Horus
El Sol
15-01-2025, 07:33 PM
Era una isla impresionante; su magnitud estaba completamente fuera de lugar. Tan solo imaginar que eso fue antaño un ser vivo que podía surcar los mares. El nombre que le daban de "leviatán", en referencia a su cráneo en Champa, era completamente fundado. Estábamos hablando de una criatura que debía ser capaz de devorar buques de guerra sin darse cuenta, digna de los reyes marinos más grandes que rondan el mar abierto. Pero, aun así, aquí estaba la imponente criatura, muerta, en teoría, según las palabras de Dolos, por las mismas manos del capitán de los Tribulantes. Esa hazaña era digna de figurar en los libros de historia; con tan solo caminar un poco por la superficie del caparazón de la criatura, uno podría darse cuenta.
Por ahora, la exploración no parecía estar dándonos frutos. Sin embargo, yo estaba disfrutando de la experiencia en el terreno. Para mí, incluso el simple hecho de estar visitando una isla tan única, con ese increíble paisaje formado por la casualidad y la muerte, ya era algo emocionante. Además, esta actividad me servía como un buen ejercicio; moverme por ese terreno abrupto y complicado, donde cada paso era como pisar roca sólida sin nada de tierra blanda, era toda una prueba. Estaba aprovechando la exploración para calentar un poco mis músculos, de cara a tener que adentrarme en complicados riscos o formaciones empinadas. Había que estar preparado para cualquier eventualidad.
Finalmente, me topé con esas marcas talladas en los huesos. Estaban realizadas con algo afilado, lejos de ser producto de la erosión del viento. Y, sobre todo, me llamaba la atención el hecho de que podrían ser trazadas por una herramienta; si fueran unas garras afiladas de algún animal, se notarían de otra forma. Pero no lograba encontrar un patrón o una forma en esos grabados, así que el simple hecho de que las marcas estuvieran hechas era el mensaje: una señal de advertencia o el inicio del territorio de alguien o algo. Como una advertencia de que estaríamos en peligro si nos adentrábamos en esa zona. Pero eso, lejos de achantarme, me impulsaba más a querer investigar, ya que si algo, en algún momento más reciente o antiguo, había querido marcar esto como una frontera, sería por algo.
Con Isis en los cielos, nos adentramos más allá de las marcas, buscando estas en los huesos de la zona. En ocasiones, tenía que retirar un poco del polvo óseo que se acumulaba sobre las formaciones y cubría las marcas. La búsqueda me había llevado a un inquietante hallazgo: cadáveres de personas. Los huesos ya estaban limpios, sin rastros de carne. Observando los mismos con cuidado, podía entender las heridas que sufrieron y que los llevaron a ese estado: cortes profundos. Notaba una cierta similitud entre las heridas grabadas en los huesos y las que habían dejado sobre el terreno. Sin duda, no me daba la sensación de que fueran restos de hace cientos de años, pero tampoco se podría decir que fueran precisamente frescos. Tendría que investigar, pero con un plus de atención.
Finalmente, me di cuenta, cuando miré al cielo, de la ausencia de Isis. Se me hacía raro que se hubiera alejado demasiado de mí; normalmente siempre sobrevuela el perímetro más cercano y, en caso de avistar algo, haría algún graznido avisándome. Comencé a dar vueltas sobre mí mismo, intentando cubrir toda la inmensidad del cielo a mi alcance, buscando su figura en el lienzo celestial, pero fue infructuoso. Me encontraba algo alarmado en esos momentos; tal vez los restos humanos me habían puesto un poco paranoico con la seguridad de Isis. Fue entonces cuando intenté realizar un silbido para que volviera a mí, como estaba adiestrada, pero no hubo respuesta más allá de unos graznidos lejanos. Aunque la señal de que estaba cerca era suficiente para mí; eso significaba que estaba bien, o por lo menos eso quería creer. Me adentré corriendo aún más entre las colinas de huesos, siguiendo la voz de Isis, con el fin de alcanzar el origen de su sonido a toda velocidad y confiado en su bienestar.
La verdad es que sí me estaba apurando un poco, sorteando cualquier obstáculo rápidamente. Confiaba en que estaría bien; el silencio me habría alarmado más, tal vez había encontrado algo. Pero Isis era una compañera inseparable; confiaba en su pericia para advertir del peligro y huir si era necesario, aunque eso no quitaba que guardara cierta inquietud en mi pecho.
Por ahora, la exploración no parecía estar dándonos frutos. Sin embargo, yo estaba disfrutando de la experiencia en el terreno. Para mí, incluso el simple hecho de estar visitando una isla tan única, con ese increíble paisaje formado por la casualidad y la muerte, ya era algo emocionante. Además, esta actividad me servía como un buen ejercicio; moverme por ese terreno abrupto y complicado, donde cada paso era como pisar roca sólida sin nada de tierra blanda, era toda una prueba. Estaba aprovechando la exploración para calentar un poco mis músculos, de cara a tener que adentrarme en complicados riscos o formaciones empinadas. Había que estar preparado para cualquier eventualidad.
ARM300
ARTISTA MARCIAL
Pasiva
Tier 3
No Aprendida
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Finalmente, me topé con esas marcas talladas en los huesos. Estaban realizadas con algo afilado, lejos de ser producto de la erosión del viento. Y, sobre todo, me llamaba la atención el hecho de que podrían ser trazadas por una herramienta; si fueran unas garras afiladas de algún animal, se notarían de otra forma. Pero no lograba encontrar un patrón o una forma en esos grabados, así que el simple hecho de que las marcas estuvieran hechas era el mensaje: una señal de advertencia o el inicio del territorio de alguien o algo. Como una advertencia de que estaríamos en peligro si nos adentrábamos en esa zona. Pero eso, lejos de achantarme, me impulsaba más a querer investigar, ya que si algo, en algún momento más reciente o antiguo, había querido marcar esto como una frontera, sería por algo.
Con Isis en los cielos, nos adentramos más allá de las marcas, buscando estas en los huesos de la zona. En ocasiones, tenía que retirar un poco del polvo óseo que se acumulaba sobre las formaciones y cubría las marcas. La búsqueda me había llevado a un inquietante hallazgo: cadáveres de personas. Los huesos ya estaban limpios, sin rastros de carne. Observando los mismos con cuidado, podía entender las heridas que sufrieron y que los llevaron a ese estado: cortes profundos. Notaba una cierta similitud entre las heridas grabadas en los huesos y las que habían dejado sobre el terreno. Sin duda, no me daba la sensación de que fueran restos de hace cientos de años, pero tampoco se podría decir que fueran precisamente frescos. Tendría que investigar, pero con un plus de atención.
Finalmente, me di cuenta, cuando miré al cielo, de la ausencia de Isis. Se me hacía raro que se hubiera alejado demasiado de mí; normalmente siempre sobrevuela el perímetro más cercano y, en caso de avistar algo, haría algún graznido avisándome. Comencé a dar vueltas sobre mí mismo, intentando cubrir toda la inmensidad del cielo a mi alcance, buscando su figura en el lienzo celestial, pero fue infructuoso. Me encontraba algo alarmado en esos momentos; tal vez los restos humanos me habían puesto un poco paranoico con la seguridad de Isis. Fue entonces cuando intenté realizar un silbido para que volviera a mí, como estaba adiestrada, pero no hubo respuesta más allá de unos graznidos lejanos. Aunque la señal de que estaba cerca era suficiente para mí; eso significaba que estaba bien, o por lo menos eso quería creer. Me adentré corriendo aún más entre las colinas de huesos, siguiendo la voz de Isis, con el fin de alcanzar el origen de su sonido a toda velocidad y confiado en su bienestar.
La verdad es que sí me estaba apurando un poco, sorteando cualquier obstáculo rápidamente. Confiaba en que estaría bien; el silencio me habría alarmado más, tal vez había encontrado algo. Pero Isis era una compañera inseparable; confiaba en su pericia para advertir del peligro y huir si era necesario, aunque eso no quitaba que guardara cierta inquietud en mi pecho.