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Donatella Pavone
La Garra de Pavone
12-01-2025, 09:29 PM
Rubek, Isla del Silencio, Día 3 de Invierno, Año 724
Ruinas cercanas al centro de Salzburgia
El silencio de Rubek era tan profundo que parecía tener vida propia, un espectro invisible que envolvía cada rincón de la isla y acallaba hasta los pensamientos más ruidosos. Donatella Pavone avanzaba lentamente por las calles desoladas de Salzburgia, sus botas apenas rozaban el suelo con un leve crujir amortiguado de los restos de lo que pareció ser alguna vez una ciudad dedicada a la música. La chica de ojo ambas no presentaban ninguna prisa en sus pasos, solo una curiosidad latente de descubrir lo que la misteriosa isla a la que había aterrizado tenía para ofrecer. La quietud de aquel lugar resultaba a la vez fascinante eran tan misterioso que se tornaba opresivo, cada esquina de la aldea abandonada parecía contar un secreto que el silencio se negaba a revelar ante cualquier visitante.
Desde su llegada tras aterrizar en la costa con el pulpo en la mañana, no había encontrado un solo alma con quien intercambiar palabras. La isla se mantenía fiel a su apodo, cubriendo todo con una capa de serenidad inquietante. Pero fue justo en ese instante, cuando sus pensamientos comenzaban a perderse en el murmullo del viento helado, que un estruendoso grito rompió el manto de silencio como un trueno en medio de una noche despejada. El eco se extendió por las ruinas como un rugido en la caverna de un gigante. Donatella se detuvo en seco, su corazón dio un pequeño salto por la sorpresa, pero recuperó la compostura al instante, buscando con los ojos entrecerrados girando la cabeza en la dirección del sonido a fin de notar cualquier indicio de movimiento.
Por un segundo, se preguntó si su mente le jugaba una broma, pero el timbre aún resonaba en su memoria. — Un grito... aquí... — Susurró para sí misma con un dejo de incredulidad. Sin perder tiempo, Donatella echó a correr. Su figura se deslizó entre las calles desiertas con la misma agilidad con la que se movía en combate, esquivando escombros y ramas caídas sin esfuerzo. La brisa helada golpeaba su rostro, pero ella apenas lo notaba. Solo le importaba descubrir quién había roto el silencio de Rubek, el silencio que tanto la incomodaba.
Cuando dobló la última esquina, se encontró con una escena inesperada, un hombre alto, de cabellos oscuros, estaba de pie, sosteniendo unas agujas con evidente precaución. Además, otro hombre, más bajo, pero con un porte majestuoso, de cabellera blanca y alas negras, sonreía con una expresión entre la picardía y la satisfacción. El eco del reciente grito aún parecía flotar a su alrededor, era evidente que uno de ellos lo había causado.
Donatella se detuvo a una distancia prudente, observando con atención, los desconocidos no parecían simples aldeanos ni personas comunes por lo que tendría que actuar con cautela. Tras unos segundos de silencio, la heredera del Imperio Pavone dio un paso al frente, con la postura firme y los ojos brillando con curiosidad contenida. — No esperaba encontrarme con... compañía en un lugar tan como este. — Murmuró con voz serena y una chispa de curiosidad y entusiasmo en sus ojos, habló solo lo suficientemente alto como para que solo ellos la escucharan, buscando no perturbar demasiado la atmósfera del lugar, conteniendo la emoción de por fin poder hablar con alguien tras un viaje solitario tan arriesgado por la tormenta.
Su mirada se desplazó de uno a otro, evaluándolos con calma antes de esbozar una leve sonrisa cortés. — El silencio de esta isla parecía impenetrable hasta hace unos minutos. Me pregunto... ¿son locales? Acabo de aterrizar en un pulpo hace unas horas y aun no conozco mucho del lugar, pero este silencio no me parece normal, se siente perturbador y opresivo. — Donatella mantenía su tono y expresión neutral, preparada para cualquier tipo de reacción por parte de los sujetos que acababa de interrumpir. A veces, la información más valiosa se obtenía en los momentos más inesperados, y en Rubek, todo parecía estar teñido de misterio.