Dan Kinro
[...]
10-01-2025, 04:31 PM
La joven Dan, mientras desenredaba una maraña de luces navideñas que parecían tener voluntad propia, resopló con una mezcla de frustración y diversión. Los dedos entumecidos por el frío no ayudaban mucho, pero su entusiasmo no flaqueaba ni un poquito.
— ¡Ach, estas malditas luces son como un nido de serpientes enfadadas! — exclamó, alzando las manos en un gesto exagerado que hizo reír a un par de niños cercanos.
La Kuja sonrió, cuando era pequeña, nunca pudo celebrar una navidad con amigos más allá de los barcos y los marines, y ahora que podía, las iba a cobrar todas juntas.
— Ares, si eres tan fuerte como pareces, ven aquí y ayuda a desenredar esto antes de que acabe colgada yo misma del árbol.
Mientras hablaba, se giró hacia él, con una mirada llena de complicidad y una sonrisa pícara que parecía decir "no te vas a salvar de esto".
— Nae seas tan cascarrabias, lagartón. ¿Sabes lo que decía mi padre en el barco de la Marina? Que quien no decora el árbol tiene el alma tan fría como un pan de ayer. Y créeme, no queremos que te quedes así, solo me gusta el pan duro con mantequilla y bien calentito.
La marine soltó una carcajada que resonó por la plaza mientras enrollaba parte de las luces alrededor del tronco del árbol.
Cuando Alaric, el "mastodonte", como había dicho Ares, se acercó para ayudar con las luces más altas, Dan Kinro le aplaudió teatralmente, parecía una foca.
— ¡Ahí está mi gigante favorito! Anda, sube esas luces a lo más alto. Que si lo hace Ares, seguro que las pone torcidas solo por fastidiarme. — Dijo, guiñándole un ojo al reptiliano para provocarlo amistosamente mientras le sacaba la lengua.
Después de un momento, observó cómo los niños corrían de un lado a otro con pequeñas decoraciones en las manos. Uno de ellos intentó colgar una estrella en una rama baja, pero no llegaba. Dan se acercó rápidamente y, con un gesto jovial, se inclinó para ayudarle.
— ¡Venga, wee laddie, ponla aquí! — animó mientras lo levantaba un poco para que pudiera alcanzar. — Ahora sí, ¡perfecto! Esa estrella brilla más que el sol en invierno, ¿eh? Aunque la gente que dice feliz solsticio de invierno es un poco rara. ¡Aye!
Al volver hacia Ares, que seguía con su mezcla de fastidio y resignación, Dan Kinro le tendió otra guirnalda como si fuera un trofeo.
— Aye, grande y gruñón... Granduñón, toma esto y haz algo bonito con tu vida. Nae te preocupes, si lo haces mal, lo arreglamos. — le dijo con una sonrisa burlona mientras seguía trabajando en el árbol.
Con cada palabra, con cada gesto, Dan irradiaba esa calidez festiva que era contagiosa incluso para los más escépticos. Y aunque no lo admitiera, iba a intentar a obligar qué Ares empezase a entrar en el espíritu navideño, aunque fuera a regañadientes.
— ¡Ach, estas malditas luces son como un nido de serpientes enfadadas! — exclamó, alzando las manos en un gesto exagerado que hizo reír a un par de niños cercanos.
La Kuja sonrió, cuando era pequeña, nunca pudo celebrar una navidad con amigos más allá de los barcos y los marines, y ahora que podía, las iba a cobrar todas juntas.
— Ares, si eres tan fuerte como pareces, ven aquí y ayuda a desenredar esto antes de que acabe colgada yo misma del árbol.
Mientras hablaba, se giró hacia él, con una mirada llena de complicidad y una sonrisa pícara que parecía decir "no te vas a salvar de esto".
— Nae seas tan cascarrabias, lagartón. ¿Sabes lo que decía mi padre en el barco de la Marina? Que quien no decora el árbol tiene el alma tan fría como un pan de ayer. Y créeme, no queremos que te quedes así, solo me gusta el pan duro con mantequilla y bien calentito.
La marine soltó una carcajada que resonó por la plaza mientras enrollaba parte de las luces alrededor del tronco del árbol.
Cuando Alaric, el "mastodonte", como había dicho Ares, se acercó para ayudar con las luces más altas, Dan Kinro le aplaudió teatralmente, parecía una foca.
— ¡Ahí está mi gigante favorito! Anda, sube esas luces a lo más alto. Que si lo hace Ares, seguro que las pone torcidas solo por fastidiarme. — Dijo, guiñándole un ojo al reptiliano para provocarlo amistosamente mientras le sacaba la lengua.
Después de un momento, observó cómo los niños corrían de un lado a otro con pequeñas decoraciones en las manos. Uno de ellos intentó colgar una estrella en una rama baja, pero no llegaba. Dan se acercó rápidamente y, con un gesto jovial, se inclinó para ayudarle.
— ¡Venga, wee laddie, ponla aquí! — animó mientras lo levantaba un poco para que pudiera alcanzar. — Ahora sí, ¡perfecto! Esa estrella brilla más que el sol en invierno, ¿eh? Aunque la gente que dice feliz solsticio de invierno es un poco rara. ¡Aye!
Al volver hacia Ares, que seguía con su mezcla de fastidio y resignación, Dan Kinro le tendió otra guirnalda como si fuera un trofeo.
— Aye, grande y gruñón... Granduñón, toma esto y haz algo bonito con tu vida. Nae te preocupes, si lo haces mal, lo arreglamos. — le dijo con una sonrisa burlona mientras seguía trabajando en el árbol.
Con cada palabra, con cada gesto, Dan irradiaba esa calidez festiva que era contagiosa incluso para los más escépticos. Y aunque no lo admitiera, iba a intentar a obligar qué Ares empezase a entrar en el espíritu navideño, aunque fuera a regañadientes.