Hardo
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22-01-2025, 04:14 PM
La presencia del espadachín pareció avivar el fuego de la competición del lagarto que había estado a punto de marcharse y dejar al arlequín frente al peligro. Este no pudo evitar mostrar una sonrisa de medio lado pícara y triunfal al ver el efecto que tenía aquel tipo con su invitado especial. Era algo que no dudaría en aprovechar y estirar tanto como le fuera posible para aumentar el drama, la tensión y el espectáculo. A buen seguro de esto se hablaría durante varios días, lo que le granjearía la publicidad necesaria para subsistir holgadamente varios días más en la ciudad. Nada como el boca a boca para conseguir reconocimiento. Era fascinante como las historias se exageraban de unos labios a otros, pues en cada traspaso se mezclaba la realidad con la interpretación de lo vivido por la persona y las suposiciones de esta misma. Este hecho, acumulado en decenas, cuando no cientos, de veces generaba historias maravillosas y decepcionantes para quienes se creaban una expectativa demasiado alta de la realidad. No digamos ya cuando esto ocurría miles de veces durante innumerables generaciones. Muy poca gente lo apreciaba, pero el poder de la palabra era ridículamente grande, pues incluso estas llegaban a perpetuarse en libros, cuentos y leyendas.
La chispa de la emoción brillo en los ojos del titiritero, viendo como su protagonista retaba al segundo invitado, quien ahora encarnaría el papel de villano. Voluntariamente o no, había aparecido en el mejor momento y de la mejor manera posible para lo que le deparaba su futuro inmediato. Si no fuera él era el responsable de todo aquello, seguramente habría pensado que todo estaba preparado y era parte del espectáculo. Ahí residía la magia de la improvisación y la maestría de, valga la redundancia, un Maestro de Ceremonias apto o un completo inepto.
− Parece que te ha salido bien la jugada – murmuró el títere para que todo el mundo lo escuchara. Lo hizo colocándose una de las manos frente a la cara, como si quisiera evitar ser escuchado, todo lamentablemente mal disimulado. Torpezas a parte, hacer evidente lo misterioso focalizaba la atención momentáneamente en lo que uno deseaba.
− ¡CUIDADO QUE VAAAAAAA!
En el momento que el Diablos fue a cargar contra el espadachín un grito que provenía del edificio contiguo hizo que todos miraran al origen del mismo. Una gran sombra se proyectó contra el suelo, al menos en parte de él, y a más de uno le daría un vuelco el corazón. Concretamente a los que estuvieran bajo la amenaza de la sombra, pues esta estaba generada por un gran objeto que volaba en nuestra dirección. El objeto no era nada más, ni nada menos, que un piano de grandes dimensiones. A más de uno le hubiera gustado saber cómo demonios un objeto así había conseguido atravesar la ventana, y fachada, del edificio y ahora venía hacia nosotros. El grito de horror contenido de la gente se sumó a una rápida actuación por los presentes. Como si fueran un grupo de marines diestros y experimentados, todos se apartaron a tiempo, bien por ellos mismos, bien tirados o empujados por los contiguos, evitando así que, milagrosamente, nadie resultara herido. El golpe contra el suelo se sintió como un pequeño terremoto a unos pocos metros a la redonda, pero suficiente para que todos pudieran sentir el impacto y la reverberación en sus pies.
Aquello supuso el punto y final del espectáculo. Había sido un final agridulce, pues pocas cosas se me ocurrían que pudieran ser más épicas para cerrar un espectáculo con un piano caído del cielo.
La chispa de la emoción brillo en los ojos del titiritero, viendo como su protagonista retaba al segundo invitado, quien ahora encarnaría el papel de villano. Voluntariamente o no, había aparecido en el mejor momento y de la mejor manera posible para lo que le deparaba su futuro inmediato. Si no fuera él era el responsable de todo aquello, seguramente habría pensado que todo estaba preparado y era parte del espectáculo. Ahí residía la magia de la improvisación y la maestría de, valga la redundancia, un Maestro de Ceremonias apto o un completo inepto.
− Parece que te ha salido bien la jugada – murmuró el títere para que todo el mundo lo escuchara. Lo hizo colocándose una de las manos frente a la cara, como si quisiera evitar ser escuchado, todo lamentablemente mal disimulado. Torpezas a parte, hacer evidente lo misterioso focalizaba la atención momentáneamente en lo que uno deseaba.
− ¡CUIDADO QUE VAAAAAAA!
En el momento que el Diablos fue a cargar contra el espadachín un grito que provenía del edificio contiguo hizo que todos miraran al origen del mismo. Una gran sombra se proyectó contra el suelo, al menos en parte de él, y a más de uno le daría un vuelco el corazón. Concretamente a los que estuvieran bajo la amenaza de la sombra, pues esta estaba generada por un gran objeto que volaba en nuestra dirección. El objeto no era nada más, ni nada menos, que un piano de grandes dimensiones. A más de uno le hubiera gustado saber cómo demonios un objeto así había conseguido atravesar la ventana, y fachada, del edificio y ahora venía hacia nosotros. El grito de horror contenido de la gente se sumó a una rápida actuación por los presentes. Como si fueran un grupo de marines diestros y experimentados, todos se apartaron a tiempo, bien por ellos mismos, bien tirados o empujados por los contiguos, evitando así que, milagrosamente, nadie resultara herido. El golpe contra el suelo se sintió como un pequeño terremoto a unos pocos metros a la redonda, pero suficiente para que todos pudieran sentir el impacto y la reverberación en sus pies.
Aquello supuso el punto y final del espectáculo. Había sido un final agridulce, pues pocas cosas se me ocurrían que pudieran ser más épicas para cerrar un espectáculo con un piano caído del cielo.