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Arthur Soriz
Gramps
15-01-2025, 07:49 PM
Luego de rebanar el cuello del gordinflón, este se tambaleó incrédulo. Sus manos instintivamente se aferraron a la herida que le hiciste en un vano intento de detener el torrente de sangre que brotaba de su garganta. Sus ojos se abrieron de par en par reflejando el horror silencioso mientras luchaba por cada respiro ahogado por la sangre. Sus piernas flaquearon y lentamente, con un último gemido gutural, sus ojos se fueron en blanco perdiendo todo vestigio de consciencia. Se deslizó contra la pared hasta quedar desplomado en el suelo, su mirada fija en ti hasta el final, como si buscara una explicación que obviamente nunca llegaría.
Observas en silencio, esperando que terminase de morir. Los minutos pasaron lentamente y con una calma metódica lograste ajustar el cadáver entre las sombras del callejón cubriéndolo con cajas y desperdicios amontonados. Con la tarea cumplida pudiste dirigirte hacia los almacenes que el ahora difunto te había mencionado. La caminata fue breve y pronto te encontraste frente a una serie de estructuras de buen tamaño. Desde tu posición pudiste distinguir una serie de cajas apiladas en la periferia, una cobertura perfecta para observar sin ser visto. Entre las sombras tenías una clara vista del almacén en cuestión.
Los movimientos de los guardias eran siempre los mismos... tenían un patrón. Cinco hombres cubrían puntos estratégicos alrededor del almacén, caminando de un lado al otro, sin lugar a dudas era una vigilancia bien calculada. Podría ser que este lugar fuera el núcleo de reuniones para los pertenecientes a esa operación. Lo que el gordo había omitido, o más bien ocultado, era que los cambios de turno nunca ocurrían de manera simultánea. Los guardias rotaban de manera escalonada, asegurando que nunca hubiera un momento en el que el almacén quedara completamente desprotegido.
El tiempo transcurría lentamente y después de casi una hora de paciente observación tres de los cinco guardias cambiaron de turno. Solo quedaron dos, uno apostado en la entrada frontal y otro patrullando el perímetro en un ciclo constante. La monotonía de su tarea los llevó a entablar pequeñas conversaciones, distrayéndose momentáneamente de su vigilancia antes de reanudar su tarea.
Fue justo en ese momento, cuando parecía que ya estabas aprendiéndote la rutina que detectaste movimiento adicional. Un pequeño grupo de figuras se acercaba al almacén, caminando con una confianza que solo podían tener aquellos en posiciones de poder. Los guardias enderezaron su postura al verlos, señal clara de que estos recién llegados ocupan un lugar de importancia.
El almacén era una estructura grande pero no por ello gigante; a diferencia de otras imponentes estructuras dispersas por Loguetown. Tenía ventanas pequeñas en la parte superior de sus paredes y probablemente tragaluces en el techo ofreciendo posibles puntos de entrada si lograbas alcanzarlos sin ser detectado. Con una altura de unos diez metros, ancho de diez y un largo de entre veinticinco a treinta metros el almacén presentaba un reto que tendrías que abordar con sumo cuidado. Tus objetivos ya habían hecho acto de presencia y no viste al Jefazo entre ellos... así que estaba claro al menos tu confianza de que este no aparecería aún estaba acertada.
Las fichas estaban en el tablero, ahora te tocaba a ti el saber cómo abordar la situación.
Observas en silencio, esperando que terminase de morir. Los minutos pasaron lentamente y con una calma metódica lograste ajustar el cadáver entre las sombras del callejón cubriéndolo con cajas y desperdicios amontonados. Con la tarea cumplida pudiste dirigirte hacia los almacenes que el ahora difunto te había mencionado. La caminata fue breve y pronto te encontraste frente a una serie de estructuras de buen tamaño. Desde tu posición pudiste distinguir una serie de cajas apiladas en la periferia, una cobertura perfecta para observar sin ser visto. Entre las sombras tenías una clara vista del almacén en cuestión.
Los movimientos de los guardias eran siempre los mismos... tenían un patrón. Cinco hombres cubrían puntos estratégicos alrededor del almacén, caminando de un lado al otro, sin lugar a dudas era una vigilancia bien calculada. Podría ser que este lugar fuera el núcleo de reuniones para los pertenecientes a esa operación. Lo que el gordo había omitido, o más bien ocultado, era que los cambios de turno nunca ocurrían de manera simultánea. Los guardias rotaban de manera escalonada, asegurando que nunca hubiera un momento en el que el almacén quedara completamente desprotegido.
El tiempo transcurría lentamente y después de casi una hora de paciente observación tres de los cinco guardias cambiaron de turno. Solo quedaron dos, uno apostado en la entrada frontal y otro patrullando el perímetro en un ciclo constante. La monotonía de su tarea los llevó a entablar pequeñas conversaciones, distrayéndose momentáneamente de su vigilancia antes de reanudar su tarea.
Fue justo en ese momento, cuando parecía que ya estabas aprendiéndote la rutina que detectaste movimiento adicional. Un pequeño grupo de figuras se acercaba al almacén, caminando con una confianza que solo podían tener aquellos en posiciones de poder. Los guardias enderezaron su postura al verlos, señal clara de que estos recién llegados ocupan un lugar de importancia.
El almacén era una estructura grande pero no por ello gigante; a diferencia de otras imponentes estructuras dispersas por Loguetown. Tenía ventanas pequeñas en la parte superior de sus paredes y probablemente tragaluces en el techo ofreciendo posibles puntos de entrada si lograbas alcanzarlos sin ser detectado. Con una altura de unos diez metros, ancho de diez y un largo de entre veinticinco a treinta metros el almacén presentaba un reto que tendrías que abordar con sumo cuidado. Tus objetivos ya habían hecho acto de presencia y no viste al Jefazo entre ellos... así que estaba claro al menos tu confianza de que este no aparecería aún estaba acertada.
Las fichas estaban en el tablero, ahora te tocaba a ti el saber cómo abordar la situación.