Hay rumores sobre…
... una isla que aparece y desaparece en el horizonte, muchos la han intentado buscar atraídos por rumores y mitos sobre riquezas ocultas en ella, pero nunca nadie ha estado en ella, o ha vuelto para contarlo...
[Autonarrada] [T2] Lucky Strike
Arthur Soriz
Gramps
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8 de Invierno
Año 724

El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte, tiñendo el cielo con un suave tono dorado. Las primeras luces del amanecer hicieron que me despertara casi de inmediato, disfrutando del aroma cálido del café que me tomaría en unos momentos para empezar el día de forma adecuada. Nada más salir de mi dormitorio, saludé a los pocos que estaban despierto a estas horas de la madrugada en la base G-17, dejando que la brisa matutina acariciara mi rostro. El aire olía a tierra mojada, ¿tal vez había llovido a lo largo de la noche? El aroma me llenaba de energía.

Hoy toca, Arthur. —me dije en voz baja, ajustando el cinturón de mi uniforme. No había tenido mucho tiempo para mi mismo desde que llegué a la isla. Entre responsabilidades y los recientes problemas con el Kaigekitai, sentía que mi cuerpo necesitaba una prueba. Quería saber si los años y las batallas habían dejado más que cicatrices en mi piel. El patio de entrenamiento estaba vacío a esta hora salvo por el ocasional grito de una gaviota en la distancia.

La arena bajo mis pies crujía con cada paso. Respiré hondo dejando que el aire llenara mis pulmones y empecé a estirar mis músculos con movimientos lentos y deliberados. Sentía cada fibra de mi cuerpo tensarse y relajarse, ninguna dolencia de momento por lo que sentía cada parte de mi estaba lista para lo que viniera.

La montaña en el centro de la isla se alzaba imponente a los lejos. Me la quedé mirando por unos momentos... ¿Qué secretos ocultaría ese lugar? Siempre he creído que cada lugar tiene su espíritu, sus historias verdaderas... y Swallow no era la excepción.

Veamos qué tan oxidado estoy... —murmuré para mi mismo, esbozando una pequeña sonrisa. Comencé con una suave carrera alrededor del perímetro de la base, sintiendo el latido constante de mi corazón marcar el ritmo. Mientras corría, los recuerdos que aún seguían a flor de pie de Rostock afloraron en mi mente. Recuerdos trabajando en los puertos... tiempos de juventud. Solía ser fuerte, resistente, como las olas que azotaban las costas de mi isla natal. Pero ahora con 63 años necesitaba saber si todavía podía enfrentarme a lo que se me pusiera delante con la misma valentía de antaño.

El sol estaba un poco más alto en el cielo cuando completé la décima vuelta, ya veía a muchos Marines jóvenes a los cuales saludaba al pasar. Mi respiración era firme pero no por ello cansada o acelerada... sentí satisfacción al darme cuenta de que mi cuerpo aún respondía con la misma energía de siempre. Pero esto solo era el comienzo. Tenía toda una jornada por delante para ponerme a prueba.

Era mi intención empujar mi cuerpo más allá de sus límites, para saber que aún podía hacerlo. Que aún le servía a la Marina.

Empecé con flexiones, y la verdad es que la primera serie de quinientas fue fácil, casi un calentamiento. Pero al igual que en cada día de entrenamiento, tenía que ir más allá de lo que mi cuerpo pedía. Sentí mis músculos tensarse, trabajar en conjunto, cada uno recordándome el precio de la fuerza, de la resistencia, de la juventud que ya se había ido... y nunca volverá. La temperatura comenzó a bajar, un viento frío se levantó de repente, y no pude evitar sonreír ante la adversidad que me presentaba la naturaleza.

"Esto no es nada..." —pensé. De un brinco, me subí a una banca de madera y empecé a hacer abdominales, el sudor comenzando a rodar por mi frente, resbalando por mis mejillas y cayendo al suelo como pequeñas gotas que se hundían en la arena con la misma rapidez con la que mi cuerpo quemaba energía. Sentí la temperatura bajar aún más, una ventisca se estaba aproximando y con ella, la nieve comenzó a caer... primero tímidamente, pero luego con mucha potencia. Incluso algunos Marines intentaron gritarme desde el interior de la base que entrara, que estaba haciendo una estupidez y me terminaría enfermando.

Los ignoré por completo.

A pesar de que el frío se adueñó del ambiente, no podía ni quería dejar de entrenar. El fundoshi, mi única vestimenta ahora mismo apenas me ofrecía protección, pero de alguna manera el contacto directo con el aire helado me mantenía consciente de cada movimiento, de cada fibra muscular. No había lugar para el confort, solo para el esfuerzo.

Levantaba pesas, hacía flexiones de nuevo pero esta vez con un ritmo más acelerado, incluso lanzaba puñetazos contra una de las paredes del cuartel hasta que me sangraron los nudillos. Esto iba mucho más allá que simplemente ejercicio físico... era una lucha mental. El dolor en mis músculos, el frío tajante, el viento gélido que azotaba mi cara, todo eso solo aumentaba mi determinación, mis ganas de superarme una y otra vez incluso cuando la edad quería decirme lo contrario.

Cuando quise darme cuenta tenía a varios jóvenes reclutas a mi alrededor. Algunos con el aliento entrecortado... otros temblando, luchando por seguirme el ritmo. Intentaban replicar mis movimientos, el peso que levantaba o simplemente aguantar el frío que hacía luchando contra el fuerte viento que ahora soplaba. Algunos caían rendidos con sus cuerpos incapaces de seguirme el paso. Pero otros, con la mirada fija en mi seguían luchando aunque ya visiblemente agotados. No podía evitar pensar que si bien la juventud podía tener energía, aún les faltaba mucho por progresar... esto es algo que se forja en años de lucha y entrenamiento constante.

Yo por mi lado solo sentía una necesidad... seguir. Ellos estaban buscando inspiración y no podía defraudarlos. No hoy. Si algo me enseñó la vida e incluso en estos pocos años dentro de la Marina, es que la mayor victoria no está en vencer a los demás sino en vencerte a ti mismo. No importaba qué me tirara el mundo encima, mi voluntad era más fuerte que la adversidad.

¡Vamos, Marines! ¡Nosotros podemos! —grité, incluso cuando mi voz era arrastrada por el viento.

Algunos reclutas indudablemente se dieron por vencidos, sus cuerpos doblándose agotados. Otros más decididos y orgullosos siguieron hasta el último aliento, forjándose en el proceso. Yo seguía adelante sin prestarles demasiada atención. No porque no quisiera o no me interesaran, pero quería saber hasta dónde podía llegar yo, para recordar lo que era realmente capaz de hacer.

Al final de la jornada, cuando el sol ya se había ocultado dejando a la isla envuelta en la oscuridad de la noche, los jóvenes reclutas estaban todos exhaustos. Algunos de pie, otros acurrucados en el suelo porque no podían mover ni un solo músculo. Pero en sus ojos se veía la admiración, el respeto. Se daban cuenta lo que se necesita para llegar tan lejos. Incluso yo, que había soportado hasta ahora estaba bastante cansado, con nieve cubriéndome todo el cuerpo, sudor cristalizado por el frío... vamos, que estaba maltrecho.

Pero también me invadía una sensación de absoluta victoria. No solo por mi resistencia física sino porque, de alguna manera, había logrado mostrarles algo más; que la verdadera fuerza no radica en los años, ni en la juventud, sino en la voluntad de seguir adelante a pesar de todo.
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[T2] Lucky Strike - por Arthur Soriz - 14-01-2025, 04:02 AM
RE: [T2] Lucky Strike - por Moderador Doflamingo - 15-01-2025, 05:44 PM

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