¿Sabías que…?
...oficialmente el aniversario del manga One Piece es el 22 de Julio, dado que ese día en el año 1997 fue cuando se publico el primer capitulo.
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[Aventura] Los vestigios de la bruja [T3]
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El atacante surgió de las sombras como un animal herido, su rugido gutural llenando el aire. Un brillo metálico destelló en su mano, pero su ataque fue tan torpe como desesperado. Marian reaccionó con velocidad y precisión, su bastón describiendo un arco amplio y mortal. El impacto fue inmediato, certero, y el seguidor del credo no tuvo oportunidad de defenderse. El golpe resonó en el claro, seguido por un crujido seco que dejó claro que el hombre no se levantaría nuevamente. Su cuerpo se desplomó pesadamente contra el suelo, su arma rodando inútilmente hasta quedar inerte entre las raíces del bosque. El silencio que siguió fue sofocante, roto sólo por el crujido de la madera bajo los pies de Marian y el susurro del viento que seguía arrastrando la voz de la mujer. Ella observó la escena con un interés perturbador, como si el desenlace no le sorprendiera en lo absoluto. —Impresionante,— dijo al fin, su tono suave pero lleno de una ironía latente. —Rompecoraza… Sin duda, un nombre bien ganado. Y tú, Marian, no decepcionas. Pero dime… ¿te sentiste más fuerte al verlo caer? ¿O quizá más vacío?— La mujer dio un paso hacia adelante, dejando que las sombras que la envolvían se disiparan un poco, revelando un destello de satisfacción en sus ojos. Aquel destello no era humano. —No importa. Su destino estaba sellado desde el momento en que entró en mi servicio. Sólo era una herramienta. Una pieza menor en un tablero más grande. Pero tú… tú eres algo diferente. — El viento sopló más fuerte por un instante, arrancando hojas de los árboles y revolviendo la niebla que se arremolinaba a su alrededor. La mujer alzó una mano, señalando un punto más adelante. —Ven. No te detengas ahora. Lo que hay más allá es mucho más interesante que este pobre despojo.— La cueva se abrió ante ti tras avanzar unos pasos más, una entrada oscura y orgánica, rodeada de raíces y ramas que parecían formar una boca dispuesta a devorar a quien se atreviera a entrar. El aire que emanaba de su interior era denso, cargado de humedad y algo más, algo indescriptible. El silencio allí no era natural; era pesado, como si estuviera tejido por siglos de secretos y rituales.

Dentro, las paredes tenían una textura extraña, como si no fueran completamente roca. Algunas zonas pulsaban ligeramente, cubiertas por una capa translúcida que reflejaba la tenue luz de las runas que decoraban cada rincón. Las inscripciones, grabadas con precisión inhumana, parecían formar patrones caóticos, pero cuanto más las observabas, más parecían cobrar sentido, como si sus líneas te hablaran en un idioma olvidado. El suelo era traicionero, irregular, con grietas que parecían profundizarse más allá de lo visible. Un goteo constante resonaba desde las profundidades de la cueva, y el sonido parecía guiarte, marcando un camino invisible hacia la cámara central. La mujer caminaba con calma, como si cada paso estuviera coreografiado, mientras tú percibías que las sombras se movían a su alrededor con vida propia. Al llegar a una amplia cámara, lo primero que llamó la atención fue una columna maciza en el centro. Su superficie no era roca ni metal, sino un material indefinible, cubierto de grabados que parecían representar figuras humanas en un estado de constante metamorfosis: algunas danzaban, otras luchaban, otras se retorcían en posiciones imposibles. La mujer se detuvo frente a la columna y posó una mano sobre ella. —Este lugar, Marian, es el corazón. La raíz de lo que somos. Aquí, todo está vivo. Todo recuerda. Y ahora, tú también formarás parte de ello.

A su toque, las sombras que se agolpaban alrededor de la columna comenzaron a moverse con más intensidad, serpenteando y extendiéndose como si algo dentro de la piedra estuviera despertando. Su voz, ahora más baja, resonó como un susurro que rebotaba en las paredes. —Sigamos. Hay más para ti. Este es sólo el umbral.— Parecía muy interesada en ti, aunque no respondiera lo que preguntaste. La cámara parecía expandirse con cada respiración, como si el espacio mismo estuviera vivo y cambiando a medida que avanzabas. Las paredes estaban cubiertas de una sustancia viscosa que relucía bajo la luz que emanaba de las runas grabadas en la columna central. Las inscripciones, ahora más visibles, parecían no sólo ser decorativas, sino funcionales, como si cada trazo fuese parte de un lenguaje que no sólo hablaba, sino que vibraba, resonando en el aire como un cántico apenas audible. El techo de la cueva estaba lejos, tan alto que se perdía en una penumbra opresiva. Desde allí, raíces enormes colgaban como zarcillos, cubiertas de musgo y goteando un líquido oscuro y denso que caía en charcos perfectamente circulares en el suelo. Cada gota que tocaba la superficie emitía un leve destello, como si aquel líquido cargara algún tipo de energía o vida. El suelo era traicionero y hostil, lleno de protuberancias afiladas y pequeñas fosas que parecían respirar, como si algo se moviera justo debajo de la superficie. Algunas de las grietas más profundas emitían un calor sofocante, mientras que otras exhalaban un aire helado que arañaba la piel. Aquí y allá, se podían ver fragmentos de huesos humanos mezclados con raíces retorcidas, como si la cueva los hubiera asimilado en su tejido vivo. No estaban dispersos de manera aleatoria, formaban patrones, círculos y espirales que, si se miraban demasiado tiempo, daban la impresión de estar en movimiento, de querer contar una historia que aún no comprendías del todo.

A lo lejos, hacia el fondo de la cámara, había más columnas, pero estas eran diferentes. No tenían las mismas runas brillantes que la central, en su lugar, estaban cubiertas por símbolos más oscuros, casi quemados en la superficie. Algunas parecían sangrar un líquido negro que se deslizaba lentamente hasta formar charcas a sus pies. Al acercarte, el aire alrededor de estas columnas se volvía denso, pesado, como si absorbiera el aliento mismo de tus pulmones. En las esquinas de la cámara había figuras inmóviles. No parecían humanas ni del todo materiales. Parecían estatuas, pero al observarlas detenidamente, sus formas cambiaban, deformándose apenas lo suficiente para hacerte dudar de tu visión. Estaban cubiertas de un material similar a la obsidiana, pero con un brillo interno que latía como si fueran corazones inmensos enterrados en piedra. Algunas de estas figuras sostenían objetos imposibles de definir, amalgamas de metal, hueso y algo cristalino que capturaba la escasa luz y la descomponía en colores que no pertenecían a este mundo. El aire se volvía más denso cuanto más avanzabas, cargado de un aroma extraño, como una mezcla de hierro, tierra mojada y algo dulce, casi empalagoso. El goteo constante desde el techo se unía a un sonido sutil, como un murmullo colectivo, palabras en un idioma desconocido que parecían rodearte. Provenían de todas partes, y al mismo tiempo, de ninguna.

La mujer se detuvo nuevamente, esta vez junto a una especie de altar al pie de la columna central. El altar no era de piedra ni de madera, sino de una sustancia translúcida, como cristal líquido que parecía contener algo dentro. Formas oscuras nadaban en su interior, moviéndose con lentitud, como si estuvieran atrapadas en un líquido espeso. El altar tenía grabados en todos sus bordes, pero estos eran más antiguos que los de las columnas. Las líneas eran toscas, pero la intención detrás de ellas se sentía igual de poderosa, como si fueran un eco de algo mucho más primitivo. La mujer pasó sus dedos por el borde del altar, sus movimientos lentos, casi ceremoniales. —Este lugar... Aquí es donde todo comienza y termina. Donde los nombres pierden su significado, donde lo que eras no importa, y sólo lo que serás tiene valor.— Al pronunciar estas palabras, el susurro en la cueva pareció intensificarse por un instante, como si la propia caverna respondiera a su declaración. Hacia el fondo de la cámara, otro pasaje se abría como una boca oscura, serpenteando hacia profundidades aún mayores. De allí emanaba un sonido extraño, no un murmullo esta vez, sino algo más... movido, como un tambor latente que resonaba en los huesos. La mujer giró su rostro hacia ti, una sonrisa vaga curvándose en sus labios. —Sigamos. Lo que buscas está más allá. Lo que yo busco... también.— Y así, ella avanzó hacia el pasaje, las sombras que la rodeaban moviéndose como un manto vivo que la escoltaba, mientras la cueva parecía cerrar filas a su paso, cada rincón vigilante, cada susurro más intenso, como si aquel lugar estuviera ansioso por lo que estaba por venir.

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RE: Los vestigios de la bruja [T3] - por Marian - 12-01-2025, 05:46 PM
RE: Los vestigios de la bruja [T3] - por Marian - 13-01-2025, 08:42 PM
RE: Los vestigios de la bruja [T3] - por Marian - 14-01-2025, 02:24 AM
RE: Los vestigios de la bruja [T3] - por Ragnheidr Grosdttir - 14-01-2025, 07:57 PM
RE: Los vestigios de la bruja [T3] - por Marian - 15-01-2025, 12:47 AM
RE: Los vestigios de la bruja [T3] - por Marian - 17-01-2025, 09:36 PM
RE: Los vestigios de la bruja [T3] - por Marian - 19-01-2025, 06:42 PM
RE: Los vestigios de la bruja [T3] - por Marian - 25-01-2025, 07:54 PM
RE: Los vestigios de la bruja [T3] - por Marian - 26-01-2025, 10:04 PM

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