Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
12-01-2025, 04:45 PM
(Última modificación: 12-01-2025, 04:45 PM por Ragnheidr Grosdttir.)
El día 13 de invierno, del año 724
La nieve cruje bajo tus botas mientras avanzas por el sendero que serpentea hacia las montañas. El viento es despiadado, cargado con cuchillas de hielo que raspan tu rostro. Cada exhalación se convierte en una nube que desaparece al instante, tragada por el frío insaciable. El invierno en Skjoldheim no perdona a nadie, y menos a un extranjero como tú. El día 13 ha llegado, y el sol apenas se insinúa tras un cielo plomizo. Los primeros rayos de luz se reflejan en la vasta extensión de nieve, deslumbrándote por un instante. A lo lejos, entre los picos recortados contra el horizonte, las ruinas de una antigua torre asoman, ennegrecidas y deformadas por el tiempo. Algo en ellas parece observarte, aunque sabes que no hay ojos allí, sólo piedras y el peso de historias olvidadas. El silencio es casi absoluto, roto únicamente por el lamento del viento y el crujir de los árboles. Pero hay algo más… un susurro. Es casi imperceptible, una vibración apenas audible que te hace detenerte. No sabes si proviene del bosque o de algún rincón de tu mente. El peso de la misión te cala tan hondo como el frío. ¿Cuántas veces has oído hablar de "La Bruja"? El rostro de la mujer a la que diste caza meses atrás asoma fugazmente en tu memoria. Sus gritos, sus ojos llenos de ira y algo más… algo que todavía no has podido nombrar. Y, sin embargo, aquí estás de nuevo, enviado por los superiores. Esta vez sin respaldo. Solo. Frente a ti, el sendero se divide en dos. Una dirección desciende hacia un valle oscuro, envuelto en niebla que se retuerce como si estuviera viva. La otra asciende hacia las ruinas de la torre, donde el viento parece aullar con más fuerza. Hay un ligero rastro en la nieve hacia ambos lados, pero el tiempo los ha erosionado, y es imposible determinar qué o quién pasó por aquí. El murmullo regresa, un eco extraño que parece provenir de ambos caminos a la vez. El frío no se detiene, y tampoco el peso de tus dudas. Aquí no hay certezas, sólo la gélida realidad de que cada paso podría acercarte al peligro… o a la verdad.
La sensación persiste, pero no se intensifica. Es un sonido tenue, como un hilo que tira de ti desde algún lugar más allá de la comprensión. No es humano, ni animal, pero tiene un ritmo, una cadencia que parece burlarse de la lógica. Un escalofrío recorre tu espalda, y no es por el frío. Hay algo que no encaja, algo en el aire. El viento, que antes era constante y agresivo, ha disminuido. Por un momento, te das cuenta de que el silencio ha cambiado: ahora es más denso, más atento. Miras hacia el valle. La niebla allí se retuerce con movimientos erráticos, como si tuviera vida propia, como si supiera que la estás observando. Pero en la dirección de la torre, el aire es distinto: más claro, aunque el viento allí ruge con más violencia. La decisión está frente a ti, y la haces con calma. Lo haces siempre así. Eres un agente del Cipher Pol; no eres ajeno a los momentos en los que la incertidumbre podría paralizar a cualquiera. Aquí, tus opciones no son mejores o peores, sólo diferentes, y en tu interior, confías en que tu instinto es tu guía más fiable. Tomas el primer paso en la dirección que eliges, y la nieve cede bajo tu peso con un crujido sordo. El murmullo desaparece, como si tu decisión lo hubiera ahuyentado, pero algo en ti sabe que no se ha ido del todo. La sensación de ser observado regresa. Puede que no haya ojos físicos siguiéndote, pero hay algo, o alguien, que sabe que estás aquí. Mientras avanzas, el entorno parece cambiar a tu alrededor. Si escogiste el valle, la niebla comienza a cerrar filas, abrazándote con un frío aún más intenso. Cada paso hacia adelante parece llevarte más lejos de todo lo que conoces. Si elegiste la torre, el viento se convierte en un aullido que parece decir tu nombre, una y otra vez, con cada ráfaga. El tiempo pierde significado. Tus manos están entumecidas, tus piernas avanzan más por costumbre que por voluntad. Pero entonces, algo llama tu atención: un rastro en la nieve. No es reciente, pero tampoco es viejo. Parece un sendero de botas, aunque las huellas son demasiado profundas para pertenecer a una sola persona. Alrededor de ellas hay marcas dispersas, como si algo pesado hubiese sido arrastrado. Te detienes. Tu entrenamiento te dice que mires más de cerca, pero una punzada de duda se cuela en tu mente. ¿Y si esto es una trampa? El aire cambia otra vez. Ahora huele a algo distinto. No lo identificas de inmediato, pero pronto lo reconoces: sangre. Te agachas para inspeccionar las huellas, y ahí lo ves. Entre el blanco puro de la nieve, una gota escarlata se destaca. No está congelada del todo. Es reciente.
Sigues el rastro con la mirada y te das cuenta de que lleva hacia adelante, hacia donde te diriges. A cada paso, el olor a sangre se intensifica. No es sólo sangre: hay algo más, un aroma metálico mezclado con ceniza y... carne quemada. A lo lejos, una silueta comienza a formarse. Al principio parece una figura humana, inmóvil en el horizonte. Pero mientras te acercas, notas que es algo más siniestro: un poste de madera con ramas torcidas que sobresalen como dedos, y en la cima, algo que no quieres mirar por completo. El viento se lleva el sombrío murmullo, dejándolo atrás, y ahora sólo queda un susurro claro y frío
—Marian...