Ubben Sangrenegra
Loki
10-08-2024, 09:52 AM
(Última modificación: 07-09-2024, 09:52 PM por Ubben Sangrenegra.)
Día 14 de Verano del año 724
La noche caía lenta y oscura sobre la Isla Kilombo, envolviendo cada rincón en sombras mientras la brisa marina traía consigo un aire de misterio. Ubben, el astuto y escurridizo bribón de ojos dorados, se encontraba nuevamente en una situación que conocía demasiado bien; había logrado escapar de las garras de la marina, una vez más alimentando su ya inflado ego y su creciente paranoia. Sin embargo, esta vez, el terreno era desconocido. Rostock, parte de Kilombo, la isla en la que había recalado, no le era familiar en lo más mínimo, y aunque no tenía la menor intención de quedarse más tiempo del necesario, sabía que debía moverse con rapidez. Necesitaba encontrar un barco, trazar un plan de escape y abandonar la isla antes de que sus perseguidores volvieran a descubrir su rastro.
Caminaba con aparente tranquilidad, alejándose del puerto mientras los marinos, convencidos de que Ubben había subido a un barco mercante, zarpaban en su persecución. No podían estar más equivocados, pero eso solo hacía que el peliblanco sonriera para sí mismo, satisfecho con su astucia. Su primera tarea era encontrar un lugar donde descansar, y pronto sus pasos lo llevaron a una posada cercana al puerto. Allí, se topó con un establecimiento de aspecto vetusto que llevaba por nombre "El Pony Pisador". El nombre le resultó inusual para una posada de puerto, pero el precio moderado lo convenció de que podría alojarse allí sin levantar sospechas. Al entrar, fue recibido por la dueña, una mujer de mediana edad con un cabello castaño, crespo y estilizado que le daba un aire de severidad mezclada con hospitalidad. Desde detrás de la barra, lo saludó con una sonrisa cordial, acompañada por un Oni de ojos verdes que, a pesar de su aspecto intimidante, se mostró sorprendentemente amistoso. Este último se presentó como Frank, pero el nombre se desvaneció rápidamente en la memoria de Ubben, quien estaba más preocupado por la intrusión de este extraño en su espacio personal.
Ignorando al Oni, Ubben se dirigió directamente a la dueña con un tono seco y algo brusco, visiblemente incómodo por la situación. –¿Dama, cuánto por un par de noches y tres comidas diarias?–, preguntó, deseando resolver el asunto lo antes posible. La mujer, en un tono respetuoso y cálido, le respondió: –En una habitación pequeña, son 5 mil berries por noche; en una mediana, 7.500 berries.– Tras hacer un par de cálculos rápidos con sus dedos, añadió, –Un par de noches con las tres comidas diarias te saldría por 12 mil berries en la habitación pequeña y 17 mil berries en la mediana.–
Ubben se tomó unos segundos para considerar sus opciones antes de sonreír, ya más relajado y con un tono menos tenso. –Genial, entonces pago por adelantado. Una habitación pequeña estará bien, solo vengo de paso–, respondió, sacando unos billetes de su chaqueta y entregándoselos a la dueña, quien los contó rápidamente antes de guiarlo a su habitación. No exageró en su descripción... la habitación era minúscula, apenas equipada con una cama de una plaza, una mesita de noche, una lámpara de aceite, una ventana pequeña y una percha al pie de la cama. No era en absoluto acogedora y la frialdad del ambiente era palpable, pero Ubben no esperaba permanecer mucho tiempo allí. Viajaba ligero, con lo esencial, una mochila con ropa, sus armas y un botiquín, lo justo para seguir adelante sin contratiempos.
Dejó sus cosas en la habitación, se cambió de ropa para evitar ser reconocido por algún marine que pudiese aparecer por la posada, y tras asegurarse de cerrar la puerta con llave, se dirigió al primer piso. Quería relajarse un poco antes de dormir. Bajó y buscó una mesa vacía, pero todas estaban ocupadas. Finalmente, encontró una con solo un ocupante; un joven de cabello rubio y enormes alas blancas a su espalda. Ubben lo miró de reojo, notando algo intrigante: no era un simple Skypiean, sus alas eran demasiado grandes y majestuosas, lo que le hizo preguntarse si estaba frente a un Solarian, una raza de la que había oído hablar, pero que nunca había visto en persona.
Cuando su comida llegó, Ubben tomó un momento para observar al chico frente a él, luego le dedicó una sonrisa tranquila. –Buen provecho–, dijo, alzando su jarra en un gesto amistoso hacia su inesperado compañero de mesa. No sabía si el joven respondería o siquiera le prestaría atención, pero la idea de conocer a uno de los suyos le resultaba inesperadamente interesante, en medio de su constante huida.
La noche caía lenta y oscura sobre la Isla Kilombo, envolviendo cada rincón en sombras mientras la brisa marina traía consigo un aire de misterio. Ubben, el astuto y escurridizo bribón de ojos dorados, se encontraba nuevamente en una situación que conocía demasiado bien; había logrado escapar de las garras de la marina, una vez más alimentando su ya inflado ego y su creciente paranoia. Sin embargo, esta vez, el terreno era desconocido. Rostock, parte de Kilombo, la isla en la que había recalado, no le era familiar en lo más mínimo, y aunque no tenía la menor intención de quedarse más tiempo del necesario, sabía que debía moverse con rapidez. Necesitaba encontrar un barco, trazar un plan de escape y abandonar la isla antes de que sus perseguidores volvieran a descubrir su rastro.
Caminaba con aparente tranquilidad, alejándose del puerto mientras los marinos, convencidos de que Ubben había subido a un barco mercante, zarpaban en su persecución. No podían estar más equivocados, pero eso solo hacía que el peliblanco sonriera para sí mismo, satisfecho con su astucia. Su primera tarea era encontrar un lugar donde descansar, y pronto sus pasos lo llevaron a una posada cercana al puerto. Allí, se topó con un establecimiento de aspecto vetusto que llevaba por nombre "El Pony Pisador". El nombre le resultó inusual para una posada de puerto, pero el precio moderado lo convenció de que podría alojarse allí sin levantar sospechas. Al entrar, fue recibido por la dueña, una mujer de mediana edad con un cabello castaño, crespo y estilizado que le daba un aire de severidad mezclada con hospitalidad. Desde detrás de la barra, lo saludó con una sonrisa cordial, acompañada por un Oni de ojos verdes que, a pesar de su aspecto intimidante, se mostró sorprendentemente amistoso. Este último se presentó como Frank, pero el nombre se desvaneció rápidamente en la memoria de Ubben, quien estaba más preocupado por la intrusión de este extraño en su espacio personal.
Ignorando al Oni, Ubben se dirigió directamente a la dueña con un tono seco y algo brusco, visiblemente incómodo por la situación. –¿Dama, cuánto por un par de noches y tres comidas diarias?–, preguntó, deseando resolver el asunto lo antes posible. La mujer, en un tono respetuoso y cálido, le respondió: –En una habitación pequeña, son 5 mil berries por noche; en una mediana, 7.500 berries.– Tras hacer un par de cálculos rápidos con sus dedos, añadió, –Un par de noches con las tres comidas diarias te saldría por 12 mil berries en la habitación pequeña y 17 mil berries en la mediana.–
Ubben se tomó unos segundos para considerar sus opciones antes de sonreír, ya más relajado y con un tono menos tenso. –Genial, entonces pago por adelantado. Una habitación pequeña estará bien, solo vengo de paso–, respondió, sacando unos billetes de su chaqueta y entregándoselos a la dueña, quien los contó rápidamente antes de guiarlo a su habitación. No exageró en su descripción... la habitación era minúscula, apenas equipada con una cama de una plaza, una mesita de noche, una lámpara de aceite, una ventana pequeña y una percha al pie de la cama. No era en absoluto acogedora y la frialdad del ambiente era palpable, pero Ubben no esperaba permanecer mucho tiempo allí. Viajaba ligero, con lo esencial, una mochila con ropa, sus armas y un botiquín, lo justo para seguir adelante sin contratiempos.
Dejó sus cosas en la habitación, se cambió de ropa para evitar ser reconocido por algún marine que pudiese aparecer por la posada, y tras asegurarse de cerrar la puerta con llave, se dirigió al primer piso. Quería relajarse un poco antes de dormir. Bajó y buscó una mesa vacía, pero todas estaban ocupadas. Finalmente, encontró una con solo un ocupante; un joven de cabello rubio y enormes alas blancas a su espalda. Ubben lo miró de reojo, notando algo intrigante: no era un simple Skypiean, sus alas eran demasiado grandes y majestuosas, lo que le hizo preguntarse si estaba frente a un Solarian, una raza de la que había oído hablar, pero que nunca había visto en persona.
Cuando su comida llegó, Ubben tomó un momento para observar al chico frente a él, luego le dedicó una sonrisa tranquila. –Buen provecho–, dijo, alzando su jarra en un gesto amistoso hacia su inesperado compañero de mesa. No sabía si el joven respondería o siquiera le prestaría atención, pero la idea de conocer a uno de los suyos le resultaba inesperadamente interesante, en medio de su constante huida.