Airgid Vanaidiam
Metalhead
21-01-2025, 04:20 PM
(Última modificación: 21-01-2025, 04:21 PM por Airgid Vanaidiam.)
Mira que había campo abierto y multitud de montañas en Skjoldheim, y justo tuvieron que encontrar la que tenía un rastro misterioso de sangre en el suelo. Aún así, decidieron seguir avanzando, porque eran aventureros y porque el peligro nunca les había frenado antes. Aquel lugar era diferente a las otras islas que había visitado Airgid anteriormente, desprendía un aura especial, y si de verdad querían adentrarse un poco más en la magia de la zona, tenían que correr algunos riesgos. Resultaba curiosa esa mezcla de emociones dentro de Airgid, pues por un lado se sentía tremendamente segura, no solo por estar acompañada de Ragnheidr, sino de su propio poder, de su propia fuerza. Sin embargo, por el otro lado, sus hijos estaban con ella, y eran tan pequeños, tan frágiles... si les pasaba cualquier cosa, jamás se lo perdonaría.
Continuaron avanzando con cierta cautela, hasta escuchar el aviso de Ragn. Notó la presencia de alguien, aún lejana y herida. Solo una persona... puede que le hubiera atacado algún animal, o que hubiera tenido un accidente en aquel terreno rocoso y escarpado. Airgid se sintió más tranquila, más cuando Ragn la tomó de la mano, apretándola en complicidad por un momento. — Eso haré. — Contestó con una sonrisa. Puede que estuvieran preocupándose demasiado, aún no habían encontrado nada que resultara excesivamente alarmante, y todo parecía tener una explicación lógica y sencilla. Lo que si hizo Airgid mientras volvían a avanzar, aproximándose cada vez más a aquella presencia, fue activar el poder de su fruta del diablo. En principio, trataría de sentir la presencia del metal a su alrededor. Estaba el metal que ella misma llevaba encima, pues se había acostumbrado a siempre llenar sus bolsillos con trozos más pequeños, además de que llevaba sus propias herramientas en la mochila. Pero trató de concentrarse más en el metal que pudiera haber en el terreno, cualquier tipo de veta metálica que se encontrara incrustada en el interior del suelo o de la montaña. El metal no solo le servía a Airgid para atacar, sino también para defender, y era lo que más le interesaba en ese momento.
Entonces la encontraron. Se trataba de una mujer, malherida, apoyada contra el ancho tronco de un árbol. Mientras la observaba con detenimiento, Airgid protegió a Lilyd en su pecho, colocándola en medio de sus dos hermanos en aquella tela ajustada al tronco que usaba para portar a los bebés con más comodidad. Eso le dejaría las manos libres si tenía que actuar, cosa que ya empezó a hacer. Mientras Ragnheidr se dedicaba a hablar con ella, Airgid observó los cuervos a su alrededor. Parece que Ragn también se había dado cuenta de que esos animales no estaban actuando con normalidad. Cada isla era un misterio, y puede que en Skjoldheim, las aves fueran más agresivas de lo común, no tenían forma de saberlo, pero no le olía demasiado bien. Así que no le quedó otra que activar ella también su haki de observación, no con la intención de ver algo más allá de Ragnheidr, sino porque si la atacaban a ella directamente, así podría reaccionar mejor.
Ragnheidr la miró, ella se la devolvió, primero a él, y luego a la mujer herida, posando sus ojos en ella. Estaba realmente mal. — Llevamos vendas y algo para curarte las heridas. ¿Quién te atacó? ¿Cómo te llamas? — De momento, no se acercó, pues sospechaba de ella y de los detonantes por los que pudiera encontrarse en aquella situación. En caso de haber detectado algunas vetas de metal, la intención de Airgid sería atraerlas hacia ella, todas las que pudiera encontrar, cuantas más mejor.
Continuaron avanzando con cierta cautela, hasta escuchar el aviso de Ragn. Notó la presencia de alguien, aún lejana y herida. Solo una persona... puede que le hubiera atacado algún animal, o que hubiera tenido un accidente en aquel terreno rocoso y escarpado. Airgid se sintió más tranquila, más cuando Ragn la tomó de la mano, apretándola en complicidad por un momento. — Eso haré. — Contestó con una sonrisa. Puede que estuvieran preocupándose demasiado, aún no habían encontrado nada que resultara excesivamente alarmante, y todo parecía tener una explicación lógica y sencilla. Lo que si hizo Airgid mientras volvían a avanzar, aproximándose cada vez más a aquella presencia, fue activar el poder de su fruta del diablo. En principio, trataría de sentir la presencia del metal a su alrededor. Estaba el metal que ella misma llevaba encima, pues se había acostumbrado a siempre llenar sus bolsillos con trozos más pequeños, además de que llevaba sus propias herramientas en la mochila. Pero trató de concentrarse más en el metal que pudiera haber en el terreno, cualquier tipo de veta metálica que se encontrara incrustada en el interior del suelo o de la montaña. El metal no solo le servía a Airgid para atacar, sino también para defender, y era lo que más le interesaba en ese momento.
Entonces la encontraron. Se trataba de una mujer, malherida, apoyada contra el ancho tronco de un árbol. Mientras la observaba con detenimiento, Airgid protegió a Lilyd en su pecho, colocándola en medio de sus dos hermanos en aquella tela ajustada al tronco que usaba para portar a los bebés con más comodidad. Eso le dejaría las manos libres si tenía que actuar, cosa que ya empezó a hacer. Mientras Ragnheidr se dedicaba a hablar con ella, Airgid observó los cuervos a su alrededor. Parece que Ragn también se había dado cuenta de que esos animales no estaban actuando con normalidad. Cada isla era un misterio, y puede que en Skjoldheim, las aves fueran más agresivas de lo común, no tenían forma de saberlo, pero no le olía demasiado bien. Así que no le quedó otra que activar ella también su haki de observación, no con la intención de ver algo más allá de Ragnheidr, sino porque si la atacaban a ella directamente, así podría reaccionar mejor.
Ragnheidr la miró, ella se la devolvió, primero a él, y luego a la mujer herida, posando sus ojos en ella. Estaba realmente mal. — Llevamos vendas y algo para curarte las heridas. ¿Quién te atacó? ¿Cómo te llamas? — De momento, no se acercó, pues sospechaba de ella y de los detonantes por los que pudiera encontrarse en aquella situación. En caso de haber detectado algunas vetas de metal, la intención de Airgid sería atraerlas hacia ella, todas las que pudiera encontrar, cuantas más mejor.