Raiga Gin Ebra
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15-01-2025, 01:57 PM
El puerto de Skjoldheim bulle con vida incluso en las horas tempranas de la mañana, pero eso es algo que ya sabes. No es tu primer día aquí, y esperemos que tampoco sea el último. El cielo está cubierto de nubes bajas, grises y pesadas, como si el invierno estuviera siempre al acecho en esta isla de mares bravos y vientos cortantes. ¿Es aquello un rayito de sol? Eso parece, pide un deseo porque durará en torno a cuatro o cinco minutos.
Las embarcaciones de madera, robustas y desgastadas por el tiempo, descansan atadas al muelle, mientras los trabajadores se mueven con el ritmo frenético de quienes han hecho de la supervivencia una rutina. Hoy en concreto los trabajadores del muelle se acercan trayendo trozos de barco que posteriormente terminarán de unir para crear un nuevo drakkar de exploración. Puedes ver ciertos detalles de runas en las piezas del barco que van trayendo. Están guapísimas, ¿no?
Las tablas del muelle crujen bajo el peso de barriles llenos de pescado y redes cargadas, que son arrastradas con fuerza por brazos curtidos en sal y esfuerzo. Esos tipos sonfuertes. Fuertes como la gente de Elbaf. Quizá te vengan algunos recuerdos, quién sabe.
El aire huele a salitre, madera húmeda y el dulzor rancio del pescado seco. No es el mejor de los olores, desde luego. Aquí, la gente no se detiene a charlar sin motivo; cada palabra tiene un precio y cada mirada furtiva parece estar evaluando si alguien es digno de confianza. Yo creo que estarás en tu salsa, así a ojo.
Pero los rumores son una moneda que siempre circula, y en los últimos días han crecido como una marea imposible de contener. El puerto es un nido de susurros sobre esa figura colosal que, según dicen, ha llegado a Skjoldheim. Las versiones varían. Algunos aseguran que se trata de un hombre, de entre seis y diez metros de altura, cuya sola presencia hace temblar el suelo. Otros dicen que es una bestia, algo que ni siquiera pertenece al mundo de los hombres. Es el problema de los rumores, ¿no? Que algunos los exageran y otros se quedan cortos. Pero en cualquier caso, lo que es claro es que esa cosa, mida seis, siete o diez metros, desembarcó sin esconderse, y sus pasos lo llevaron directamente al asentamiento de los Buccaneers. ¿Dónde está ese asentamiento?
Frente a ti, un hombre con el cabello grisáceo y una barba tan enmarañada como las redes que manipula está descargando un barril con cuidado. Sus manos son grandes, con cicatrices que cuentan historias de batallas contra el mar, y su rostro muestra la típica expresión de alguien que ha aprendido a no hacer preguntas innecesarias. A su lado, un grupo de jóvenes trabaja con menos pericia, aunque con la energía de quienes aún no han sentido el peso de los años. Juntos crean una especie de estampa curiosa que te hace ver que todas las edades tienen cabida en este mundo.
En un rincón más alejado, una mujer de cabello recogido en un moño apretado ata nudos en una cuerda con rapidez sorprendente. Sin duda tiene una gran habilidad para ello. Su expresión es seria, concentrada, pero de vez en cuando sus ojos se desvían hacia los marineros cercanos, como si estuviera escuchando algo que no quiere que los demás noten. Su cinturón lleva un cuchillo oxidado, más práctico que intimidante, pero suficiente para hacerle frente a los problemas cotidianos.
El nombre de los Buccaneers aparece entre las conversaciones. El asentamiento, situado al sur de la isla, es conocido por ser un lugar donde las reglas son tan flexibles como la moral de quienes lo habitan. Y parecen ser independientes a Skjoldheim. ¿Cómo pueden ser independientes si viven con ellos? Bueno, quizá no vivan directamente con ellos, pero sí en su isla.
Y por cierto, ¿qué hacen los Buccaneers allí? ¿Son una mezcla de piratas, mercenarios o almas perdidas que han encontrado en Skjoldheim una forma de desaparecer del mundo? Algunos los ven como una amenaza, otros como una oportunidad, pero todos saben que acercarse a ellos sin un buen motivo puede ser un error fatal.
Una anciana, encorvada por el tiempo, se acerca a un hombre joven que está cargando un saco de harina. Le murmura algo al oído, y el joven asiente con una mezcla de respeto y temor. Es evidente que las palabras de la anciana llevan peso, incluso en un lugar como este. El muchacho mira alrededor, como si buscara asegurarse de que nadie más lo ha oído, antes de apresurarse a subir su carga a un pequeño bote amarrado al extremo del muelle.
Más allá, un niño de no más de ocho años corretea descalzo entre los trabajadores, llevando en brazos una gaviota con el ala rota. Se detiene frente a un hombre alto, que parece estar a cargo de la descarga de un barco más grande, y le muestra el ave con una expresión de preocupación. El hombre niega con la cabeza, pero el niño insiste, tirando de su camisa. Entre los gritos del puerto, alcanzas a escuchar un fragmento de su conversación. Mencionan algo sobre “el gigante” y “los Buccaneers”, pero el niño es llamado por una voz femenina antes de que puedas captar más detalles.
El asentamiento de los Buccaneers parece estar en boca de todos, aunque pocos se atreven a hablar abiertamente de él. Para algunos, es un lugar que ofrece refugio y alianzas valiosas; para otros, un nido de peligros que es mejor evitar. La llegada de esa figura colosal ha sembrado más preguntas que respuestas, pero también ha despertado una curiosidad inquietante. Y es que hasta yo me pregunto quién diablos será. ¿No te genera emoción?
Aquí, en el puerto, todo parece estar conectado, pero las piezas del rompecabezas están dispersas. Cada persona que trabaja, susurra o simplemente observa podría tener una pieza de información sobre el destino de ese ser descomunal y las razones detrás de su llegada. Sin embargo, en un lugar como Skjoldheim, nada se obtiene sin esfuerzo. Si los rumores son ciertos, encontrar ese asentamiento de los Buccaneers podría ser solo el comienzo de un camino mucho más complicado. ¿Estás dispuesto a ello?
Las embarcaciones de madera, robustas y desgastadas por el tiempo, descansan atadas al muelle, mientras los trabajadores se mueven con el ritmo frenético de quienes han hecho de la supervivencia una rutina. Hoy en concreto los trabajadores del muelle se acercan trayendo trozos de barco que posteriormente terminarán de unir para crear un nuevo drakkar de exploración. Puedes ver ciertos detalles de runas en las piezas del barco que van trayendo. Están guapísimas, ¿no?
Las tablas del muelle crujen bajo el peso de barriles llenos de pescado y redes cargadas, que son arrastradas con fuerza por brazos curtidos en sal y esfuerzo. Esos tipos sonfuertes. Fuertes como la gente de Elbaf. Quizá te vengan algunos recuerdos, quién sabe.
El aire huele a salitre, madera húmeda y el dulzor rancio del pescado seco. No es el mejor de los olores, desde luego. Aquí, la gente no se detiene a charlar sin motivo; cada palabra tiene un precio y cada mirada furtiva parece estar evaluando si alguien es digno de confianza. Yo creo que estarás en tu salsa, así a ojo.
Pero los rumores son una moneda que siempre circula, y en los últimos días han crecido como una marea imposible de contener. El puerto es un nido de susurros sobre esa figura colosal que, según dicen, ha llegado a Skjoldheim. Las versiones varían. Algunos aseguran que se trata de un hombre, de entre seis y diez metros de altura, cuya sola presencia hace temblar el suelo. Otros dicen que es una bestia, algo que ni siquiera pertenece al mundo de los hombres. Es el problema de los rumores, ¿no? Que algunos los exageran y otros se quedan cortos. Pero en cualquier caso, lo que es claro es que esa cosa, mida seis, siete o diez metros, desembarcó sin esconderse, y sus pasos lo llevaron directamente al asentamiento de los Buccaneers. ¿Dónde está ese asentamiento?
Frente a ti, un hombre con el cabello grisáceo y una barba tan enmarañada como las redes que manipula está descargando un barril con cuidado. Sus manos son grandes, con cicatrices que cuentan historias de batallas contra el mar, y su rostro muestra la típica expresión de alguien que ha aprendido a no hacer preguntas innecesarias. A su lado, un grupo de jóvenes trabaja con menos pericia, aunque con la energía de quienes aún no han sentido el peso de los años. Juntos crean una especie de estampa curiosa que te hace ver que todas las edades tienen cabida en este mundo.
En un rincón más alejado, una mujer de cabello recogido en un moño apretado ata nudos en una cuerda con rapidez sorprendente. Sin duda tiene una gran habilidad para ello. Su expresión es seria, concentrada, pero de vez en cuando sus ojos se desvían hacia los marineros cercanos, como si estuviera escuchando algo que no quiere que los demás noten. Su cinturón lleva un cuchillo oxidado, más práctico que intimidante, pero suficiente para hacerle frente a los problemas cotidianos.
El nombre de los Buccaneers aparece entre las conversaciones. El asentamiento, situado al sur de la isla, es conocido por ser un lugar donde las reglas son tan flexibles como la moral de quienes lo habitan. Y parecen ser independientes a Skjoldheim. ¿Cómo pueden ser independientes si viven con ellos? Bueno, quizá no vivan directamente con ellos, pero sí en su isla.
Y por cierto, ¿qué hacen los Buccaneers allí? ¿Son una mezcla de piratas, mercenarios o almas perdidas que han encontrado en Skjoldheim una forma de desaparecer del mundo? Algunos los ven como una amenaza, otros como una oportunidad, pero todos saben que acercarse a ellos sin un buen motivo puede ser un error fatal.
Una anciana, encorvada por el tiempo, se acerca a un hombre joven que está cargando un saco de harina. Le murmura algo al oído, y el joven asiente con una mezcla de respeto y temor. Es evidente que las palabras de la anciana llevan peso, incluso en un lugar como este. El muchacho mira alrededor, como si buscara asegurarse de que nadie más lo ha oído, antes de apresurarse a subir su carga a un pequeño bote amarrado al extremo del muelle.
Más allá, un niño de no más de ocho años corretea descalzo entre los trabajadores, llevando en brazos una gaviota con el ala rota. Se detiene frente a un hombre alto, que parece estar a cargo de la descarga de un barco más grande, y le muestra el ave con una expresión de preocupación. El hombre niega con la cabeza, pero el niño insiste, tirando de su camisa. Entre los gritos del puerto, alcanzas a escuchar un fragmento de su conversación. Mencionan algo sobre “el gigante” y “los Buccaneers”, pero el niño es llamado por una voz femenina antes de que puedas captar más detalles.
El asentamiento de los Buccaneers parece estar en boca de todos, aunque pocos se atreven a hablar abiertamente de él. Para algunos, es un lugar que ofrece refugio y alianzas valiosas; para otros, un nido de peligros que es mejor evitar. La llegada de esa figura colosal ha sembrado más preguntas que respuestas, pero también ha despertado una curiosidad inquietante. Y es que hasta yo me pregunto quién diablos será. ¿No te genera emoción?
Aquí, en el puerto, todo parece estar conectado, pero las piezas del rompecabezas están dispersas. Cada persona que trabaja, susurra o simplemente observa podría tener una pieza de información sobre el destino de ese ser descomunal y las razones detrás de su llegada. Sin embargo, en un lugar como Skjoldheim, nada se obtiene sin esfuerzo. Si los rumores son ciertos, encontrar ese asentamiento de los Buccaneers podría ser solo el comienzo de un camino mucho más complicado. ¿Estás dispuesto a ello?