Galhard
Gal
10-08-2024, 10:34 PM
Galhard miró detenidamente el atajo que tenía ante él, una escalera de madera desgastada por el tiempo y cubierta de raíces que se aferraban a la piedra como dedos esqueléticos. No era el camino más seguro, pero la curiosidad lo empujaba a explorar lo que podría haber más allá. Después de todo, su misión era asegurarse de que todo estuviera en orden en esa parte de la isla, y un desvío más directo le permitiría llegar más rápido a la cala y al barco que había avistado en la lejanía.
Con cautela, comenzó a descender por la antigua escalera, sus botas resonando suavemente sobre la madera crujiente. El viento soplaba con más fuerza aquí, levantando pequeños remolinos de arena y hojas secas que se arremolinaban a su alrededor. Cada paso requería una cuidadosa evaluación del siguiente, pues un mal movimiento podría significar una caída peligrosa. A pesar de ello, Galhard se mantuvo firme, confiando en su equilibrio y en su capacidad para adaptarse a cualquier terreno.
A medida que descendía, el paisaje que se desplegaba ante sus ojos era simplemente impresionante. Desde esta altura, podía ver cómo la costa se curvaba suavemente hacia el horizonte, formando pequeñas calas escondidas entre los acantilados. El mar, de un azul profundo, se extendía hasta donde la vista alcanzaba, brillando bajo la luz del sol que comenzaba a descender en el cielo. Las olas rompían suavemente contra las rocas, creando un sonido constante y rítmico que llenaba el aire de una calma relajante.
Finalmente, después de unos minutos de descenso cuidadoso, Galhard llegó a la base del acantilado. Se encontraba en una pequeña franja de arena, rodeada por altas paredes rocosas que protegían la cala de los vientos más fuertes. El aroma a salitre se mezclaba con el sutil perfume de las plantas costeras que crecían entre las grietas de las rocas, llenando sus pulmones con una mezcla vigorizante.
El sol, ahora más bajo en el cielo, arrojaba largos haces de luz dorada que pintaban la arena con tonos cálidos, y el agua reflejaba el cielo con destellos plateados. Galhard se tomó un momento para absorber la serenidad del lugar, permitiéndose unos instantes de contemplación. Era un contraste absoluto con la bulliciosa actividad que había dejado atrás en el pueblo. Aquí, en esta cala oculta, parecía como si el tiempo se hubiera detenido, ofreciendo una paz que era difícil de encontrar en otros lugares.
Continuó su camino por la arena, notando cómo sus pasos dejaban huellas profundas que la brisa marina pronto comenzaría a borrar. A lo lejos, sobre las dunas, divisó la columna de humo que había visto desde la distancia. Ahora más cerca, podía ver que el humo se elevaba perezosamente hacia el cielo desde una fogata junto a la cual había un hombre sentado. La figura, aunque distante y envuelta en el resplandor del fuego, parecía tranquila, inmóvil, como si formara parte del paisaje mismo.
Galhard decidió no acercarse de inmediato. En lugar de ello, optó por tomar un desvío ligero, bordeando la cala para tener una mejor vista de la costa y asegurarse de que no había otras amenazas escondidas en las sombras. A medida que avanzaba, sus ojos se deleitaban con los detalles del entorno. Las rocas que bordeaban la cala estaban cubiertas de una fina capa de musgo verde y pequeñas conchas marinas que brillaban como diminutas joyas al sol. Algunas aves marinas volaban en círculos sobre el agua, emitiendo ocasionales chillidos mientras buscaban su próxima comida.
Sin apresurarse, Galhard se acercó a la orilla de la cala, donde las olas lamían suavemente la arena antes de retroceder al mar. Se agachó un momento, dejando que el agua fría le mojara los dedos, disfrutando de la sensación refrescante en su piel. La conexión con la naturaleza en ese lugar era tan palpable que casi podía sentir cómo su cuerpo y mente se sincronizaban con el ritmo del entorno.
Finalmente, con el sol comenzando a rozar el horizonte y el cielo tiñéndose de tonos anaranjados y rosados, Galhard decidió que era hora de investigar más de cerca. La figura junto al fuego seguía sin moverse, y el barco permanecía anclado en su lugar, como un guardián silencioso del misterioso encuentro que estaba por venir.
Con cautela, comenzó a descender por la antigua escalera, sus botas resonando suavemente sobre la madera crujiente. El viento soplaba con más fuerza aquí, levantando pequeños remolinos de arena y hojas secas que se arremolinaban a su alrededor. Cada paso requería una cuidadosa evaluación del siguiente, pues un mal movimiento podría significar una caída peligrosa. A pesar de ello, Galhard se mantuvo firme, confiando en su equilibrio y en su capacidad para adaptarse a cualquier terreno.
A medida que descendía, el paisaje que se desplegaba ante sus ojos era simplemente impresionante. Desde esta altura, podía ver cómo la costa se curvaba suavemente hacia el horizonte, formando pequeñas calas escondidas entre los acantilados. El mar, de un azul profundo, se extendía hasta donde la vista alcanzaba, brillando bajo la luz del sol que comenzaba a descender en el cielo. Las olas rompían suavemente contra las rocas, creando un sonido constante y rítmico que llenaba el aire de una calma relajante.
Finalmente, después de unos minutos de descenso cuidadoso, Galhard llegó a la base del acantilado. Se encontraba en una pequeña franja de arena, rodeada por altas paredes rocosas que protegían la cala de los vientos más fuertes. El aroma a salitre se mezclaba con el sutil perfume de las plantas costeras que crecían entre las grietas de las rocas, llenando sus pulmones con una mezcla vigorizante.
El sol, ahora más bajo en el cielo, arrojaba largos haces de luz dorada que pintaban la arena con tonos cálidos, y el agua reflejaba el cielo con destellos plateados. Galhard se tomó un momento para absorber la serenidad del lugar, permitiéndose unos instantes de contemplación. Era un contraste absoluto con la bulliciosa actividad que había dejado atrás en el pueblo. Aquí, en esta cala oculta, parecía como si el tiempo se hubiera detenido, ofreciendo una paz que era difícil de encontrar en otros lugares.
Continuó su camino por la arena, notando cómo sus pasos dejaban huellas profundas que la brisa marina pronto comenzaría a borrar. A lo lejos, sobre las dunas, divisó la columna de humo que había visto desde la distancia. Ahora más cerca, podía ver que el humo se elevaba perezosamente hacia el cielo desde una fogata junto a la cual había un hombre sentado. La figura, aunque distante y envuelta en el resplandor del fuego, parecía tranquila, inmóvil, como si formara parte del paisaje mismo.
Galhard decidió no acercarse de inmediato. En lugar de ello, optó por tomar un desvío ligero, bordeando la cala para tener una mejor vista de la costa y asegurarse de que no había otras amenazas escondidas en las sombras. A medida que avanzaba, sus ojos se deleitaban con los detalles del entorno. Las rocas que bordeaban la cala estaban cubiertas de una fina capa de musgo verde y pequeñas conchas marinas que brillaban como diminutas joyas al sol. Algunas aves marinas volaban en círculos sobre el agua, emitiendo ocasionales chillidos mientras buscaban su próxima comida.
Sin apresurarse, Galhard se acercó a la orilla de la cala, donde las olas lamían suavemente la arena antes de retroceder al mar. Se agachó un momento, dejando que el agua fría le mojara los dedos, disfrutando de la sensación refrescante en su piel. La conexión con la naturaleza en ese lugar era tan palpable que casi podía sentir cómo su cuerpo y mente se sincronizaban con el ritmo del entorno.
Finalmente, con el sol comenzando a rozar el horizonte y el cielo tiñéndose de tonos anaranjados y rosados, Galhard decidió que era hora de investigar más de cerca. La figura junto al fuego seguía sin moverse, y el barco permanecía anclado en su lugar, como un guardián silencioso del misterioso encuentro que estaba por venir.