Isis siempre fue una buena rastreadora y cazadora; era indudable su experiencia en ese campo. Llevaba muchos años junto a mí y estaba entrenada originalmente como halcón mensajero para moverse a lo largo de Arabasta entregando mensajes y cartas. Los halcones de esta clase eran capaces de localizar a una persona viajando a varias ciudades de distancia en su búsqueda; eso, sumado al gran entrenamiento que habíamos realizado cazando por el desierto, donde múltiples animales se escondían en la arena, exigía que Isis, desde el cielo, captara las mínimas perturbaciones en la arena para localizarlos. Pero para eso estaba su aguda vista. Aunque el hombre fuera hábil para alejarse y pasar desapercibido, logrando fundirse con la ciudad, esos trucos eran más efectivos en persecuciones a pie, que es lo que normalmente se da en esos casos, aprovechando los callejones, giros donde se cortaba el contacto visual y cruces con múltiples opciones. Pero desde los cielos la situación era muy diferente; salvo que entrara en un interior, era difícil que lograra despistar a un ojo espía aéreo, y más aún si se trataba del ojo de un halcón. Ese hombre no tenía ni la más mínima posibilidad de que Isis lo perdiera de vista.
Por mi parte, estaba enfrascado en la charla con el mercader que ofrecía la venta del mapa. Al ver un nuevo competidor por el mapa, el hombre se mostró muy alegre y feliz, con la típica cara de quien ve que hará un buen negocio, sin duda. Pero su oferta era francamente interesante: un pedazo de la historia de la isla, una parte de una leyenda perdida en el lugar. Eso despertaba en mí una fascinación e interés hasta un punto que no os podéis imaginar ni remotamente. Siempre era bueno seguir esas pistas, incluso si eran mentiras y no llevaban a ningún lugar en realidad, porque el mapa podía resultar una falsificación. Pero en la vida del aventurero había que lidiar con múltiples réplicas y documentos falsos con el fin de localizar las auténticas joyas ocultas.
Los otros compradores no se mostraron muy contentos con mi presencia, como era normal, pero sin duda alguna, un poco de sana competencia no hacía daño a nadie; bueno, sí, ciertamente lo hacía en la cartera de algunos muchas veces. Pero no me importaban sus comentarios y tácticas para intimidar; yo solo estaba allí como un comprador más que buscaba dar un vistazo a una buena y tentadora oferta que acababa de llegar a mis oídos.
— Podríamos decir que guardo cierto interés, pero no tiene nada de malo que otra persona dé un vistazo. No estoy planeando arruinaros la compra, solo quiero ver si lo que ofrece este hombre es interesante para hacer algún otro trato con él — diría de forma amigable, como si solo buscara dar un vistazo.
No quería empezar una reyerta en medio de Champa; era el peor lugar para iniciar una pelea. Fácilmente podría terminar en una pelea campal propia de las tabernas, con todo el mundo peleándose por una estupidez y yo siendo el centro de los golpes por haberlo comenzado. Lo cual podría significar llamar la atención de los peces gordos de la isla, algo que quería evitar a toda costa.
El mercader desplegó el mapa frente a nosotros, aunque evidentemente no nos dejó tocarlo. Pero yo ya tenía una gran experiencia en este campo; mi infancia fue transcribiendo documentos antiguos siguiendo el oficio familiar para preservar los pergaminos más antiguos en nuevos documentos que pudieran ser manipulados y consultados con facilidad. Así, conseguí a simple vista una experiencia notable en la identificación de documentos antiguos falsos y auténticos. El desgaste real por los años era muy diferente al ocasionado por simplemente haber sumergido el papel en agua salada para desgastarlo. Además de los entintados, también era posible diferenciar si la tinta era muy nueva o antigua por su coloración y la forma en que se había ido desgastando con los años, algo que ya había visto con mis ojos muchas veces a lo largo de mi vida. Y las zonas emborronadas para dejar como pista y miel en la boca; también era posible diferenciar si era un desgaste natural o si se había forzado el desgaste del papel con el fin de censurarlas.
De ser auténtico, era posible que pudiera restaurarlo si me dejaban acceder al mapa en algún momento; eso ya sería un asunto a negociar con los compradores. Pero si resultaba ser falso, simplemente fingiría admiración e interés por él, intentando que los compradores creyeran que realmente era uno verídico, puesto que me convenía que rivales en el negocio gastaran sus fondos en una pista falsa si se diera la ocasión. Pero sería entonces cuando captaría la señal de Isis, con su característico y distinguible graznido de halcón, que me hizo alzar la mirada hacia el cielo contemplando su hermosa y esbelta figura danzando en el aire. Comprendía que eso significaba que la chica había visto algo interesante o que le llamó la atención.
— Siento decir que me reclaman, pero sin duda alguna, cincuenta millones era un precio muy interesante y bueno para esto. Si no cerráis un trato para cuando vuelva, igual hago yo una oferta, pero lamentablemente me reclaman en estos momentos — diría, notándose en mí cierta prisa.
No sabía qué había visto Isis, pero yo tenía completa fe en ella y su instinto para localizar una buena presa. Así dejaría a los compradores con su mapa; de ser auténtico, intentaría localizarlos más tarde. Si era falso, simplemente no nos volveríamos a ver por ahora, pero mi objetivo era alcanzar a Isis cuanto antes, buscando llegar a la zona que me señalaba con su vuelo. No sin antes pasar discretamente por el lado de los dos sujetos y susurrarles sin que nos escuchara el comerciante para intentar afianzar el negocio.
— Si queréis saber si el documento no es una falsificación y reparar las partes dañas del mismo esperadme en la taberna del final de la calle, soy restaurador — les susurraría.
Ellos eran libres de creerme o no, eso quedaba en sus manos, pero no perdía nada por intentarlo y así podía ir con Isis sin tener el resquemor de que me estaba perdiendo una oportunidad de una interesante pista sobre los Tribulantes, pero quien sabe que habria encontrado esa aguda ave en ese sujeto, no era algo que estuviera dispuesto a dejar pasar por alto. Allí me toparía con el sujeto de antes hablando con alguien. En una primera instancia, me mostré cauto y sigiloso, con el fin de intentar averiguar de qué estaban hablando. En mi rostro no podía quitarse un rastro de sonrisa producto del cruce de emociones que estaba viviendo en el día de hoy.
Por mi parte, estaba enfrascado en la charla con el mercader que ofrecía la venta del mapa. Al ver un nuevo competidor por el mapa, el hombre se mostró muy alegre y feliz, con la típica cara de quien ve que hará un buen negocio, sin duda. Pero su oferta era francamente interesante: un pedazo de la historia de la isla, una parte de una leyenda perdida en el lugar. Eso despertaba en mí una fascinación e interés hasta un punto que no os podéis imaginar ni remotamente. Siempre era bueno seguir esas pistas, incluso si eran mentiras y no llevaban a ningún lugar en realidad, porque el mapa podía resultar una falsificación. Pero en la vida del aventurero había que lidiar con múltiples réplicas y documentos falsos con el fin de localizar las auténticas joyas ocultas.
Los otros compradores no se mostraron muy contentos con mi presencia, como era normal, pero sin duda alguna, un poco de sana competencia no hacía daño a nadie; bueno, sí, ciertamente lo hacía en la cartera de algunos muchas veces. Pero no me importaban sus comentarios y tácticas para intimidar; yo solo estaba allí como un comprador más que buscaba dar un vistazo a una buena y tentadora oferta que acababa de llegar a mis oídos.
— Podríamos decir que guardo cierto interés, pero no tiene nada de malo que otra persona dé un vistazo. No estoy planeando arruinaros la compra, solo quiero ver si lo que ofrece este hombre es interesante para hacer algún otro trato con él — diría de forma amigable, como si solo buscara dar un vistazo.
No quería empezar una reyerta en medio de Champa; era el peor lugar para iniciar una pelea. Fácilmente podría terminar en una pelea campal propia de las tabernas, con todo el mundo peleándose por una estupidez y yo siendo el centro de los golpes por haberlo comenzado. Lo cual podría significar llamar la atención de los peces gordos de la isla, algo que quería evitar a toda costa.
El mercader desplegó el mapa frente a nosotros, aunque evidentemente no nos dejó tocarlo. Pero yo ya tenía una gran experiencia en este campo; mi infancia fue transcribiendo documentos antiguos siguiendo el oficio familiar para preservar los pergaminos más antiguos en nuevos documentos que pudieran ser manipulados y consultados con facilidad. Así, conseguí a simple vista una experiencia notable en la identificación de documentos antiguos falsos y auténticos. El desgaste real por los años era muy diferente al ocasionado por simplemente haber sumergido el papel en agua salada para desgastarlo. Además de los entintados, también era posible diferenciar si la tinta era muy nueva o antigua por su coloración y la forma en que se había ido desgastando con los años, algo que ya había visto con mis ojos muchas veces a lo largo de mi vida. Y las zonas emborronadas para dejar como pista y miel en la boca; también era posible diferenciar si era un desgaste natural o si se había forzado el desgaste del papel con el fin de censurarlas.
De ser auténtico, era posible que pudiera restaurarlo si me dejaban acceder al mapa en algún momento; eso ya sería un asunto a negociar con los compradores. Pero si resultaba ser falso, simplemente fingiría admiración e interés por él, intentando que los compradores creyeran que realmente era uno verídico, puesto que me convenía que rivales en el negocio gastaran sus fondos en una pista falsa si se diera la ocasión. Pero sería entonces cuando captaría la señal de Isis, con su característico y distinguible graznido de halcón, que me hizo alzar la mirada hacia el cielo contemplando su hermosa y esbelta figura danzando en el aire. Comprendía que eso significaba que la chica había visto algo interesante o que le llamó la atención.
— Siento decir que me reclaman, pero sin duda alguna, cincuenta millones era un precio muy interesante y bueno para esto. Si no cerráis un trato para cuando vuelva, igual hago yo una oferta, pero lamentablemente me reclaman en estos momentos — diría, notándose en mí cierta prisa.
No sabía qué había visto Isis, pero yo tenía completa fe en ella y su instinto para localizar una buena presa. Así dejaría a los compradores con su mapa; de ser auténtico, intentaría localizarlos más tarde. Si era falso, simplemente no nos volveríamos a ver por ahora, pero mi objetivo era alcanzar a Isis cuanto antes, buscando llegar a la zona que me señalaba con su vuelo. No sin antes pasar discretamente por el lado de los dos sujetos y susurrarles sin que nos escuchara el comerciante para intentar afianzar el negocio.
— Si queréis saber si el documento no es una falsificación y reparar las partes dañas del mismo esperadme en la taberna del final de la calle, soy restaurador — les susurraría.
Ellos eran libres de creerme o no, eso quedaba en sus manos, pero no perdía nada por intentarlo y así podía ir con Isis sin tener el resquemor de que me estaba perdiendo una oportunidad de una interesante pista sobre los Tribulantes, pero quien sabe que habria encontrado esa aguda ave en ese sujeto, no era algo que estuviera dispuesto a dejar pasar por alto. Allí me toparía con el sujeto de antes hablando con alguien. En una primera instancia, me mostré cauto y sigiloso, con el fin de intentar averiguar de qué estaban hablando. En mi rostro no podía quitarse un rastro de sonrisa producto del cruce de emociones que estaba viviendo en el día de hoy.