Shaelia D. Flamme
La Salamandra
23-01-2025, 04:25 PM
¿Es que el tío no va a darme ni una pista? — Jaja, sí, me meo. — Hago como que me río, él se está descojonando, así que le sigo el juego también por ahí. Soy una bromista, una cachonda de categoría. ¿Pero qué coño tengo que hacer? En fin, voy a ver la actuación de los demás, igual así me hago una idea de que va todo el rollo y... ¡seguro que algo se me ocurre! Porque soy así, soy la hostia, soy avispada, soy rápida... ¿dónde me he metido?
Me meten en el palco donde no hay nadie más, y lo prefiero, la verdad, tener que fingir todo el rato es difícil. En la tranquilidad de aquella zona exclusiva y super elegante puedo observar con detenimiento a la gente que va entrando, pillando sitio alrededor del escenario. Madre, no sé quién se ha dedicado a organizar todo esto, pero es un putísimo genio. Ojalá pudiera conocerlo, hacerme súper amiga suya, tengo algunas ideas para mejorarlo un poco más, si cabe... las luces se apagan: el espectáculo va a comenzar. Sentadita en mi butaca acolchada, es como si el mundo fuera ya mío.
El telón se levanta, revelando a una mujer súper brillante que empieza a contonearse por el escenario. Se mueve de un lado a otro, tratando de parecer sensual, supongo, incluso baja por un momento para regodearse entre los hombres. — ¿Es puta? — Me pregunté en voz baja, y no lo decía como un insulto, sino como una pregunta de verdad. No pasaría nada, conste, alguna amiga me he echado que es puta. Fuera como fuese, lo cierto es que se ha ganado una enorme ovación del público, no solo de parte de los hombres, las mujeres también aplauden entusiasmadas... qué raras. A ver, ha sido bonito, ¿eso tengo que hacer yo?
La siguiente es la sirena de la que ya había oído hablar, y cuando vuelven a subir el telón, han cambiado toda la decoración para que parezca como un fondo marino, lleno de estrellitas de mar, corales, y esas cosas. Pero lo más llamativo de todo es la piscina que han colocado en el centro, llena de agua y hecha de cristal. Siento al público esperar con anticipación, y la verdad es que para qué negarlo, se me pega un poco el entusiasmo, hasta que finalmente aparece la tía y salta al agua. Vale, creo que empiezo a pillar un poco de qué va todo esto: hay que demostrar tu talento, lo que se te da bien. La tía anterior tenía un don para ganarse a los tíos, la sirena hace movimientos imposibles para cualquier otro que no sea de su misma raza, y lo hace con encanto y sensualidad, también. Parece que hay un deje en ser sensual, lo estoy captando, sí.
La sirena termina, recibiendo otra oleada de aplausos, y entonces aparece el mismo tipo de antes a decirme que es mi turno. Se supone que iba la cuarta, pero eso ya se me había olvidado y la verdad, tampoco parecía importar mucho, porque seguiría yendo igual de ciega ahora que diez minutos más tarde. PERO, tengo un hilo del que tirar, ver las actuaciones anteriores me ha dado un poco de contexto. — Que empiece el espectáculo. — Sueno confiada, tengo que ser confiada. Es ahora o nunca, la actitud es lo más importante de todo y cuando hay que improvisar, una buena seguridad es la diferencia entre ganar o perder.
Estoy en el escenario, se sube el telón. Las luces me iluminan y los ojos expectantes de los cientos de invitados se clavan en mi. He de decir que intimida un poco, pero la música empieza a sonar. No hay sitio para las dudas, tengo que actuar, que enseñarles todo mi talento.
¿Estoy improvisando? Sí, un poco, y por otro lado, recuerdo la canción de una noche de demadre con mi amiga que justo me viene que ni pintada para esta ocasión. — Mocatriz: modelo, cantante y actriz. — Repito el estribillo, a la vez que me invento una coreografía sobre la marcha, sacando a relucir uno de mis fuertes: la agilidad. Soy como un gato sobre el escenario, saltando de un lado a otro. Pero no solo eso, he aprendido de mis compañeras anteriores que hay que ser un poco... provocativa, así que de vez en cuando guiño un ojo, mando un besito, se me levanta la falda sin querer... — Yo no tengo estudios, ni soy instruída, yo estoy licenciada en la escuela de la vida. — El abrigo de plumas acompaña cada uno de mis movimientos, exagerándolos, dándoles fuerza y poder. — ¡Soy mocatriz! — ¡PAM! Salto y me abro de piernas, ahora una voltereta hacia mi izquierda, que vean lo que es saber moverse de verdad. — ¡Me abri camino como pude dentro de un mundo hostil! — Cada vez me lo creo más, soy una reina, una diosa, nadie canta como yo, nadie ha bailado como yo. Me aprovecho del pedazo de relleno que me he puesto en el escote y hago bailar a las gemelas mientras sigo demostrando la flexibilidad que tengo, contorsionando mi cuerpo, adoptando posturas imposibles para alguien no tan entrenado como yo. — ¡Con mis tacones y mi rimel para qué quiero más! Tarde o temprano sé que voy a triunfar. — Y extrañamente, la música también acompaña un poco, o quizás son los propios músicos los que están siguiendo mi improvisación y siguen mi marcha como pueden.
La canción va terminando, se acerca el final, lo he dado todo. — ¡Moooooo caaaaaa triiiiiiz! — El último movimiento: lanzo mi abrigo hacia arriba con fuerza, doy una voltereta hacia atrás, y una patada al aire sobre la que me dejo caer, acabando de piernas abiertas sobre el suelo del escenario. El abrigo de plumas rosas cae entonces sobre mis hombros, como si todo hubiera estado perfectamente planeado. Y le dedico mi mejor sonrisa al público, aguantando la pose, esperando su reacción. No sé qué pensarán, pero yo sé que lo he hecho genial. ¡Y en tacones!
Me meten en el palco donde no hay nadie más, y lo prefiero, la verdad, tener que fingir todo el rato es difícil. En la tranquilidad de aquella zona exclusiva y super elegante puedo observar con detenimiento a la gente que va entrando, pillando sitio alrededor del escenario. Madre, no sé quién se ha dedicado a organizar todo esto, pero es un putísimo genio. Ojalá pudiera conocerlo, hacerme súper amiga suya, tengo algunas ideas para mejorarlo un poco más, si cabe... las luces se apagan: el espectáculo va a comenzar. Sentadita en mi butaca acolchada, es como si el mundo fuera ya mío.
El telón se levanta, revelando a una mujer súper brillante que empieza a contonearse por el escenario. Se mueve de un lado a otro, tratando de parecer sensual, supongo, incluso baja por un momento para regodearse entre los hombres. — ¿Es puta? — Me pregunté en voz baja, y no lo decía como un insulto, sino como una pregunta de verdad. No pasaría nada, conste, alguna amiga me he echado que es puta. Fuera como fuese, lo cierto es que se ha ganado una enorme ovación del público, no solo de parte de los hombres, las mujeres también aplauden entusiasmadas... qué raras. A ver, ha sido bonito, ¿eso tengo que hacer yo?
La siguiente es la sirena de la que ya había oído hablar, y cuando vuelven a subir el telón, han cambiado toda la decoración para que parezca como un fondo marino, lleno de estrellitas de mar, corales, y esas cosas. Pero lo más llamativo de todo es la piscina que han colocado en el centro, llena de agua y hecha de cristal. Siento al público esperar con anticipación, y la verdad es que para qué negarlo, se me pega un poco el entusiasmo, hasta que finalmente aparece la tía y salta al agua. Vale, creo que empiezo a pillar un poco de qué va todo esto: hay que demostrar tu talento, lo que se te da bien. La tía anterior tenía un don para ganarse a los tíos, la sirena hace movimientos imposibles para cualquier otro que no sea de su misma raza, y lo hace con encanto y sensualidad, también. Parece que hay un deje en ser sensual, lo estoy captando, sí.
La sirena termina, recibiendo otra oleada de aplausos, y entonces aparece el mismo tipo de antes a decirme que es mi turno. Se supone que iba la cuarta, pero eso ya se me había olvidado y la verdad, tampoco parecía importar mucho, porque seguiría yendo igual de ciega ahora que diez minutos más tarde. PERO, tengo un hilo del que tirar, ver las actuaciones anteriores me ha dado un poco de contexto. — Que empiece el espectáculo. — Sueno confiada, tengo que ser confiada. Es ahora o nunca, la actitud es lo más importante de todo y cuando hay que improvisar, una buena seguridad es la diferencia entre ganar o perder.
Estoy en el escenario, se sube el telón. Las luces me iluminan y los ojos expectantes de los cientos de invitados se clavan en mi. He de decir que intimida un poco, pero la música empieza a sonar. No hay sitio para las dudas, tengo que actuar, que enseñarles todo mi talento.
¿Estoy improvisando? Sí, un poco, y por otro lado, recuerdo la canción de una noche de demadre con mi amiga que justo me viene que ni pintada para esta ocasión. — Mocatriz: modelo, cantante y actriz. — Repito el estribillo, a la vez que me invento una coreografía sobre la marcha, sacando a relucir uno de mis fuertes: la agilidad. Soy como un gato sobre el escenario, saltando de un lado a otro. Pero no solo eso, he aprendido de mis compañeras anteriores que hay que ser un poco... provocativa, así que de vez en cuando guiño un ojo, mando un besito, se me levanta la falda sin querer... — Yo no tengo estudios, ni soy instruída, yo estoy licenciada en la escuela de la vida. — El abrigo de plumas acompaña cada uno de mis movimientos, exagerándolos, dándoles fuerza y poder. — ¡Soy mocatriz! — ¡PAM! Salto y me abro de piernas, ahora una voltereta hacia mi izquierda, que vean lo que es saber moverse de verdad. — ¡Me abri camino como pude dentro de un mundo hostil! — Cada vez me lo creo más, soy una reina, una diosa, nadie canta como yo, nadie ha bailado como yo. Me aprovecho del pedazo de relleno que me he puesto en el escote y hago bailar a las gemelas mientras sigo demostrando la flexibilidad que tengo, contorsionando mi cuerpo, adoptando posturas imposibles para alguien no tan entrenado como yo. — ¡Con mis tacones y mi rimel para qué quiero más! Tarde o temprano sé que voy a triunfar. — Y extrañamente, la música también acompaña un poco, o quizás son los propios músicos los que están siguiendo mi improvisación y siguen mi marcha como pueden.
La canción va terminando, se acerca el final, lo he dado todo. — ¡Moooooo caaaaaa triiiiiiz! — El último movimiento: lanzo mi abrigo hacia arriba con fuerza, doy una voltereta hacia atrás, y una patada al aire sobre la que me dejo caer, acabando de piernas abiertas sobre el suelo del escenario. El abrigo de plumas rosas cae entonces sobre mis hombros, como si todo hubiera estado perfectamente planeado. Y le dedico mi mejor sonrisa al público, aguantando la pose, esperando su reacción. No sé qué pensarán, pero yo sé que lo he hecho genial. ¡Y en tacones!