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Alistair
Mochuelo
10-01-2025, 01:08 AM
Incluso con el aire de seriedad que había florecido en medio de la conversación, su rostro apenas pudo evitar el pequeño impulso de ensanchar un poco su sonrisa ante una pequeña carcajada inminente, algo que por suerte estaba en posición de intentar hacerlo pasar como nada más que eso: El acto de curvar más su sonrisa, o para los menos crédulos, un impulso suprimido de rascarse la nariz. Le había hecho algo de gracia ver al hombre admitir el error de esa manera, algo que se reforzaba todavía más por las características corporales resaltando en los cuerpos de los contrarios. Exagerándolo un poco, parecían -físicamente hablando- perfectamente capaces de sacarle el corazón del pecho con la mano desnuda a quien les hiciera mal.
La respuesta que otro de los Buccaneers retomaría sería la esperada: Por muy vulnerable que pudiese mostrarse, o articular su intención exclusiva de ayudar, la confianza había que ganársela con más que una buena lengua expulsando las palabras correctas. Hombres como ellos, además, le pondrían muchísimo mas peso a las acciones que el emplumado realizase en beneficio de demostrar las intenciones expresadas. Por lo pronto, al menos, habían aceptado su cooperación con un grado de escepticismo sano. Por lo pronto, las cosas fluían de buena manera.
Con este nuevo avance, el lunarian se permitió relajar un poco su postura y bajar las manos hasta ubicarlas en su posición natural, asintiendo ante las indicaciones dadas por el grupo y siguiéndoles el paso en medio del grupo, respetando el mismo silencio que los demás ejercían y manteniéndolo. Si avanzaba con el grupo, lo mínimo que podía hacer era complementar sus acciones; el tiempo de las preguntas para solventar dudas llegaría eventualmente, y la prioridad ahora mismo residía en salvaguardar las vidas de quienes peleaban internamente con la muerte misma intentando arrastrarlos al olvido.
La llegada del emplumado junto al grupo hasta el poblado del que había venido acabó de confirmar la sospecha de que ellos eran quienes habitaban en el lugar, un eslabón importante que unió todo y brindó explicación a casi todos los hechos y ocurrencias que había presenciado en el lugar, los cuales en principio habían nacido de escalar innecesariamente los sucesos más que clasificarlos como inconexos. Todos salvo uno: ¿Qué les había obligado a salir con tantas prisas del lugar? Y en una nota similar, ¿por qué había un rastro de sangre que seguía las huellas? Nuevamente, varias teorías aparecían en medio de los pensamientos del lunarian, cada una más creativa y descabellada que la anterior. Pero esta vez contaba con una pieza esencial capaz de esclarecer en un chasquido de dedos toda la información conjunta, previniendo que flotase en el aire y se juntara por azar para formar teorías que bordaban lo conspirativo: Tenía a los integrantes del pueblo, a quienes podía preguntar llegado el momento correcto.
Pero, como ya había mencionado antes, la prioridad absoluta en el contexto que le envolvía era la de salvaguardar las vidas de quienes aún se encontraban en un estado delicado, demorando su deceso a base de fuerza de voluntad y una resistencia innata envidiable. Cuando todos estuviesen a salvo, o al menos estables y en camino a su recuperación, podría tomarse el tiempo para preguntarles lo que sea necesario. Los desconocidos se mostraban lo suficientemente honorables como para no dar la espalda después de haberles brindado una mano en medio de su situación.
Las miradas de los presentes no le permitían dar respiro alguno que pasara desapercibido, vigilantes como un búho atento a un roedor, pero no guardaba problema alguno en contra de ello o ninguno de los presentes; entendía su posición, entendía perfectamente que velasen por los suyos a capa y espada, aunque eso implicase una desconfianza arraigada e implícita de los foráneos. El pensamiento predominante en su cabeza era el de pronto probarles no ser una amenaza para ellos, estableciendo la suficiente confianza con ellos como para no incitar su estado de alerta con solo la presencia del revolucionario.
Siguiendo las nuevas señas, ahora se adentraría en la casa anteriormente examinada y mentalmente categorizada como el centro médico del asentamiento, contando con suficientes implementos y recursos como para realizar las prácticas mas sencillas. Puede que una intervención estuviese fuera del alcance, pero tenían más que suficiente para que Alistair pudiera dar rienda suelta a sus habilidades médicas.
Ahora con un propósito diferente que de mera exploración y deducción, los ojos del emplumado se dedicaron a recorrer cada pared y esquina del lugar que contara con algún ítem médico de manera minuciosa, analizando cada uno y teniendo constancia del lugar en el que se encontraban para acudir a ellos tan pronto los necesitase. Algunos tantos les eran desconocidos, tratándose de flora local con la cual aún no se familiarizaba lo suficiente como para arriesgarse a utilizarla; un efecto más o menos potente del deseado podía marcar la diferencia entre un tratamiento exitoso, o un pronto empeoramiento al problema, un riesgo que no estaba dispuesto a tomar cuando la vida de otro estaba en juego. Pero una buena mayoría, viendo un lado mas alentador, tenían un marcaje bastante específico y relativamente universal de la sustancia que contenían, lo que le permitía unir piezas con sus propios conocimientos y tomar una decisión mejor informada en cuanto a usarlo o no.
Con los heridos mejor ubicados en sus respectivas zonas de tratamiento, procedió a ojear desde la distancia el trabajo de los presentes, tomando notas mentales de los materiales usados en cada procedimiento realizado en un rudimentario intento de entender cualquiera de los ingredientes de los cuales careciera de información, eventualmente conduciendo a un joven que lo había pasado particularmente mal. Un vendaje que intentaba cumplir su propósito como podía no conseguía ocultar el tejido de mal color circundando la herida, un mal augurio para el futuro del chico si su situación avanzaba sin pronta intervención.
La primera instrucción dirigida a Alistair no se hizo esperar. Sus labios se entreabrieron, un intento de responder que se cortó de golpe en el instante que los susurros de otro de los presentes pasó a tomar el centro de su atención por el corto tiempo que consiguió durar. "Saga, Eirik", nombres que se cobraron el centro de atención por un segundo pero que ninguno se molestó en ahondar al respecto. Era poco importante ahora, pero se lo guardaría para preguntar a futuro, junto con sus demás dudas. Ahora, luego de acercarse hasta la camilla, la presión que poco menos de una decena de miradas podían aplicar en su contra se hizo presente más que nunca.
A ello, y al comentario de quien imponía como el líder, el emplumado solo vio apto contestar como siempre había hecho: Con una sonrisa de medio lado y una fugaz carcajada entre dientes. Sin dirigirle la mirada, le contestaría a la vez que sacaba de entre su mochila los suministros médicos que había traído consigo, se desinfectaba las manos y empezaba a colocarse guantes, cuidadoso de minimizar el tacto con los dedos, palma y dorso de goma. —Haré todo lo que esté entre mis competencias por él, esté o no mi cuello en juego. Tienes mi palabra, y esa es una promesa que me tomo muy en serio.—
Primero lo primero: Desenvolver la herida y apretar los dientes para la bomba que iba a ser el hedor resultante, un aroma que ya había percibido momentos atrás pero que la herida mantenía mayormente encerrado dentro del agujero. Una vez consiguiera pasar ese metafórico muro, y pudiera observar con detenimiento la herida en busca de supuración, lo siguiente era evaluar la naturaleza y gravedad de ésta: Profundidad, color, reacción, lo que sea que pudiera guiarlo mejor. Con cuidado, utilizando el rudimentario bisturí que tuviera a su alcance, pincharía muy suave con la punta en las zonas donde la piel se tornaba preocupantemente oscura en busca de zonas donde sintiera dolor y donde no; antes de remover el tejido muerto, necesitaba saber en qué regiones aún existían nervios vivos, un indicativo mucho mas preciso de la lesión que solo su color.
Una vez estuviese satisfecho con el examen, el mochuelo soltaría una indicación a los presentes que aún lo observaran, señalando dos frascos al alcance de su mano con la zurda mientras la diestra continuaba el procedimiento médico. —Antibiótico y antiséptico, ¿correcto?— Buscó confirmación antes de darles uso, señalando en el órden mencionado los frascos translúcidos en cuestión, el primero con una crema color durazno y el segundo un líquido espeso y oscuro de un color marrón poco agradable a la vista. Para cuando confirmaran a Alistair la naturaleza de los contenidos, él ya habría utilizado una jeringa para aplicar un analgésico local en la región alrededor de la herida, tal que pudiera dormir parte de la extremidad y proceder sin preocupaciones. El movimiento del paciente como reacción al dolor del bisturí podía ser catastrófico si no lo controlaba preventivamente.
Ahora, en lo que el analgésico acababa de surtir efecto, sus palabras se dirigieron al joven en caso de que aún estuviera en capacidad de escucharlo. —Escucha. No deberías de sentir nada, pero si tu anatomía no se lleva bien con el medicamento y sientes dolor mientras corto... Necesito que aprietes los puños fuerte y dejes la pierna lastimada lo más quieta que puedas, ¿de acuerdo? Te aseguro que te sentirás divinamente para cuando acabe.— Pidió, sonriente. La primera lección social del médico era la de tratar a los pacientes con la mayor calma del mundo, incluso si el mundo se venía abajo a su alrededor. La confianza y la paz son tremendamente infecciosas para los heridos.
El lunarian usaría un contenedor vacío cercano que llenaría con agua de su propio Dial, y luego se encargaría de mezclarlo con jabón tomado de su propio botiquín, haciendo agua ligeramente jabonosa que usaría para lavar la herida lo mejor que pudiera, acabando de prepararla para la remoción del tejido muerto.
Cuidadoso, Alistair empezaría el desbridamiento, utilizando el bisturí para remover el tejido necrótico de a trozos pequeños y dejarlo a un lado en un trozo de madera que servía como una improvisada bandeja, atento a cualquier evidencia de hemorragia que necesitara tratamiento inmediato. Un proceso que requirió tiempo, pero que con la calma suficiente, eventualmente acabaría siendo un éxito sin ninguna complicación, aliviado de que la herida se viese mucho peor de lo que podía hacer. Con nada más que tejidos blandos extraídos, y ni una señal de osteonecrosis, la recuperación tardaría un poco pero su resultado se mostraba prometedor. Solo quedaban los toques finales: Tratar la infección para que el daño no se repitiera. Haciendo uso los contenidos de los frascos por los que había preguntado antes, primero aplicaría una capa del antiséptico sobre la piel -y no en el interior de la herida-, asegurándose de que eliminaría microorganismos varios que pudieran haberse alojado en el lugar afectado. Inmediatamente encima, una capa de antibiótico a modo de crema que serviría como una doble protección que aseguraría la eliminación de microorganismos invasivos, fuesen bacterianos, fúngicos, o virales.
Lo único que le quedaba era cerrar la herida, a lo que necesitó acudir a sus propios materiales nuevamente. Dada la profundidad, Alistair vio necesario dar uso a dos tipos de hilos diferentes, uno reabsorbible y el otro no reabsorbible, utilizando el primero para unir los dos lados de la herida bajo la piel, en donde el cuerpo del Buccaneer podría deshacer los puntos de manera natural para eliminar preocupaciones en removerlo, y utilizaría el segundo en la capa mas externa sobre la piel, en la que se encargaría de reforzar el agarre en la herida y podría ser removido de forma segura sin ninguna intervención mayor. Gasa rodeando el muslo, un vendaje que asegurara bien todo, y estaría hecho.
Todo lo que quedaba era trabajo que el propio cuerpo del joven Buccaneer debía hacer por sí mismo.
La respuesta que otro de los Buccaneers retomaría sería la esperada: Por muy vulnerable que pudiese mostrarse, o articular su intención exclusiva de ayudar, la confianza había que ganársela con más que una buena lengua expulsando las palabras correctas. Hombres como ellos, además, le pondrían muchísimo mas peso a las acciones que el emplumado realizase en beneficio de demostrar las intenciones expresadas. Por lo pronto, al menos, habían aceptado su cooperación con un grado de escepticismo sano. Por lo pronto, las cosas fluían de buena manera.
Con este nuevo avance, el lunarian se permitió relajar un poco su postura y bajar las manos hasta ubicarlas en su posición natural, asintiendo ante las indicaciones dadas por el grupo y siguiéndoles el paso en medio del grupo, respetando el mismo silencio que los demás ejercían y manteniéndolo. Si avanzaba con el grupo, lo mínimo que podía hacer era complementar sus acciones; el tiempo de las preguntas para solventar dudas llegaría eventualmente, y la prioridad ahora mismo residía en salvaguardar las vidas de quienes peleaban internamente con la muerte misma intentando arrastrarlos al olvido.
La llegada del emplumado junto al grupo hasta el poblado del que había venido acabó de confirmar la sospecha de que ellos eran quienes habitaban en el lugar, un eslabón importante que unió todo y brindó explicación a casi todos los hechos y ocurrencias que había presenciado en el lugar, los cuales en principio habían nacido de escalar innecesariamente los sucesos más que clasificarlos como inconexos. Todos salvo uno: ¿Qué les había obligado a salir con tantas prisas del lugar? Y en una nota similar, ¿por qué había un rastro de sangre que seguía las huellas? Nuevamente, varias teorías aparecían en medio de los pensamientos del lunarian, cada una más creativa y descabellada que la anterior. Pero esta vez contaba con una pieza esencial capaz de esclarecer en un chasquido de dedos toda la información conjunta, previniendo que flotase en el aire y se juntara por azar para formar teorías que bordaban lo conspirativo: Tenía a los integrantes del pueblo, a quienes podía preguntar llegado el momento correcto.
Pero, como ya había mencionado antes, la prioridad absoluta en el contexto que le envolvía era la de salvaguardar las vidas de quienes aún se encontraban en un estado delicado, demorando su deceso a base de fuerza de voluntad y una resistencia innata envidiable. Cuando todos estuviesen a salvo, o al menos estables y en camino a su recuperación, podría tomarse el tiempo para preguntarles lo que sea necesario. Los desconocidos se mostraban lo suficientemente honorables como para no dar la espalda después de haberles brindado una mano en medio de su situación.
Las miradas de los presentes no le permitían dar respiro alguno que pasara desapercibido, vigilantes como un búho atento a un roedor, pero no guardaba problema alguno en contra de ello o ninguno de los presentes; entendía su posición, entendía perfectamente que velasen por los suyos a capa y espada, aunque eso implicase una desconfianza arraigada e implícita de los foráneos. El pensamiento predominante en su cabeza era el de pronto probarles no ser una amenaza para ellos, estableciendo la suficiente confianza con ellos como para no incitar su estado de alerta con solo la presencia del revolucionario.
Siguiendo las nuevas señas, ahora se adentraría en la casa anteriormente examinada y mentalmente categorizada como el centro médico del asentamiento, contando con suficientes implementos y recursos como para realizar las prácticas mas sencillas. Puede que una intervención estuviese fuera del alcance, pero tenían más que suficiente para que Alistair pudiera dar rienda suelta a sus habilidades médicas.
Ahora con un propósito diferente que de mera exploración y deducción, los ojos del emplumado se dedicaron a recorrer cada pared y esquina del lugar que contara con algún ítem médico de manera minuciosa, analizando cada uno y teniendo constancia del lugar en el que se encontraban para acudir a ellos tan pronto los necesitase. Algunos tantos les eran desconocidos, tratándose de flora local con la cual aún no se familiarizaba lo suficiente como para arriesgarse a utilizarla; un efecto más o menos potente del deseado podía marcar la diferencia entre un tratamiento exitoso, o un pronto empeoramiento al problema, un riesgo que no estaba dispuesto a tomar cuando la vida de otro estaba en juego. Pero una buena mayoría, viendo un lado mas alentador, tenían un marcaje bastante específico y relativamente universal de la sustancia que contenían, lo que le permitía unir piezas con sus propios conocimientos y tomar una decisión mejor informada en cuanto a usarlo o no.
Con los heridos mejor ubicados en sus respectivas zonas de tratamiento, procedió a ojear desde la distancia el trabajo de los presentes, tomando notas mentales de los materiales usados en cada procedimiento realizado en un rudimentario intento de entender cualquiera de los ingredientes de los cuales careciera de información, eventualmente conduciendo a un joven que lo había pasado particularmente mal. Un vendaje que intentaba cumplir su propósito como podía no conseguía ocultar el tejido de mal color circundando la herida, un mal augurio para el futuro del chico si su situación avanzaba sin pronta intervención.
La primera instrucción dirigida a Alistair no se hizo esperar. Sus labios se entreabrieron, un intento de responder que se cortó de golpe en el instante que los susurros de otro de los presentes pasó a tomar el centro de su atención por el corto tiempo que consiguió durar. "Saga, Eirik", nombres que se cobraron el centro de atención por un segundo pero que ninguno se molestó en ahondar al respecto. Era poco importante ahora, pero se lo guardaría para preguntar a futuro, junto con sus demás dudas. Ahora, luego de acercarse hasta la camilla, la presión que poco menos de una decena de miradas podían aplicar en su contra se hizo presente más que nunca.
A ello, y al comentario de quien imponía como el líder, el emplumado solo vio apto contestar como siempre había hecho: Con una sonrisa de medio lado y una fugaz carcajada entre dientes. Sin dirigirle la mirada, le contestaría a la vez que sacaba de entre su mochila los suministros médicos que había traído consigo, se desinfectaba las manos y empezaba a colocarse guantes, cuidadoso de minimizar el tacto con los dedos, palma y dorso de goma. —Haré todo lo que esté entre mis competencias por él, esté o no mi cuello en juego. Tienes mi palabra, y esa es una promesa que me tomo muy en serio.—
Primero lo primero: Desenvolver la herida y apretar los dientes para la bomba que iba a ser el hedor resultante, un aroma que ya había percibido momentos atrás pero que la herida mantenía mayormente encerrado dentro del agujero. Una vez consiguiera pasar ese metafórico muro, y pudiera observar con detenimiento la herida en busca de supuración, lo siguiente era evaluar la naturaleza y gravedad de ésta: Profundidad, color, reacción, lo que sea que pudiera guiarlo mejor. Con cuidado, utilizando el rudimentario bisturí que tuviera a su alcance, pincharía muy suave con la punta en las zonas donde la piel se tornaba preocupantemente oscura en busca de zonas donde sintiera dolor y donde no; antes de remover el tejido muerto, necesitaba saber en qué regiones aún existían nervios vivos, un indicativo mucho mas preciso de la lesión que solo su color.
Una vez estuviese satisfecho con el examen, el mochuelo soltaría una indicación a los presentes que aún lo observaran, señalando dos frascos al alcance de su mano con la zurda mientras la diestra continuaba el procedimiento médico. —Antibiótico y antiséptico, ¿correcto?— Buscó confirmación antes de darles uso, señalando en el órden mencionado los frascos translúcidos en cuestión, el primero con una crema color durazno y el segundo un líquido espeso y oscuro de un color marrón poco agradable a la vista. Para cuando confirmaran a Alistair la naturaleza de los contenidos, él ya habría utilizado una jeringa para aplicar un analgésico local en la región alrededor de la herida, tal que pudiera dormir parte de la extremidad y proceder sin preocupaciones. El movimiento del paciente como reacción al dolor del bisturí podía ser catastrófico si no lo controlaba preventivamente.
Ahora, en lo que el analgésico acababa de surtir efecto, sus palabras se dirigieron al joven en caso de que aún estuviera en capacidad de escucharlo. —Escucha. No deberías de sentir nada, pero si tu anatomía no se lleva bien con el medicamento y sientes dolor mientras corto... Necesito que aprietes los puños fuerte y dejes la pierna lastimada lo más quieta que puedas, ¿de acuerdo? Te aseguro que te sentirás divinamente para cuando acabe.— Pidió, sonriente. La primera lección social del médico era la de tratar a los pacientes con la mayor calma del mundo, incluso si el mundo se venía abajo a su alrededor. La confianza y la paz son tremendamente infecciosas para los heridos.
El lunarian usaría un contenedor vacío cercano que llenaría con agua de su propio Dial, y luego se encargaría de mezclarlo con jabón tomado de su propio botiquín, haciendo agua ligeramente jabonosa que usaría para lavar la herida lo mejor que pudiera, acabando de prepararla para la remoción del tejido muerto.
Cuidadoso, Alistair empezaría el desbridamiento, utilizando el bisturí para remover el tejido necrótico de a trozos pequeños y dejarlo a un lado en un trozo de madera que servía como una improvisada bandeja, atento a cualquier evidencia de hemorragia que necesitara tratamiento inmediato. Un proceso que requirió tiempo, pero que con la calma suficiente, eventualmente acabaría siendo un éxito sin ninguna complicación, aliviado de que la herida se viese mucho peor de lo que podía hacer. Con nada más que tejidos blandos extraídos, y ni una señal de osteonecrosis, la recuperación tardaría un poco pero su resultado se mostraba prometedor. Solo quedaban los toques finales: Tratar la infección para que el daño no se repitiera. Haciendo uso los contenidos de los frascos por los que había preguntado antes, primero aplicaría una capa del antiséptico sobre la piel -y no en el interior de la herida-, asegurándose de que eliminaría microorganismos varios que pudieran haberse alojado en el lugar afectado. Inmediatamente encima, una capa de antibiótico a modo de crema que serviría como una doble protección que aseguraría la eliminación de microorganismos invasivos, fuesen bacterianos, fúngicos, o virales.
Lo único que le quedaba era cerrar la herida, a lo que necesitó acudir a sus propios materiales nuevamente. Dada la profundidad, Alistair vio necesario dar uso a dos tipos de hilos diferentes, uno reabsorbible y el otro no reabsorbible, utilizando el primero para unir los dos lados de la herida bajo la piel, en donde el cuerpo del Buccaneer podría deshacer los puntos de manera natural para eliminar preocupaciones en removerlo, y utilizaría el segundo en la capa mas externa sobre la piel, en la que se encargaría de reforzar el agarre en la herida y podría ser removido de forma segura sin ninguna intervención mayor. Gasa rodeando el muslo, un vendaje que asegurara bien todo, y estaría hecho.
Todo lo que quedaba era trabajo que el propio cuerpo del joven Buccaneer debía hacer por sí mismo.