Octojin
El terror blanco
20-01-2025, 10:30 AM
La nieve sigue cayendo despacio mientras continuáis avanzando y el bosque os rodea con su tranquilidad invernal. Los troncos altos y oscuros de los árboles parecen gigantes inmutables, mientras las ramas cargadas de nieve se curvan levemente con el peso del propio agua helada. Cada tanto, un montón de nieve cae de alguna rama con un sonido sordo, interrumpiendo el casi absoluto silencio del lugar. Durante vuestro camino son varios los montones que caen cerca de vosotros, pero ninguno os logra impactar. Tampoco es que os fuera a hacer mucho, más allá de bajaros la temperatura corporal un poco. Aunque si le cae a uno de los niños... Bueno, no nos pongamos a pensar en esas cosas, ¿no?
A vuestros pies, el camino sigue siendo visible, aunque la nieve fresca y la que cae de los árboles lo borran parcialmente. Aquí y allá, las pisadas de algún animal o persona se mezclan con las huellas de vuestras propias botas. No os es muy fácil seguir el rastro, puesto que desaparece y aparece poco a poco, pero lo conseguís hacer.
El aire está cargado con ese frío limpio que hace arder ligeramente los pulmones. Las risas de los niños ante tantos estímulos añaden un toque cálido al entorno, un contraste con la atmósfera algo opresiva del bosque. No hay viento, solo el sonido de vuestra marcha y el crujir constante de la nieve bajo vuestros pasos.
Han pasado unos cinco minutos desde que os adentrasteis en el bosque cuando, de repente, Ragn siente algo. Es una presencia poderosa, incluso más fuerte que la suya propia. Pero hay algo extraño: esa fuerza está debilitada, como si estuviera al borde del colapso. La sensación es clara y no admite dudas.
La presencia no está lejos, pero algo en ella es distinto. Ragn, puedes intuir que algo importante está sucediendo, la presencia que notas, pese a ser muy poderosa, la notas ciertamente debilitada. Mucho, dirías. Imagino que querréis llegar hasta esa presencia, ¿no? Si lo intentáis, notaréis cómo el paisaje comienza a cambiar. Los árboles son más gruesos ahí, y el terreno se vuelve ligeramente más inclinado. Entonces, la veis.
Apoyada contra un árbol, está una mujer imponente, aunque claramente al borde del colapso. Su cuerpo está cubierto de sangre, que mancha la nieve a su alrededor. Su cabello largo, de un moreno sucio, está enredado y manchado, y su rostro, de facciones afiladas y marcadas por la sangre, está torcido en una mueca de dolor. Sus ojos, de un azul helado, os observan con una mezcla de hostilidad y agotamiento.
Lleva una armadura ligera de cuero endurecido, adornada con grabados rúnicos que apenas son visibles entre la sangre y la suciedad. En una mano sostiene un arma, una lanza con la punta astillada pero aún amenazante. En la otra, presiona una herida profunda en su costado. Cada respiración que toma es pesada, como si le costara mantenerse consciente.
—¿Quiénes sois vosotros? —pregunta con voz ronca, entrecortada. Sus palabras tienen un acento extraño, uno que no reconocéis del todo, y su tono es claramente hostil. La lanza tiembla levemente en su mano mientras os apunta, pero su determinación es palpable a pesar de su estado. Podéis notar que es poderosa, y una guerrera, desde luego. Sus facciones indican que podría ser una buccaneer.
Aunque eso no es todo. Algo más llama vuestra atención. Sobre las ramas de los árboles cercanos, una bandada de cuervos os observa en completo silencio. Sus plumas negras contrastan con el blanco puro del paisaje, y sus ojos brillan con una inteligencia inquietante. Hay algo extraño en ellos, algo que hace que su presencia sea casi tan imponente como la de la mujer.
El aire parece más pesado aquí, cargado con una tensión que no habíais sentido antes. Los cuervos no se mueven, no graznan, solo observan. La mujer jadea, claramente luchando por mantenerse en pie, pero su mirada no vacila mientras espera vuestra respuesta.
El silencio del bosque os envuelve, junto a la situación. El único sonido es el de vuestra respiración y el leve crujir de la nieve bajo vuestros pies si os movéis. La mujer no baja su arma, y los cuervos parecen no quitaros los ojos de encima. La escena es inquietante, como si el bosque entero estuviera conteniendo la respiración, esperando vuestro siguiente movimiento.
A vuestros pies, el camino sigue siendo visible, aunque la nieve fresca y la que cae de los árboles lo borran parcialmente. Aquí y allá, las pisadas de algún animal o persona se mezclan con las huellas de vuestras propias botas. No os es muy fácil seguir el rastro, puesto que desaparece y aparece poco a poco, pero lo conseguís hacer.
El aire está cargado con ese frío limpio que hace arder ligeramente los pulmones. Las risas de los niños ante tantos estímulos añaden un toque cálido al entorno, un contraste con la atmósfera algo opresiva del bosque. No hay viento, solo el sonido de vuestra marcha y el crujir constante de la nieve bajo vuestros pasos.
Han pasado unos cinco minutos desde que os adentrasteis en el bosque cuando, de repente, Ragn siente algo. Es una presencia poderosa, incluso más fuerte que la suya propia. Pero hay algo extraño: esa fuerza está debilitada, como si estuviera al borde del colapso. La sensación es clara y no admite dudas.
La presencia no está lejos, pero algo en ella es distinto. Ragn, puedes intuir que algo importante está sucediendo, la presencia que notas, pese a ser muy poderosa, la notas ciertamente debilitada. Mucho, dirías. Imagino que querréis llegar hasta esa presencia, ¿no? Si lo intentáis, notaréis cómo el paisaje comienza a cambiar. Los árboles son más gruesos ahí, y el terreno se vuelve ligeramente más inclinado. Entonces, la veis.
Apoyada contra un árbol, está una mujer imponente, aunque claramente al borde del colapso. Su cuerpo está cubierto de sangre, que mancha la nieve a su alrededor. Su cabello largo, de un moreno sucio, está enredado y manchado, y su rostro, de facciones afiladas y marcadas por la sangre, está torcido en una mueca de dolor. Sus ojos, de un azul helado, os observan con una mezcla de hostilidad y agotamiento.
Lleva una armadura ligera de cuero endurecido, adornada con grabados rúnicos que apenas son visibles entre la sangre y la suciedad. En una mano sostiene un arma, una lanza con la punta astillada pero aún amenazante. En la otra, presiona una herida profunda en su costado. Cada respiración que toma es pesada, como si le costara mantenerse consciente.
—¿Quiénes sois vosotros? —pregunta con voz ronca, entrecortada. Sus palabras tienen un acento extraño, uno que no reconocéis del todo, y su tono es claramente hostil. La lanza tiembla levemente en su mano mientras os apunta, pero su determinación es palpable a pesar de su estado. Podéis notar que es poderosa, y una guerrera, desde luego. Sus facciones indican que podría ser una buccaneer.
Aunque eso no es todo. Algo más llama vuestra atención. Sobre las ramas de los árboles cercanos, una bandada de cuervos os observa en completo silencio. Sus plumas negras contrastan con el blanco puro del paisaje, y sus ojos brillan con una inteligencia inquietante. Hay algo extraño en ellos, algo que hace que su presencia sea casi tan imponente como la de la mujer.
El aire parece más pesado aquí, cargado con una tensión que no habíais sentido antes. Los cuervos no se mueven, no graznan, solo observan. La mujer jadea, claramente luchando por mantenerse en pie, pero su mirada no vacila mientras espera vuestra respuesta.
El silencio del bosque os envuelve, junto a la situación. El único sonido es el de vuestra respiración y el leve crujir de la nieve bajo vuestros pies si os movéis. La mujer no baja su arma, y los cuervos parecen no quitaros los ojos de encima. La escena es inquietante, como si el bosque entero estuviera conteniendo la respiración, esperando vuestro siguiente movimiento.