Arthur Soriz
Gramps
21-01-2025, 01:22 AM
(Última modificación: 21-01-2025, 01:23 AM por Arthur Soriz.)
Con las últimas luces colocadas y las guirnaldas ondeando suavemente al compás de la brisa nocturna, la plaza de Loguetown quedó transformada en un espectáculo de luces y colores. La multitud que había estado trabajando codo a codo con los Marines se detuvo por un momento para admirar la belleza que habían creado juntos. Las risas de los niños resonaban entre la multitud, las parejas se tomaban de la mano mientras paseaban por el lugar y los ancianos miraban con nostalgia la escena que se había formado.
Cuando ustedes tres hicieron un gesto para retirarse... la gente comenzó a acercarse uno a uno, agradeciéndoles de todo corazón. Un grupo de tres jóvenes adolescentes, a los cuales Ares conocía de antemano se acercaron a este, el muchacho de la bufanda bonita hablando por todos aunque siquiera fuera el 'líder'.
— Gracias... de verdad. —dijo de forma costosa, no por ego ni orgullo sino más bien porque no quería llorar. Los otros dos que lo acompañaban asintieron con la cabeza, agradeciéndote también, Ares.
Una mujer joven sosteniendo a su hija pequeña se acercó con una sonrisa sincera.
— Este será un recuerdo que mi hija guardará por siempre. Ustedes nos han dado algo más que decoraciones...
Los agradecimientos continuaron, cada palabra más sentida que la anterior. Para muchos lo que los tres marines habían hecho podía parecer una tarea simple, algo que podría pasar desapercibido en el bullicio del día a día. Pero para aquellos a quienes habían interactuado directamente con ellos ese gesto era un símbolo de bondad y unidad que resonaría en sus corazones durante años.
Los niños corrían alrededor de los marines, algunos con pequeñas coronas de papel hechas por ellos mismos, intentando regalárselas como muestra de gratitud. Una niña, con los ojos brillantes, le ofreció a Dan una corona, murmurando tímidamente.
— Para que no olvides lo que hiciste por nosotros.
Alaric recibió una palmada en la espalda por parte de un comerciante que, entre risas, le habló.
— Eres un gigante con un corazón aún más grande. Gracias, de verdad.
Con el ambiente impregnado de júbilo y gratitud, los tres marines se despidieron finalmente de la multitud, dejando atrás una plaza que ahora brillaba no solo por las luces, sino por el espíritu de unidad que habían ayudado a encender. De regreso a la base de la Marina solo hubo silencio aunque no incómodo, interrumpido solo por los ecos lejanos de las celebraciones en la plaza. Cada uno de ellos sabía que habían cumplido más que una simple misión... habían dejado una marca imborrable en los corazones de quienes los habían presenciado.
Al llegar a la base reportaron su éxito, conscientes de que para muchos lo que habían hecho podría ser visto solo como parte de su deber. Pero ellos sabían, en lo más profundo, que por más que no se olvidarían nunca de lo que habían hecho esa tarde.
Cuando ustedes tres hicieron un gesto para retirarse... la gente comenzó a acercarse uno a uno, agradeciéndoles de todo corazón. Un grupo de tres jóvenes adolescentes, a los cuales Ares conocía de antemano se acercaron a este, el muchacho de la bufanda bonita hablando por todos aunque siquiera fuera el 'líder'.
— Gracias... de verdad. —dijo de forma costosa, no por ego ni orgullo sino más bien porque no quería llorar. Los otros dos que lo acompañaban asintieron con la cabeza, agradeciéndote también, Ares.
Una mujer joven sosteniendo a su hija pequeña se acercó con una sonrisa sincera.
— Este será un recuerdo que mi hija guardará por siempre. Ustedes nos han dado algo más que decoraciones...
Los agradecimientos continuaron, cada palabra más sentida que la anterior. Para muchos lo que los tres marines habían hecho podía parecer una tarea simple, algo que podría pasar desapercibido en el bullicio del día a día. Pero para aquellos a quienes habían interactuado directamente con ellos ese gesto era un símbolo de bondad y unidad que resonaría en sus corazones durante años.
Los niños corrían alrededor de los marines, algunos con pequeñas coronas de papel hechas por ellos mismos, intentando regalárselas como muestra de gratitud. Una niña, con los ojos brillantes, le ofreció a Dan una corona, murmurando tímidamente.
— Para que no olvides lo que hiciste por nosotros.
Alaric recibió una palmada en la espalda por parte de un comerciante que, entre risas, le habló.
— Eres un gigante con un corazón aún más grande. Gracias, de verdad.
Con el ambiente impregnado de júbilo y gratitud, los tres marines se despidieron finalmente de la multitud, dejando atrás una plaza que ahora brillaba no solo por las luces, sino por el espíritu de unidad que habían ayudado a encender. De regreso a la base de la Marina solo hubo silencio aunque no incómodo, interrumpido solo por los ecos lejanos de las celebraciones en la plaza. Cada uno de ellos sabía que habían cumplido más que una simple misión... habían dejado una marca imborrable en los corazones de quienes los habían presenciado.
Al llegar a la base reportaron su éxito, conscientes de que para muchos lo que habían hecho podría ser visto solo como parte de su deber. Pero ellos sabían, en lo más profundo, que por más que no se olvidarían nunca de lo que habían hecho esa tarde.