Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
18-01-2025, 08:50 AM
El aire dentro de la cueva cambió sutilmente cuando Marian dio un paso más hacia el pasaje oscuro. Las runas, que hasta entonces pulsaban con un ritmo irregular, comenzaron a brillar más intensamente, como si el espacio estuviera reaccionando a su presencia. Las paredes parecían respirar, exhalando un tenue vapor gris que se filtraba entre las grietas, serpenteando con un movimiento que no podía ser natural. Este gas comenzó a llenar lentamente la sala, rodeándolo como si buscara algo. No atacaba, al menos no de forma inmediata, pero su presencia se sentía invasiva, como un peso invisible que se aferraba al cuerpo y la mente. La mujer, que hasta ese momento había permanecido en silencio, dejó escapar un suspiro. Sus ojos, profundos como un abismo, parecían medir cada palabra de Marian, como si las pesara en una balanza invisible. Finalmente, habló con una voz tranquila, casi maternal, que contrastaba con el ambiente opresivo. —Todos han pagado costos, Marian. Pero no todos saben si el precio que pagaron fue suficiente. Este lugar… —señaló las runas con un movimiento casi imperceptible de su cabeza— ...es un juez severo. Y lo que busca no es lo que llevas en tus manos, sino lo que cargas dentro.
El vapor se arremolinaba alrededor de sus pies, moviéndose como si estuviera vivo, y comenzó a subir lentamente. En el aire flotaban susurros, pero aún no se distinguían claramente. Las sombras proyectadas por las runas bailaban en las paredes, dibujando formas que parecían figuras humanas distorsionadas, como si el lugar quisiera que las observara detenidamente. Ante sus palabras, la mujer ladeó la cabeza con una leve sonrisa, sin apartar la mirada de Marian. —¿Quieres escuchar a este lugar? —preguntó, con un tono cargado de cierta ironía.— Pues cuidado con lo que deseas. Escuchar no es siempre comprender. Y a veces, lo que escuchas no es lo que quieres oír.
A medida que el gas ascendía, Marian podía notar que el aire se volvía más denso, dificultando ligeramente la respiración. No era un veneno que atacara de inmediato, pero la pesadez del ambiente comenzaba a colarse en cada rincón del espacio, y quizás también dentro de su mente. Las runas en las paredes parecían latir con más fuerza, emitiendo un brillo que se reflejaba en las pupilas de la mujer, haciéndolas parecer aún más profundas y enigmáticas. El pasaje oscuro frente a él seguía esperándolo, como la boca de una bestia abierta. Desde algún lugar dentro de esa oscuridad, una figura parecía moverse, pero era imposible distinguir su forma exacta. Los susurros a su alrededor comenzaron a tomar fuerza, fragmentos de palabras en idiomas extraños, mezclados con frases que podrían ser familiares si se escuchaban lo suficiente. La mujer dio un paso al frente, acercándose apenas lo suficiente como para que su voz sonara clara por encima de los ecos del lugar. —Si el gas te quebranta, si las voces te confunden, entonces este no era tu camino. Pero si logras avanzar, Marian, este lugar revelará algo que ningún hombre puede alcanzar sin sacrificio. No te pregunta quién eres. Te pregunta quién quieres ser después de pasar por aquí.
Un leve movimiento de su mano, como si quisiera disipar las palabras en el aire, dejó claro que la elección seguía siendo suya. El gas comenzaba a ser más espeso, y las figuras proyectadas en las paredes se movían con más rapidez, como si algo en la cueva estuviera acelerando. La mujer se quedó quieta, observándolo mientras el entorno a su alrededor parecía tomar vida propia. Sus palabras, sin embargo, seguían resonando en el aire. Ahora dependía de Marian cómo respondería al desafío del lugar.
El vapor se arremolinaba alrededor de sus pies, moviéndose como si estuviera vivo, y comenzó a subir lentamente. En el aire flotaban susurros, pero aún no se distinguían claramente. Las sombras proyectadas por las runas bailaban en las paredes, dibujando formas que parecían figuras humanas distorsionadas, como si el lugar quisiera que las observara detenidamente. Ante sus palabras, la mujer ladeó la cabeza con una leve sonrisa, sin apartar la mirada de Marian. —¿Quieres escuchar a este lugar? —preguntó, con un tono cargado de cierta ironía.— Pues cuidado con lo que deseas. Escuchar no es siempre comprender. Y a veces, lo que escuchas no es lo que quieres oír.
A medida que el gas ascendía, Marian podía notar que el aire se volvía más denso, dificultando ligeramente la respiración. No era un veneno que atacara de inmediato, pero la pesadez del ambiente comenzaba a colarse en cada rincón del espacio, y quizás también dentro de su mente. Las runas en las paredes parecían latir con más fuerza, emitiendo un brillo que se reflejaba en las pupilas de la mujer, haciéndolas parecer aún más profundas y enigmáticas. El pasaje oscuro frente a él seguía esperándolo, como la boca de una bestia abierta. Desde algún lugar dentro de esa oscuridad, una figura parecía moverse, pero era imposible distinguir su forma exacta. Los susurros a su alrededor comenzaron a tomar fuerza, fragmentos de palabras en idiomas extraños, mezclados con frases que podrían ser familiares si se escuchaban lo suficiente. La mujer dio un paso al frente, acercándose apenas lo suficiente como para que su voz sonara clara por encima de los ecos del lugar. —Si el gas te quebranta, si las voces te confunden, entonces este no era tu camino. Pero si logras avanzar, Marian, este lugar revelará algo que ningún hombre puede alcanzar sin sacrificio. No te pregunta quién eres. Te pregunta quién quieres ser después de pasar por aquí.
Un leve movimiento de su mano, como si quisiera disipar las palabras en el aire, dejó claro que la elección seguía siendo suya. El gas comenzaba a ser más espeso, y las figuras proyectadas en las paredes se movían con más rapidez, como si algo en la cueva estuviera acelerando. La mujer se quedó quieta, observándolo mientras el entorno a su alrededor parecía tomar vida propia. Sus palabras, sin embargo, seguían resonando en el aire. Ahora dependía de Marian cómo respondería al desafío del lugar.