
Raiga Gin Ebra
-
22-01-2025, 03:09 PM
Llegas al lugar siguiendo las indicaciones de las viejas cotorras, y vaya, al final no era tan difícil dar con la dichosa fiesta. Frente a ti, lo que parece ser la entrada de un evento clandestino se despliega con todo su "glamour". Una alfombra roja, o mejor dicho, rojo manchado, se extiende desde la entrada hasta la calle, con algunos bordes deshilachados y manchas que parecen testigos de batallas pasadas. Vamos, que alguien ha puesto esfuerzo en el montaje… aunque no tanto.
Dos armarios empotrados custodian la entrada, con listas en mano, revisando a cada persona que intenta colarse en lo que promete ser la fiesta del año. A medida que te acercas, ves a hombres y mujeres elegantemente vestidos pasando con una actitud digna, casi teatral. Tías enfundadas en vestidos ceñidos que apenas dejan espacio para respirar y tipos con trajes que probablemente habrán alquilado, porque no parecen pertenecer a nadie de Isla Tortuga. De todos modos, ¿qué hace esa gente ahí?
Te plantas frente a todo ese espectáculo, con tu vestido corto y accesorios brillantes que has saqueado de la tienda, y por un momento sientes que encajas. Mejor dicho, sabes que encajas. Te ajustas los guantes con dramatismo, colocas tus coletas con un toque coqueto y avanzas con la seguridad de una reina. Porque, vamos, ¿quién podría ignorar tu presencia? En mi narración ya te adelanto que nadie.
Uno de los armarios te clava la mirada. Es un tipo enorme, de brazos como troncos, gafas de sol oscuras y un aparto electrónico escondido en la oreja. Su expresión es impasible al principio, pero cuando sus ojos te recorren de arriba a abajo, un destello de interés aparece. Te guiña un ojo.
Oh, sí, Shaelia, lo has conseguido. Estás tan impresionante como creías, y este tipo acaba de confirmarlo. En ese momento, seguramente sientas que el mundo entero debería detenerse para admirarte. Y es que, en cierta medida, deberían hacerlo. De echo, yo lo estoy haciendo, que lo sepas.
Sin embargo, un pequeño obstáculo surge: la cola. Se forma un grupo de diez o doce personas porque alguien está teniendo problemas con su identificación. La fila avanza lentamente, y puedes ver a los invitados murmurando entre ellos, algunos impacientes, otros simplemente resignados, y los típicos acusicas señalando al pobre que está teniendo el problema. Pero el tipo que te guiñó el ojo vuelve a mirarte. Esta vez, te hace una seña con la mano, indicándote que te acerques.
Eso seguramente no haga otra cosa que reforzar tu ego, ¿no? Ya no hace falta ni cola para una diva como tú. Si es que vales millones. El hombre se quita las gafas de sol, revelando unos ojos oscuros que te observan con cierta intensidad.
—Sabíamos que era una broma que no podrías venir —dice con un tono serio pero cordial—. Menos mal, casi cancelamos la fiesta. Recuerda, tu actuación es la cuarta, justo después de la sirena. Y tu camerino es el segundo a la derecha, pero bueno, no tiene pérdida, tu nombre está estampado en él. Por aquí.
Te señala un camino lateral mientras te invita a pasar, ignorando la fila de gente que te mira como quien observa una flamante moto o quien ve un gol de su equipo en el último minuto. Bueno, perdón por este exceso de testosterona, te prometo que no habrá mucho más de aquí en adelante.
En fin, que si te decides a seguirle el rollo, te llevará hacia una zona que está algo lejos de la entrada principal, y parece estar reservado para gente importante. Así que de momento tienes algunas claves... Actuación, camerino, nombre estampado… ¿qué mierda está pasando, Shaelia? Pero el hombre parece completamente convencido de que eres alguien importante, así que, ¿por qué no seguirle el juego? ¿Y quién demonios es la sirena? En fin, sigue caminando que esto promete.
Avanzas por el pasillo que te señala, esquivando algunas miradas curiosas de otros asistentes, hasta llegar a una puerta con un letrero que te deja sin palabras: "Sheila Boom-Boom".
Joder, casi lo clavan eh. Sheila Boom-Boom. ¿Quién diablos es Sheila Boom-Boom? Y, sobre todo, ¿qué tiene que ver contigo? Joder, cuantas preguntas. En fin, la puerta del camerino está ligeramente abierta, puedes entrar. Si lo haces, lo que encuentras dentro es un pequeño paraíso de plumas, lentejuelas y accesorios. Hay un perchero móvil cargado de ropa extravagante, desde vestidos llenos de adornos hasta sombreros que parecen salidos de otro mundo. Todo perfectamente organizado, y para tu sorpresa, todo parece de una talla que te quedará bastante bien.
En el tocador, un gran espejo rodeado de luces ilumina una foto de quien debe ser la auténtica Sheila Boom-Boom. La similitud contigo es notable: una oni joven, con cabello algo más corto y un pecho que, bueno, hace honor al nombre "Boom-Boom". Joder, dame un segundo que no puedo dejar de mirarlo. Me da que se pasaron un poco con el relleno, dudo mucho que eso sea natural. Pero bueno, creo que no puedes negar que la confusión tiene sentido. Quitando ese pequeño detalle que hace evidente que no sois la misma persona.
Un golpe en la puerta interrumpe tu inspección, y un hombre elegante entra con una sonrisa educada pero algo incrédula. Se le ve ligeramente dubitativo.
—Un placer tenerte con nosotros, Sheila. Tienes diez minutos para ponerte lo que quieras y prepararte. Después, podemos ir a ver el resto de actuaciones antes de la tuya. O, si lo prefieres, puedes quedarte aquí hasta tu turno.
Dos armarios empotrados custodian la entrada, con listas en mano, revisando a cada persona que intenta colarse en lo que promete ser la fiesta del año. A medida que te acercas, ves a hombres y mujeres elegantemente vestidos pasando con una actitud digna, casi teatral. Tías enfundadas en vestidos ceñidos que apenas dejan espacio para respirar y tipos con trajes que probablemente habrán alquilado, porque no parecen pertenecer a nadie de Isla Tortuga. De todos modos, ¿qué hace esa gente ahí?
Te plantas frente a todo ese espectáculo, con tu vestido corto y accesorios brillantes que has saqueado de la tienda, y por un momento sientes que encajas. Mejor dicho, sabes que encajas. Te ajustas los guantes con dramatismo, colocas tus coletas con un toque coqueto y avanzas con la seguridad de una reina. Porque, vamos, ¿quién podría ignorar tu presencia? En mi narración ya te adelanto que nadie.
Uno de los armarios te clava la mirada. Es un tipo enorme, de brazos como troncos, gafas de sol oscuras y un aparto electrónico escondido en la oreja. Su expresión es impasible al principio, pero cuando sus ojos te recorren de arriba a abajo, un destello de interés aparece. Te guiña un ojo.
Oh, sí, Shaelia, lo has conseguido. Estás tan impresionante como creías, y este tipo acaba de confirmarlo. En ese momento, seguramente sientas que el mundo entero debería detenerse para admirarte. Y es que, en cierta medida, deberían hacerlo. De echo, yo lo estoy haciendo, que lo sepas.
Sin embargo, un pequeño obstáculo surge: la cola. Se forma un grupo de diez o doce personas porque alguien está teniendo problemas con su identificación. La fila avanza lentamente, y puedes ver a los invitados murmurando entre ellos, algunos impacientes, otros simplemente resignados, y los típicos acusicas señalando al pobre que está teniendo el problema. Pero el tipo que te guiñó el ojo vuelve a mirarte. Esta vez, te hace una seña con la mano, indicándote que te acerques.
Eso seguramente no haga otra cosa que reforzar tu ego, ¿no? Ya no hace falta ni cola para una diva como tú. Si es que vales millones. El hombre se quita las gafas de sol, revelando unos ojos oscuros que te observan con cierta intensidad.
—Sabíamos que era una broma que no podrías venir —dice con un tono serio pero cordial—. Menos mal, casi cancelamos la fiesta. Recuerda, tu actuación es la cuarta, justo después de la sirena. Y tu camerino es el segundo a la derecha, pero bueno, no tiene pérdida, tu nombre está estampado en él. Por aquí.
Te señala un camino lateral mientras te invita a pasar, ignorando la fila de gente que te mira como quien observa una flamante moto o quien ve un gol de su equipo en el último minuto. Bueno, perdón por este exceso de testosterona, te prometo que no habrá mucho más de aquí en adelante.
En fin, que si te decides a seguirle el rollo, te llevará hacia una zona que está algo lejos de la entrada principal, y parece estar reservado para gente importante. Así que de momento tienes algunas claves... Actuación, camerino, nombre estampado… ¿qué mierda está pasando, Shaelia? Pero el hombre parece completamente convencido de que eres alguien importante, así que, ¿por qué no seguirle el juego? ¿Y quién demonios es la sirena? En fin, sigue caminando que esto promete.
Avanzas por el pasillo que te señala, esquivando algunas miradas curiosas de otros asistentes, hasta llegar a una puerta con un letrero que te deja sin palabras: "Sheila Boom-Boom".
Joder, casi lo clavan eh. Sheila Boom-Boom. ¿Quién diablos es Sheila Boom-Boom? Y, sobre todo, ¿qué tiene que ver contigo? Joder, cuantas preguntas. En fin, la puerta del camerino está ligeramente abierta, puedes entrar. Si lo haces, lo que encuentras dentro es un pequeño paraíso de plumas, lentejuelas y accesorios. Hay un perchero móvil cargado de ropa extravagante, desde vestidos llenos de adornos hasta sombreros que parecen salidos de otro mundo. Todo perfectamente organizado, y para tu sorpresa, todo parece de una talla que te quedará bastante bien.
En el tocador, un gran espejo rodeado de luces ilumina una foto de quien debe ser la auténtica Sheila Boom-Boom. La similitud contigo es notable: una oni joven, con cabello algo más corto y un pecho que, bueno, hace honor al nombre "Boom-Boom". Joder, dame un segundo que no puedo dejar de mirarlo. Me da que se pasaron un poco con el relleno, dudo mucho que eso sea natural. Pero bueno, creo que no puedes negar que la confusión tiene sentido. Quitando ese pequeño detalle que hace evidente que no sois la misma persona.
Un golpe en la puerta interrumpe tu inspección, y un hombre elegante entra con una sonrisa educada pero algo incrédula. Se le ve ligeramente dubitativo.
—Un placer tenerte con nosotros, Sheila. Tienes diez minutos para ponerte lo que quieras y prepararte. Después, podemos ir a ver el resto de actuaciones antes de la tuya. O, si lo prefieres, puedes quedarte aquí hasta tu turno.