Airgid Vanaidiam
Metalhead
15-01-2025, 08:31 PM
11 de Invierno
Frío... Airgid odiaba el frío. Acostumbrada a los climas cálidos, a la humedad del verano y a broncearse en la playa, aquel paraje congelado se le antojaba un infierno blanco. Era precioso, eso sí, pero supo desde el principio que tendría que poner especial atención a abrigarse bien, tanto ella como sus hijos. La rubia vestía con un body de color oscuro, de mangas largas y un bonito escote de hombros caídos, sencillo pero ciertamente elegante. En la parte de abajo llevaba unos pantalones como los que tanto acosumbraba a vestir, llenos de bolsillos por todos lados, seguidos finalmente por unas botas robustas. Y por último, un par de guantes. Su implante quedaba oculto tras la tela del pantalón, aunque si te fijabas un poco, podías ver que parecía ser más grande que la otra debido a la estructura de metal. Sobre sus hombros colgaba una capa de piel blanca que Ragnheidr le consiguió, y con ella tapaba tanto la mochila que llevaba a la espalda, como a las dos criaturitas que se aferraban a su torso. Además de un pequeño detalle. Al pasar por Kilombo, antes de zarpar hacia al North, pudo revisar unas cuantas cosas de su hogar, de su familia, y encontró una bonita mantita que resultaba especialmente abrigada, así que se la colocó por encima tanto a ella como a sus hijos. Tenía pinta de haber pertenecido a su madre.
Esa mañana, Ragnheidr y ella habían decidido separarse un poco del resto del grupo, no por nada en especial, simplemente había surgido de manera natural. Eran pareja, eran familia, y a veces apetecía estar un poco solos, recuperando también el tiempo en otoño que habían estado separados. En el puerto, caminando junto a él, la rubia se terminaba su refresco y procedía a guardarse la lata vacía en uno de los bolsillos de su pantalón. Gunnr parecía curiosa e intentaba quitársela de las manos, como si los potitos no fueran suficiente para ella. Herold en cambio estaba demasiado atento a su entorno como para prestarle atención a su madre. Parecía completamente embelesado por la nieve, los edificios gigantes y esas extrañas y toscas figuras de madera. Airgid escuchó entonces el comentario de Ragnheidr sobre Elbaf, y esbozó una sonrisa, dirigiéndole la mirada. — Es precioso. ¿Pero también hace este frío? — Le preguntó, un poco de broma, pero con verdadera curiosidad por conocer aquella isla. Estaba segura de que algún día llegarían, aunque no había prisa alguna. Airgid prefería que sus hijos fueran algo más mayores, así podrían recordarlo bien una vez estuvieran allí.
El lugar emanaba un aura de misticismo y poder como ninguna otra isla que Airgid hubiera visitado antes, invitándola a seguir explorando, a seguir conociendo, sabiendo que Ragnheidr tenía las mismas ganas, o incluso más. A los tres bebés les llamó la atención la misma cosa: las figuras de madera. Se asemejaban a humanos, o al menos tenían la misma forma, pero eran grandes, colocados de forma circular. Ragn sacó su propia conclusión en voz alta, y al notar su mirada, Airgid sacó la suya. — Están protegiendo al pueblo, mirad, forman un círculo alrededor. — Lo acompañó con un gesto, trazando la misma forma con el dedo para explicárselo a los pequeños, que aunque la miraron con los ojos brillantes, no entendieron ni papa. La verdad es que Ragn había estado muy acertado, o al menos lo mismo pensó ella, pues ese tipo de alineación siempre solía atribuirse a la protección. Otorgaban estabilidad y seguridad. Había muchos mensajes sutiles que se podían interpretar de prácticamente cualquier cosa, y más en un lugar que destilaba tanta historia.
Sonaron entonces las cinco campanadas. A Gunnr no le gustó nada ese ruido tan estruendoso, arrugando un poco el rostro mientras los demás se limitaban a observar lo que aquello podía significar. El comienzo de algo, eso estaba claro, y ocurriría en aquel gran salón que se alzaba en medio de todo, hacia donde todos los presentes giraron sus miradas. Airgid siguió a Ragnheidr de cerca, tremendamente curiosa. En su lado izquierdo, Gunnr había empezado a hacer ruiditos, aún permanecía en ella la incomodidad de las campanadas, así que Airgid la rodeó con el brazo, buscando acallar su ansiedad. Unos hombres comenzaron a congregarse frente al salón, portando armaduras y unos curiosos escudos con símbolos distintivos. Airgid apartó la mirada, solo un segundo, para fijarse en aquel anciano con bastón, rodeado de niños, dedicándoles una sonrisa. A Gunnr se le había pasado un poco el susto, pero Herold ni siquiera llegó a sentirlo, completamente inmerso en lo que sucedía con los hombres y el salón. Se podría decir que Airgid estaba algo relajada en aquel ambiente que parecía ser amistoso, y también sentía calma, porque estaba con Ragnheidr, y porque sabía que iba equipada hasta los dientes, preparada por si ocurría cualquier cosa.