Octojin
El terror blanco
17-01-2025, 02:49 PM
La nieve cae despacio mientras avanzáis por las calles del poblado, y aunque el frío es notable, no consigue apagar el calor de la emoción que se palpa entre vosotros. A vuestro paso, los habitantes de Skjoldheim os miran con una curiosidad pasajera, pero ninguno parece tener la intención de detenerse. Debe ser que no suelen tener muchos forasteros con esa energía y vitalidad a pesar del frío. Aún así, notaréis alguna que otra mirada furtiva por su parte. Cada uno está inmerso en sus quehaceres, aunque el misterio de lo que ocurre en el salón de Hrothgard parece rondar en el aire como si de un murmullo silenciado se tratase.
Pasáis cerca del gran edificio, imponente como un guardián inmortal. A su puerta, dos guardias vigilan que nadie entre sin autorización, y aunque parecen aburridos de estar ahí parados, siguen realizando su trabajo con profesionalidad. La estructura de madera y piedra sigue irradiando ese aura de autoridad y antigüedad que resulta casi palpable en muchos de los edificios de esta gran isla. Es entonces cuando, gracias a tu haki de observación, Ragn, comienzas a sentir las presencias en su interior. Son muchas, tal vez cuarenta, quizá cuarenta y cinco. La mayoría parecen estar reunidas en una sala central, concentradas en un único punto. A ojo y sin pararte a contarlas una a una dirías que pueden ser unas treinta. A medida que te enfocas más, percibes cómo las fuerzas varían entre ellos. Diez presencias te resultan familiares en su intensidad, como si fueran equiparables a la tuya. Sin embargo, hay tres o cuatro que destacan, superándote ligeramente, mientras que el resto están un poco por debajo de tu nivel. Las demás presencias son más débiles, quizá guardias o luchadores con menos poderío, o puede que incluso sirvientes, pero están ahí, como un reflejo menor dentro de ese conjunto. ¿Qué diablos estarán hablando ahí? Me vais a dejar con la intriga en esta historia... Y yo que quería saber de qué hablaban. En fin, no pasa nada, os lo perdono porque sois vosotros.
Las puertas del salón permanecen cerradas, como si resguardaran el corazón de un misterio que no quiere revelarse —y que parece que no se revelará por ahora, porque los protagonistas quieren jugar con la nieve. En fin, la hipotenusa—. Airgid, ¿estás notando esas miradas? Si te giras notarás que no son directamente hacia ti, sino al edificio, aunque el interés general parece haber menguado. La vida en el poblado vuelve lentamente a la normalidad, y la curiosidad de los locales se disipa como el humo que sale de las chimeneas. Una pena, nos quedamos sin salseo. Por ahora.
Continuáis vuestro camino hacia las montañas, dejando atrás el bullicio de la villa. El paisaje empieza a cambiar. A medida que os alejáis del centro, las casas se vuelven menos frecuentes, y los caminos se estrechan, dando paso a la naturaleza del lugar. La nieve cruje bajo vuestras botas, y un silencio agradable reemplaza el ruido de la vida cotidiana. Los árboles os rodean con sus altos troncos oscuros, algunos cargados con gruesas capas de nieve que parecen a punto de caer con el más mínimo movimiento.
Finalmente, al llegar a la base de la montaña, os encontráis con una bifurcación. Dos caminos se abren ante vosotros. El primero, una senda más inclinada, parece llevaros directamente hacia lo alto, pero promete un esfuerzo bastante más intenso que el otro. El segundo, en cambio, es un sendero más suave que bordea la montaña, extendiéndose hacia lo que parece ser su parte trasera que, por otro lado, no sabemos si tendrá una inclinación tan elevada. Ambos tienen su encanto, pero requieren una decisión. No parece muy difícil, y seguro que nuestra pareja favorita llega a un consenso en esto, ¿verdad?
Pero... Espera… Algo capta vuestra atención. A lo lejos, justo donde la inclinación del terreno comienza a ser más pronunciada, hay un rastro que no pasa desapercibido. Sobre la nieve blanca, manchas de color rojo oscuro se extienden de manera irregular. Parece sangre, aunque la distancia no os permite determinar su origen o extensión. A ojo diría que estarán a unos doscientos metros. Quizá un poco más.
Ragn, si sigues usando tu haki de observación, no detectarás ninguna presencia en las cercanías. Joder, qué tensión. La nieve sigue cayendo suavemente, cubriendo parte del rastro, pero todavía es visible. ¿Significará eso que esa sustancia lleva ahí poco tiempo? Quién sabe. Si os fijáis la nieve cae tan lentamente que no termina de taparla, así que no es muy seguro. Por cierto, Lilyd, desde los hombros de Ragn, no deja de señalar hacia el monte, como si su intuición infantil captara algo que vosotros aún no entendéis. Oye, no tendrá super-poderes esta niña, ¿no? Yo no narro cosas raras, os aviso.
En fin, que la decisión queda en vuestras manos. Podéis acercaros al rastro y descubrir qué lo causó, o seguir avanzando hacia las alturas. La montaña parece tranquila, pero su manto de nieve podría estar ocultando más secretos de los que aparenta.
Pasáis cerca del gran edificio, imponente como un guardián inmortal. A su puerta, dos guardias vigilan que nadie entre sin autorización, y aunque parecen aburridos de estar ahí parados, siguen realizando su trabajo con profesionalidad. La estructura de madera y piedra sigue irradiando ese aura de autoridad y antigüedad que resulta casi palpable en muchos de los edificios de esta gran isla. Es entonces cuando, gracias a tu haki de observación, Ragn, comienzas a sentir las presencias en su interior. Son muchas, tal vez cuarenta, quizá cuarenta y cinco. La mayoría parecen estar reunidas en una sala central, concentradas en un único punto. A ojo y sin pararte a contarlas una a una dirías que pueden ser unas treinta. A medida que te enfocas más, percibes cómo las fuerzas varían entre ellos. Diez presencias te resultan familiares en su intensidad, como si fueran equiparables a la tuya. Sin embargo, hay tres o cuatro que destacan, superándote ligeramente, mientras que el resto están un poco por debajo de tu nivel. Las demás presencias son más débiles, quizá guardias o luchadores con menos poderío, o puede que incluso sirvientes, pero están ahí, como un reflejo menor dentro de ese conjunto. ¿Qué diablos estarán hablando ahí? Me vais a dejar con la intriga en esta historia... Y yo que quería saber de qué hablaban. En fin, no pasa nada, os lo perdono porque sois vosotros.
Las puertas del salón permanecen cerradas, como si resguardaran el corazón de un misterio que no quiere revelarse —y que parece que no se revelará por ahora, porque los protagonistas quieren jugar con la nieve. En fin, la hipotenusa—. Airgid, ¿estás notando esas miradas? Si te giras notarás que no son directamente hacia ti, sino al edificio, aunque el interés general parece haber menguado. La vida en el poblado vuelve lentamente a la normalidad, y la curiosidad de los locales se disipa como el humo que sale de las chimeneas. Una pena, nos quedamos sin salseo. Por ahora.
Continuáis vuestro camino hacia las montañas, dejando atrás el bullicio de la villa. El paisaje empieza a cambiar. A medida que os alejáis del centro, las casas se vuelven menos frecuentes, y los caminos se estrechan, dando paso a la naturaleza del lugar. La nieve cruje bajo vuestras botas, y un silencio agradable reemplaza el ruido de la vida cotidiana. Los árboles os rodean con sus altos troncos oscuros, algunos cargados con gruesas capas de nieve que parecen a punto de caer con el más mínimo movimiento.
Finalmente, al llegar a la base de la montaña, os encontráis con una bifurcación. Dos caminos se abren ante vosotros. El primero, una senda más inclinada, parece llevaros directamente hacia lo alto, pero promete un esfuerzo bastante más intenso que el otro. El segundo, en cambio, es un sendero más suave que bordea la montaña, extendiéndose hacia lo que parece ser su parte trasera que, por otro lado, no sabemos si tendrá una inclinación tan elevada. Ambos tienen su encanto, pero requieren una decisión. No parece muy difícil, y seguro que nuestra pareja favorita llega a un consenso en esto, ¿verdad?
Pero... Espera… Algo capta vuestra atención. A lo lejos, justo donde la inclinación del terreno comienza a ser más pronunciada, hay un rastro que no pasa desapercibido. Sobre la nieve blanca, manchas de color rojo oscuro se extienden de manera irregular. Parece sangre, aunque la distancia no os permite determinar su origen o extensión. A ojo diría que estarán a unos doscientos metros. Quizá un poco más.
Ragn, si sigues usando tu haki de observación, no detectarás ninguna presencia en las cercanías. Joder, qué tensión. La nieve sigue cayendo suavemente, cubriendo parte del rastro, pero todavía es visible. ¿Significará eso que esa sustancia lleva ahí poco tiempo? Quién sabe. Si os fijáis la nieve cae tan lentamente que no termina de taparla, así que no es muy seguro. Por cierto, Lilyd, desde los hombros de Ragn, no deja de señalar hacia el monte, como si su intuición infantil captara algo que vosotros aún no entendéis. Oye, no tendrá super-poderes esta niña, ¿no? Yo no narro cosas raras, os aviso.
En fin, que la decisión queda en vuestras manos. Podéis acercaros al rastro y descubrir qué lo causó, o seguir avanzando hacia las alturas. La montaña parece tranquila, pero su manto de nieve podría estar ocultando más secretos de los que aparenta.