrinas de su compañero. En fin, ya le encontraría. De momento, podía disfrutar a solas de aquel precioso lugar.
Sin embargo, la tranquilidad duró poco tiempo. Una inquietud se asentaba en su cuerpo. Una intranquilizadora ansiedad que atenazaba su corazón. Incluso si se encontraba en la gloria, aquella calma era demasiada extraña. Impropia de una ciudad. Aquello anticipaba una emboscada, o una sorpresa desagradable. No hacía falta utilizar el Haki de Observación ni ningún otro tipo de detección sobrenatural para poder percibir aquello. Shy esperaba que, al cruzar la siguiente esquina, encontrase una pila de cadáveres descuartizados siendo devorados por las moscas. Pero no daba con esa sorpresa desagradable cada vez que pasaba a una nueva vía, lo que, al mismo tiempo, le hacía pensar que era el doble de probable encontrarse aquello detrás de la siguiente esquina. Cuanto más lo pensaba, menos sentido tenía toda aquella situación. Y ahora empezaba a echar de menos a Illyasbabel. Seguramente él podría haber soltado un chascarrillo para calmar los ánimos, incluso si estuvieran en frente de la citada pila de cuerpos.
Shy tomó sus agujas. No sabía con quién o qué podía toparse. Sabía que no estaba solo: además de los hipotéticos asaltantes, confabulados y preparados para atacar desde las sombras, los náufragos de aquel barco de tracción molusca seguían en la costa, heridos, desesperados, hambrientos y esperando su oportunidad. Y a sus ojos, él también era un obstáculo. Se ocultó en un callejón y esperó. Algo tenía que ocurrir en algún momento.