Marian
Marian
17-01-2025, 09:36 PM
Marian permaneció inmóvil por unos instantes, sus ojos fijados en los de aquella extraña mujer, atrapados en esa vastedad que parecía contener galaxias enteras. Su mano, aferrada al bastón, temblaba ligeramente, pero no por miedo, sino por la presión que sentía en ese lugar, como si la misma cueva tratara de colarse en su interior, de arrancar algo de él. O de devorarlo, incluso. Dio un paso adelante, dejando que su peso resonara sobre el suelo irregular, un sonido firme que rompió momentáneamente el opresivo silencio.
“¿Costo?” Su voz resonó baja, pero lo suficientemente alta como para ser tan escuchado. Marian dejó escapar una risa seca, sin humor, mientras se llevaba la mano libre a la petaca de su cinturón, dando un trago lento y ceremonioso antes de guardarla. “He pagado más costos de los que puedas imaginar.” Posó el bastón sobre su hombro, luego de darle un par de vueltas con su diestra, como si estuviese danzando con él. Su tono era seco, quizá cortante y frío, pero era la manera que él conocía de aproximarse a otras personas. Necesitaba sentir el peso de su mazo para anclarse a la realidad que comenzaba a desdibujarse a su alrededor.
“Si este lugar tiene conciencia, como dices, entonces ya me conoce. Sabe lo que soy y lo que he hecho.” Los enigmas no eran su punto fuerte y la situación comenzaba a desbordarle. Su mirada recorrió el altar y las figuras que parecían danzar en las sombras, deteniéndose un momento en las runas que pulsaban como venas vivas. El temblor del suelo, las voces susurrantes, el aire denso que se arremolinaba… todo conspiraba para despojarlo de cualquier certeza. Pero Marian no quería retroceder. Entendía que aquello era un desafío hacia su fe, y eso era algo que nadie podía quebrar. “No busco respuestas. Busco cumplir una misión. Y demostrar con ello mi fe. Mi esencia." Se lamía los labios, luego de que una pequeña gota de sangre descendiera de sus colmillos. Su voz parecía endurecerse en las últimas palabras, un destello de rabia contenida que pareció cortar el aire.
Giró la cabeza hacia la mujer, sus ojos clavados en los suyos con una intensidad que buscaba igualar la suya. “Si lo que hay ahí adelante me quiere quebrar, que lo intente. Si este sendero termina en mi final, que así sea. Pero si esta… verdad…” Marian señaló hacia el pasaje oscuro que aguardaba como una bestia hambrienta. Decidió conscientemente no continuar con aquella frase. Dejar un poco a la libre imaginación, contribuir al clima de enigma que aquella mujer había construido. No quería dejarse llevar por sus palabras, que parecían arrastrarle hacia un abismo, que le hacían hablar más de lo habitual. Tenía que ser precavido, cauteloso. Todavía no comprendía la situación lo suficiente como para dar un paso en falso.
Dejó caer el mazo al suelo, solo un instante, provocando que su peso resonara una vez más antes de levantarlo con ambas manos, sosteniéndolo frente a sí como una ofrenda y un desafío. Dio otro paso hacia el pasaje, su mirada fija en la oscuridad más allá. “Adelante, entonces. Tú dices que este lugar habla. Pues que hable. Yo escucharé.” Suspiró.
"Amén".
“¿Costo?” Su voz resonó baja, pero lo suficientemente alta como para ser tan escuchado. Marian dejó escapar una risa seca, sin humor, mientras se llevaba la mano libre a la petaca de su cinturón, dando un trago lento y ceremonioso antes de guardarla. “He pagado más costos de los que puedas imaginar.” Posó el bastón sobre su hombro, luego de darle un par de vueltas con su diestra, como si estuviese danzando con él. Su tono era seco, quizá cortante y frío, pero era la manera que él conocía de aproximarse a otras personas. Necesitaba sentir el peso de su mazo para anclarse a la realidad que comenzaba a desdibujarse a su alrededor.
“Si este lugar tiene conciencia, como dices, entonces ya me conoce. Sabe lo que soy y lo que he hecho.” Los enigmas no eran su punto fuerte y la situación comenzaba a desbordarle. Su mirada recorrió el altar y las figuras que parecían danzar en las sombras, deteniéndose un momento en las runas que pulsaban como venas vivas. El temblor del suelo, las voces susurrantes, el aire denso que se arremolinaba… todo conspiraba para despojarlo de cualquier certeza. Pero Marian no quería retroceder. Entendía que aquello era un desafío hacia su fe, y eso era algo que nadie podía quebrar. “No busco respuestas. Busco cumplir una misión. Y demostrar con ello mi fe. Mi esencia." Se lamía los labios, luego de que una pequeña gota de sangre descendiera de sus colmillos. Su voz parecía endurecerse en las últimas palabras, un destello de rabia contenida que pareció cortar el aire.
Giró la cabeza hacia la mujer, sus ojos clavados en los suyos con una intensidad que buscaba igualar la suya. “Si lo que hay ahí adelante me quiere quebrar, que lo intente. Si este sendero termina en mi final, que así sea. Pero si esta… verdad…” Marian señaló hacia el pasaje oscuro que aguardaba como una bestia hambrienta. Decidió conscientemente no continuar con aquella frase. Dejar un poco a la libre imaginación, contribuir al clima de enigma que aquella mujer había construido. No quería dejarse llevar por sus palabras, que parecían arrastrarle hacia un abismo, que le hacían hablar más de lo habitual. Tenía que ser precavido, cauteloso. Todavía no comprendía la situación lo suficiente como para dar un paso en falso.
Dejó caer el mazo al suelo, solo un instante, provocando que su peso resonara una vez más antes de levantarlo con ambas manos, sosteniéndolo frente a sí como una ofrenda y un desafío. Dio otro paso hacia el pasaje, su mirada fija en la oscuridad más allá. “Adelante, entonces. Tú dices que este lugar habla. Pues que hable. Yo escucharé.” Suspiró.
"Amén".