Hay rumores sobre…
... que existe una isla del East Blue donde una tribu rinde culto a un volcán.
[Autonarrada] En este local no [T3]
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Dia 5 de invierno

Ragn llevaba un par de días en aquella ciudad, un lugar ruidoso y polvoriento que parecía mezclar una estampa medieval con un toque decadente de modernidad. Tabernas de madera y piedra se erguían junto a talleres de metal y puestos ambulantes que vendían de todo: desde armas oxidadas hasta pequeños artilugios mecánicos que chisporroteaban con energía desconocida. Pero no estaba allí para disfrutar del ambiente, ni para mezclarse con la gente. Había entrado al local más cercano solo para descansar un rato y disfrutar de una jarra de algo que no supiera a agua estancada. El lugar era una taberna oscura, iluminada apenas por velas colocadas en candelabros torcidos y un par de linternas de aceite que colgaban del techo con cadenas. La madera crujía bajo sus botas cuando entró, y el olor a cerveza derramada y humo rancio llenó sus sentidos. Había pocas personas allí, un grupo de hombres canosos jugando a los dados en una esquina, una camarera de rostro cansado que limpiaba mesas con un trapo sucio, y un par de mercenarios que hablaban en susurros junto a la barra. Nadie le prestó mucha atención cuando tomó asiento en una mesa junto a la pared, de espaldas al muro y con una vista clara de la puerta. Hábito de supervivencia. Pidó una jarra de lo que fuera que servían, pagó con una moneda de plata desgastada y se acomodó en su silla, permitiendo que su cuerpo finalmente se relajara. Pero claro, la calma nunca duraba mucho tiempo en lugares como ese. La puerta de la taberna se abrió de golpe, chocando contra la pared con un estruendo que hizo saltar a los pocos presentes. Un grupo de hombres entró, seis en total, con pasos pesados y expresiones altaneras. Vestían ropas gastadas pero robustas, y algunos llevaban armas visibles: cuchillos al cinto, una cadena envuelta en el brazo de uno, y el líder, un tipo alto y corpulento con una cicatriz que le cruzaba la mejilla, llevaba un garrote en la mano.

¡Eh, vieja! —Gritó el líder, señalando a la camarera con el garrote. — Trae algo fuerte para mí y mis chicos. Y que sea rápido, que no tenemos todo el día.— La mujer asintió rápidamente, con la cabeza gacha, y comenzó a llenar jarras con manos temblorosas. Los hombres se dispersaron por el local, riéndose entre ellos y lanzando comentarios soeces. Uno de ellos se acercó a la mesa de los jugadores de dados, agarró las monedas del centro del tablero y las guardó en su bolsillo. —¡Oye, eso era nuestro! —Protestó uno de los ancianos, poniéndose de pie con dificultad. El matón se limitó a reír mientras lo empujaba de vuelta a su silla. Ragn observaba en silencio, sus ojos siguiéndolos con calma. Había visto este tipo de escenas más veces de las que podía contar. Pandillas de matones que se creían dueños del mundo, abusando de cualquiera que pareciera vulnerable. Normalmente, no era asunto suyo. Pero algo en la forma en que esos hombres se movían, en la forma en que intimidaban a los demás, comenzó a encender una chispa de irritación en su interior. La situación escaló cuando uno de los matones se acercó a la camarera, que intentaba colocar las jarras en una bandeja. —Tómate tu tiempo, preciosa —Dijo con una sonrisa torcida, agarrándole el brazo.— O mejor aún, ¿por qué no te sientas con nosotros un rato?— La mujer intentó soltarse, pero el hombre apretó su agarre, haciendo que soltara un quejido. Fue entonces cuando Ragn se levantó. No hizo ruido. No dijo nada. Simplemente se movió, con la eficiencia de alguien que sabía exactamente cómo manejar este tipo de situaciones. En tres pasos largos, cruzó la distancia hasta el matón, y antes de que el hombre pudiera darse cuenta de su presencia, Ragn le agarró la muñeca con una mano.

Suéltala —Dijo con voz baja, casi un susurro, pero cargada de una autoridad que hizo que el matón se congelara por un momento. —¿Y tú quién demonios eres? —Espetó el hombre, intentando soltar su brazo. Pero Ragn no lo dejó. Apretó su agarre, y el matón soltó un grito cuando sus dedos se abrieron involuntariamente, liberando a la camarera. Lo que siguió fue rápido. El líder, al darse cuenta de lo que estaba pasando, gritó algo que Ragn no escuchó del todo. Los otros cinco hombres se movieron hacia él, desenfundando cuchillos y cadenas, con sonrisas confiadas que no durarían mucho. El primer ataque vino de su izquierda. Un tipo con un cuchillo intentó apuñalarlo, pero Ragn giró sobre su eje, esquivando el golpe con facilidad. Agarró el brazo del atacante, lo torció con fuerza y lo empujó hacia adelante, haciendo que el hombre chocara de cara contra una mesa. El cuchillo cayó al suelo con un tintineo. Antes de que el siguiente pudiera alcanzarlo, Ragn tomó la cadena del que estaba más cerca y la envolvió rápidamente alrededor de su cuello, tirando con fuerza. El hombre se agitó, tratando de soltarse, pero Ragn lo empujó hacia un pilar, dejándolo inconsciente. —¡Mátenlo! —Rugía el líder, avanzando con su garrote levantado. El tercer hombre intentó golpearlo con un taburete, pero Ragn lo detuvo con un puñetazo directo al estómago que lo dejó sin aire. Luego, usando el taburete, lo estrelló contra la cabeza del siguiente atacante, que cayó al suelo como un saco de papas. Quedaban dos: el líder y otro matón que parecía dudar de su suerte. El líder atacó primero, balanceando su garrote en un arco amplio. Ragn se agachó, esquivando el golpe, y lanzó un puñetazo ascendente que impactó directamente en la mandíbula del hombre. El garrote cayó de sus manos cuando tambaleó hacia atrás. El último hombre miró a Ragn, luego a sus compañeros en el suelo, y decidió que no valía la pena. Salía corriendo por la puerta antes de que Ragn pudiera siquiera moverse.

Ragn se quedó allí, inmóvil, respirando profundamente mientras sus ojos recorrían la taberna. Los hombres en el suelo gemían o permanecían inconscientes, y el líder, con la mandíbula hinchada, apenas podía mantenerse de rodillas. El ambiente estaba cargado, los pocos clientes en el local observaban con una mezcla de sorpresa y temor, incluso los ancianos de la esquina parecían petrificados. La camarera, aún con el rostro pálido, se llevó la mano al brazo donde había sido agarrada, pero luego sus ojos se encontraron con los de Ragn, y asintió con un agradecimiento silencioso. —¿Qué clase de líos tienes encima para buscar pelea donde no te llaman? —Gruñó el líder, escupiendo sangre al suelo mientras intentaba ponerse de pie. Ragn no respondió de inmediato. En lugar de eso, se inclinó, recogió el garrote que había caído al suelo y lo examinó con calma. Era un arma simple pero pesada, con manchas que podrían haber sido sangre vieja. Sin apartar la vista del hombre, Ragn lo dejó caer sobre la mesa más cercana, provocando un ruido sordo que hizo que el líder diera un respingo. —Si te vuelvo a ver molestando a alguien aquí o en cualquier otro lugar —dijo Ragn con voz baja pero firme— No tendré tanta paciencia la próxima vez.— El líder lo miró con odio, pero la determinación de Ragn era como una pared impenetrable. Tras unos segundos de vacilación, el hombre hizo una seña a sus compañeros más conscientes. Entre gemidos y torpes movimientos, los matones comenzaron a levantarse y arrastrarse hacia la puerta. Uno de ellos intentó recoger su cuchillo, pero una mirada rápida de Ragn lo detuvo en seco. El arma se quedó en el suelo, olvidada. El grupo salió de la taberna con pasos tambaleantes, lanzando maldiciones entre dientes. La puerta se cerró tras ellos con un chirrido, dejando un silencio tenso en el aire. La camarera fue la primera en romperlo.

—Gracias... —Susurró, apenas audible, mientras recogía una de las jarras caídas al suelo. Sus manos todavía temblaban. Ragn simplemente asintió y regresó a su mesa. Tomó asiento y se recostó contra la pared, dejando que el peso de lo sucedido se disipara poco a poco. Su jarra seguía allí, aunque la bebida ahora estaba tibia. Dio un sorbo, frunciendo el ceño al notar que sabía peor de lo que recordaba, pero no se quejó. Había aprendido a conformarse con pequeñas victorias. Los ancianos en la esquina intercambiaron miradas antes de que uno de ellos se acercara con paso lento. Era bajo y encorvado, con el cabello blanco como la nieve. —Has hecho algo bueno, muchacho. No todos se arriesgan contra tipos como esos. —El anciano colocó una pequeña bolsa de cuero en la mesa de Ragn, llena de monedas que tintinearon suavemente al tocar la madera.— Esto es para ti. No es mucho, pero...

No lo necesito. —Ragn empujó la bolsa hacia atrás sin siquiera mirarla. —Guárdalo. Es tuyo.— El anciano pareció sorprendido, pero asintió, metiéndose la bolsa en el bolsillo con una mirada de gratitud. Regresó a su mesa sin decir nada más. La camarera, ya un poco más tranquila, se acercó a la mesa de Ragn con una nueva jarra, esta vez llena hasta el borde y con espuma en la superficie. —Por cuenta de la casa —Dijo, colocándola frente a él. Esta vez, su sonrisa, aunque pequeña, parecía genuina. Ragn la aceptó con un leve movimiento de cabeza. Se llevó la jarra a los labios, permitiéndose, por un breve instante, disfrutar del amargo líquido. No era una bebida fina ni memorable, pero después de la jornada, era suficiente. El resto de la noche transcurrió en calma. Los dados volvieron a rodar en la esquina, y la camarera continuó con su trabajo sin más interrupciones. Nadie se atrevió a acercarse a Ragn, y eso era exactamente como le gustaba. Cuando finalmente se levantó para marcharse, las primeras luces del amanecer ya se filtraban por las grietas de las ventanas. Pagó la cuenta con otra moneda plateada, dejando una propina generosa que la camarera miró con asombro. Ragn salió de la taberna, ajustándose la capa al hombro mientras caminaba hacia las calles vacías. El aire frío de la mañana era un alivio tras el calor opresivo del interior. No sabía qué le depararía el día, pero estaba acostumbrado a vivir sin planes, dejando que el camino lo llevara a donde fuera necesario. Tras unas pocas calles, su figura desapareció entre la neblina del amanecer, dejando atrás un lugar que, aunque brevemente, había sentido un destello de justicia en un mundo a menudo cruel.
#1


Mensajes en este tema
En este local no [T3] - por Ragnheidr Grosdttir - 12-01-2025, 10:15 AM
RE: En este local no [T3] - por Moderador Doflamingo - 12-01-2025, 03:41 PM

Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 3 invitado(s)