Airgid Vanaidiam
Metalhead
17-01-2025, 12:39 PM
Los guerreros pasaron y entraron al salón, dejando a su público un poco chafado, o al menos esa fue la impresión de Airgid, que se esperaba no sé, algún discurso, una presentación, un espectáculo... pero no, sabían a dónde tenían que ir y lo hicieron sin más. La gente alrededor acabó volviendo a sus propios asuntos, eso sí, con un aire de misterio que rodeó toda la zona. Airgid llegó a escuchar algunos susurros, sacando sus propias conclusiones acerca de lo que acababa de pasar. Al parecer había problemas en la isla, lo que tampoco le resultaba extraño, pero no eran lo suficientemente preocupantes como para alarmar a la población, no todavía. Airgid sintió un cosquilleo en la cabeza que la invitaba a seguir investigando, pero las palabras de Ragnheidr la devolvieron a la realidad.
Observó a su alrededor, pero no a la gente, sino al paraje que se extendía más allá del poblado. Las montañas se veían majestuosas e imponentes, reflejando los rayos del sol sobre su superficie nevada. Hacía un día precioso para perderse. Ya solo aquella propuesta la convenció completamente, más aún cuando escuchó a Ragnheidr mencionar su especial curiosidad con aquella zona montañosa. Había algo en ellas que le recordaba a los cuentos de su tierra, llenos de misticismo y magia. Y era una ocasión perfecta para que los pequeños conocieran la nieve, algo a lo que tendrían que ir acostumbrándose, viendo el panorama de la situación. El recorrido visual acabó cuando llegó a Ragnheidr. Estaba tan guapo, con esa fina capa de nieve por encima, la capa de piel... era como un animal en su entorno natural, en su hábitat. — Yo también lo siento. Es esta isla, es como si reinara un poder... antiguo en ella. — Era difícil de explicar, pero parecía que ambos compartían la misma impresión.
Airgid esbozó entonces una enorme y blanca sonrisa, dirigiéndose ahora a los dos niños que tenía ajustados en su pecho y los rodeó con ambos brazos. Estaban monísimos, con la mantita envolviendo sus cuerpos y la nieve cayéndoles delicadamente sobre la cabeza. —¿Qué decís, vamos a pasar el día en la montaña? ¿Sí? — Les habló directamente a ellos, dando un par de botecitos sobre el suelo, buscando animar a los pequeños. Aún no entendían las palabras, pero a veces parecían entender perfectamente a lo que se referían solo con los gestos o el tono de la voz. Los buccaneers, que ya empezaban a pesar, por cierto, miraron a su madre y comenzaron a reír, dándose cuenta de que estaba haciendo el tonto. — ¡Venga, vamos! — Airgid fue la primera en comenzar la marcha, y de qué manera.
Salió corriendo, aferrando a los niños en su pecho y escuchando sus risas con cada nuevo paso que la mujer daba hacia delante. Sus cabellos rubios revoloteaban por el aire congelado, revelando unas pocas trencitas que se había hecho en diferentes mechones, como si quisiera parecer una más de la isla. Ah, cómo adoraba correr. Desde que se puso el implante nuevo, Airgid aprovechaba cualquier ocasión para echarse una carrera, iba a todos lados corriendo si podía. Aunque esta vez tampoco fue muy rápida, tratando de no adelantarse demasiado, mirando de vez en cuando hacia atrás para buscar a Ragnheidr y a Lillyd.
Observó a su alrededor, pero no a la gente, sino al paraje que se extendía más allá del poblado. Las montañas se veían majestuosas e imponentes, reflejando los rayos del sol sobre su superficie nevada. Hacía un día precioso para perderse. Ya solo aquella propuesta la convenció completamente, más aún cuando escuchó a Ragnheidr mencionar su especial curiosidad con aquella zona montañosa. Había algo en ellas que le recordaba a los cuentos de su tierra, llenos de misticismo y magia. Y era una ocasión perfecta para que los pequeños conocieran la nieve, algo a lo que tendrían que ir acostumbrándose, viendo el panorama de la situación. El recorrido visual acabó cuando llegó a Ragnheidr. Estaba tan guapo, con esa fina capa de nieve por encima, la capa de piel... era como un animal en su entorno natural, en su hábitat. — Yo también lo siento. Es esta isla, es como si reinara un poder... antiguo en ella. — Era difícil de explicar, pero parecía que ambos compartían la misma impresión.
Airgid esbozó entonces una enorme y blanca sonrisa, dirigiéndose ahora a los dos niños que tenía ajustados en su pecho y los rodeó con ambos brazos. Estaban monísimos, con la mantita envolviendo sus cuerpos y la nieve cayéndoles delicadamente sobre la cabeza. —¿Qué decís, vamos a pasar el día en la montaña? ¿Sí? — Les habló directamente a ellos, dando un par de botecitos sobre el suelo, buscando animar a los pequeños. Aún no entendían las palabras, pero a veces parecían entender perfectamente a lo que se referían solo con los gestos o el tono de la voz. Los buccaneers, que ya empezaban a pesar, por cierto, miraron a su madre y comenzaron a reír, dándose cuenta de que estaba haciendo el tonto. — ¡Venga, vamos! — Airgid fue la primera en comenzar la marcha, y de qué manera.
Salió corriendo, aferrando a los niños en su pecho y escuchando sus risas con cada nuevo paso que la mujer daba hacia delante. Sus cabellos rubios revoloteaban por el aire congelado, revelando unas pocas trencitas que se había hecho en diferentes mechones, como si quisiera parecer una más de la isla. Ah, cómo adoraba correr. Desde que se puso el implante nuevo, Airgid aprovechaba cualquier ocasión para echarse una carrera, iba a todos lados corriendo si podía. Aunque esta vez tampoco fue muy rápida, tratando de no adelantarse demasiado, mirando de vez en cuando hacia atrás para buscar a Ragnheidr y a Lillyd.