Hay rumores sobre…
... que existe una isla del East Blue donde una tribu rinde culto a un volcán.
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[Aventura] [T3] La Isla de las Sombras
Gavyn Peregrino
Rose Branwell
Apreté la mandíbula, sintiendo que mis dientes chirriaban un poco, tenía un buen motivo para hacerlo, no me canso fácilmente de hacer mi trabajo, de hecho, asesinar por trabajo no es algo que haga con frecuencia, pero, cuando lo hago, me aseguro de que las cosas salgan lo suficientemente bien, quizás el problemas ese precisamente, no tomar trabajos relacionados con asesinatos a sueldo y solo encargarme de la navegación de barcos hacía que me vuelva más descuidado, o menos eficiente. En todo caso, el motivo de mi molestia era justamente que el sudor del hombre así como sus movimientos estaban haciendo que sujetarlo con una sola mano se volviera más complicado de lo que esperaba. Debía tener mucho valor, ser muy temerario o muy idiota para intentar liberarse cuando tenía un puñal rozando su cuello, específicamente una de las arterias principales. Me inclinaba más por “idiota”.

Aun así… Aun así estaba más que satisfecho de provocar algo de temor en este tipo, realmente no era menos de lo que merecía, no sentía demasiado arrepentimiento por lo que le estaba infundiendo física, emocional y mentalmente, algo en mí esperaba poder aparecer en sus pesadillas, pero esos no eran los planes que tenía para él, ya me había visto, al menos parte de mí, y soy lo suficientemente llamativo como para que me encuentren con facilidad ¿Qué tan difícil puede ser encontrar a un tipo con enormes alas blancas que, a diferencia de los skypeian, le dan la posibilidad de volar? Lo procesé por un momento, mientras dedicaba el resto de mi atención al viejo guardia, había muchas personas a las que, incluso con la descripción de mi persona, les costaba encontrarme. No podía encogerme de hombros, pero internamente sin duda lo estaba haciendo.

Necesitaba dejar de perder el tiempo, la mirada del hombre se estaba desviando hacia los lados, la desesperación, en algún punto, conlleva un dejo de esperanza, y no quería que se sienta esperanzado ¿O si? Después de todo dejaría de forcejear si comenzaba a calmarlo. Aunque usualmente no se me daba muy bien calmar a la gente, sin mencionar que el viejo no era el tipo de gente ingenua que se deja tranquilizar, no, si fuese el caso no estaría intentando engañarme. La duda en las palabras de las personas significaban que realmente no estaban seguras o que no estaban diciendo la verdad. Cuando se trataba de criminales prefería pensar que era la segunda opción, al menos si eran criminales que llevaban una vida haciendo el mismo trabajo, soy consciente de la diferencia entre alguien que recién comienza y alguien que tiene experiencia.

. – Necesitas ser más específico que eso ¿Cinco o seis? ¿Cuáles son sus nombres? Sabes que no me sirves si no me das lo que busco ¿No? –Aprieto el puñal contra la fina piel de su cuello, creando una línea rojiza allí– Sé detallista.

Escucho el resto de lo que tiene que decir, archivando atentamente la información que realmente me sirve, no es demasiado realmente, hay inconsistencias, pero debería ser suficiente para vigilar los turnos de los guardias, atrapar a otro de ellos y sacarle más información, aunque tendría que ser un tanto más cuidadoso con el resto de ellos, este guardia en particular tenía suficiente fuerza a pesar de la edad, así que el resto podría darme problemas. De todos modos aún tenía mis propias cartas para jugar contra el resto de los guardias, para mi suerte la biología estaba de mi parte de alguna forma, por más macabra que se volviese en mis manos. Turnos de seis guardias cada ocho horas significaba que, en algún momento, algunas zonas o calles quedaban sin vigilancia ya que los guardias debían intercambiar puestos, lo que conllevaba que regresen a los almacenes. Los almacenes portuarios eran lo suficientemente grandes e intrincados como para necesitar guardias en el exterior y el interior, quizás tres adentro y tres afuera, o un grupo más grande e impar fuera y uno o dos guardias cuidando el interior.

. – Bien… Te liberaré. No me sirves para nada más.

Con un movimiento rápido deslicé la hoja del puñal profundamente en la parte blanda de su cuello, lo suficiente para alcanzar la arteria correcta. La sangre salió a borbotones, mejor dicho, pintó la pared con un chorro a presión impulsado por latido del corazón, que funciona como una bomba de presión de agua. Me aparté tan pronto como pude, pateando la espalda del guardia para arrojarlo al suelo, así podría presionarlo más fácilmente para evitar un posible griterío. Agité el puñal para quitar el exceso de líquido espeso y carmesí a un lado.

. – Por tu tamaño y estatura podría decir que tienes unos cinco litros de sangre en el cuerpo, así que vas a tardar unos tres minutos en desangrarte.

Mi voz era… Clínica. Saqué la caja de cigarros que había abierto; no sin antes darle una patada en la cabeza al guardia para dejarle inconsciente; lo encendí con el mechero, las adicciones son algo peligroso, se transforman en monstruos poco silenciosos que te hacen sudar, retorcerte, sentirte miserable, nada bonito, pero, al mismo tiempo, son capaces de aliviar los mismos síntomas que crean. Es casi como una relación tóxica, metafóricamente hablando, claro. Inhalé el humo cancerígeno a mis pulmones, no me atreví a cerrar los ojos hasta que pasaron los minutos correspondientes y el charco de líquido se volvió más grande aún. Todavía tenía que ocultarlo. Si el turno de los guardias era de ocho horas, posiblemente había, ahora mismo, un grupo que haría el cambio de guardia a las 8 de la tarde.

Le di un suave golpecito al cigarrillo con mis dedos índice y pulgar, cuando estuve seguro que el viejo no iba a levantarse me acerqué cautelosamente para comprobar que estuviese muerto. Tomé el pulso de su muñeca y, al ver que estaba muerto, lo sujeté de la ropa, arrastrándolo hacia el conjunto de cajas y basura que se amontonaban en la parte posterior de callejón sin salida. Allí mismo lo oculté con todo el sosiego e indiferencia que podía reunir. Solo entonces subí nuevamente al techo con el impulso de mis emplumadas alas, buscando con la mirada los almacenes que había mencionado, sí tenía una idea de donde se encontraban. Salté de un techumbre a otro, cuidando pisar los lugares correctos para evitar el ruido, nada de presionar madera floja, seca o arruinada, mucho menos las chapas que podían vencerse o hacer suficiente ruido para llamar la atención. Bajé en una callejuela de dos sentidos, ubicada entre dos edificios medianos y salí de allí tras limpiar el puñal, enfundarlo y meter las manos en los bolsillos mientras fumaba.

Esperaba lucir lo suficientemente natural, aunque pocas personas se meten en los asuntos de otros en el bajo mundo. Me dirigí a los almacenes, esperando poder utilizar la misma estrategia, sino había casas o pequeños edificios cerca tendría que ingeniármelas para esconderme y monitorear a los vigías. Además debía esperar tres días más para deshacerme del cabecilla del grupo, arrugué la nariz, no sabía exactamente cuanto tiempo nos quedaríamos...
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