Shaelia D. Flamme
La Salamandra
23-01-2025, 09:57 PM
Han f l i p a d o. Es normal, nunca antes han visto algo así en sus ridículas y humanas vidas, y aunque al principio están demasiado anonadados como para reaccionar, enseguida comienzan a aplaudir. ¡A aplaudirme! Alguno incluso se levanta del asiento. ¿A quienes estoy viendo ahí? ¿Esas son las viejas de antes? Han flipado, pero me saludan y parecen divertidas. Lo he conseguido, soy una estrella. ¡Mira, mama, me adoran! Una pena que estés muerta, pero espero que lo hayas disfrutado desde el infierno. Me entretengo saludando y agradeciendo a la peña, es el tío del camerino el que tiene que ayudarme a ponerme en pie mientras me arrastra de nuevo tras el telón, y de ahí al camerino.
El tío se desborda en halagos mientras caminamos, mientras me tomo ese momento para mí, para recuperar el aliento. — Sí, soy la mejor, lo sé. — Pero entonces cambio el tono, antes de llegar al camerino, antes de que se pire, soy yo la que le toma por los hombros. Me da igual que haya gente esperándome, tenía algo importante que decirle. — Tú, tú también lo vales. Pide un aumento, te lo mereces, saca unos cuantos berries de mi cuenta y te los quedas. Eres un tipazo. — Total, ese dinero no era mío, ¡já! Y el tío se había portado de diez. Espero que se compre algo bonito, que salga por ahí, que baile toda la noche y que se haya aprendido mi canción.
Finalmente se pira, dejándome en el camerino a solas. Una soledad que no dura demasiado, pues rápidamente la puerta se abre de nuevo antes de que sea capaz ni de quitarme los tacones. Esta vez se trata de un viejo canoso pero con cara entrañable. He de decir que por lo general no me simpatizan mucho los ancianos, pero bueno, era ya el tercero con el que trataba hoy, con la tontería. Parece elegante, eso sí, y lleva una sonrisa que brilla tanto que parece que vaya a dejarme ciega. Hasta me toma de la mano y la besa, se nota que es de la vieja escuela, eso me gusta. — Uno de esos espectáculos de una vez en la vida, ¿eh? — Le digo con complicidad. La Sheila de verdad en la vida será capaz ni se le ocurrirá hacer algo parecido a lo que acabo de hacer yo, así que sí, aquella ocasión era única. O... joder, ahora me siento tentada con matar a la tal Sheila esa y quitarle la identidad. Una segunda identidad secreta que solo sale de noche para actuar... nah, es demasiado complicado.
Pero no se queda ahí la cosa. El señor saca una bolsa y me la deja entre las manos. Dice que es un regalo, una herencia. ¿Es que le conozco de antes o algo? Igual Sheila es su... ¿nieta? Yo qué sé, pero bueno, ya que hemos llegado hasta aquí... — ¡No diga eso, abuelo! ¡Aún tiene cuerpo pa' dar guerra muchos años, ya verá! ¡Gracias! — Le despido con la mano mientras se va, una visita breve y con sorpresa, de las que me gustan a mí. Ahora sí, estoy sola. Lanzo un par de patadas al aire, quitándome los tacones que aterrizan por algún lado y me siento frente al tocador, dejando la bolsa en la mesita. Me muero de curiosidad, así que la abro. Un cofre. Lo abro también. Y... ¿qué es eso?
Parece una... fruta gorda. Y medio deforme. Puede que fuera el fruto de un árbol milenario de la familia del viejo. ¿Y si otorgaba una fuerza especial, una vitalidad nueva o renovada? Olía bien, como a chuche o a algodón de azúcar, y no tenía pinta de ser una verdura asquerosa, así que... no me lo pienso mucho más, también porque estoy hambrienta después del show, y me la zampo entera, de un solo bocado.
No os voy a mentir, eh, casi me dieron ganas de potarla nada más entrar por la garganta. — ¡Coño! — Estaba amarga de narices, ni dulce ni hostias, ¿qué acabo de comer? ¿Es peligroso? ¡Igual soy alérgica! Si no empiezo a ahogarme en minuto y medio es que estoy bien, va. Mmm. Empezaría a contar, pero no se contar tanto. No sé, todo ha sido rarísimo. Parece que no me va a causar un ataque de alergia, pero tampoco me siento... más fuerte, ni diferente. Igual solo era un detalle, y me había comido yo la cabeza con que debía ser algo especial. Me encojo de hombros, en fin.
Llaman a la puerta. — ¡Entrad, todos, a la vez! — El tío de antes dijo que eran cuatro o cinco, y sí, más o menos es esa cantidad la que entra al camerino. Me empiezo a cambiar delante de ellos sin pudor alguno. Mi ropa vieja y llena de mierda se quedó en la tienda, así que parece que tengo vía libre para ponerme el modelito que quiera, para llevarme otro de recuerdo, no sé, pero los accesorios me los quedo fijo. Entran tanto mujeres como hombres, que me miran pasmados mientras me pongo algo un poco más normal, más cómodo. — ¿Qué queréis, una firmita? Os la hago, dadme. — No sé escribir, já, así que en lugar de poner mi nombre -aunque más o menos, sé cómo se ve escrito-, les dibujo un garabato de mi cara, con cuernos, dientes de sierra y pelos en punta y alborotados. Parece que les gusta de todas formas. Me ha dado tiempo a arreglarme y vestirme, ponerme unas zapatillas y guardarme lo que quería conservar. — Va, pues arreando que es gerundio. Tengo que comer algo, que me muero de hambre. Pero... antes os voy a contar un secretito. — Los cinco esbozan sonrisillas nerviosas, viviendo un momento de complicidad con su ídola, algo único que nunca más volverán a repetir. — No soy Sheila, me confundieron en la fila con ella. ¡Jajá! Curioso, ¿no? Yo soy Shaelia, Shaelia D. Flamme. No olvidéis mi nombre, ¿eh? Pronto seré famosa y podréis contarle esto con vuestros colegas. ¡Chaíto! — He soltado la bomba, no podía guardármela más, alguien tenía que saberlo.
Salgo corriendo, antes de poder escuchar o ver sus reacciones, y huyo de la escena como la delincuente que realmente soy. Pero una con un talento que no habéis visto nunca antes, admitidlo.
El tío se desborda en halagos mientras caminamos, mientras me tomo ese momento para mí, para recuperar el aliento. — Sí, soy la mejor, lo sé. — Pero entonces cambio el tono, antes de llegar al camerino, antes de que se pire, soy yo la que le toma por los hombros. Me da igual que haya gente esperándome, tenía algo importante que decirle. — Tú, tú también lo vales. Pide un aumento, te lo mereces, saca unos cuantos berries de mi cuenta y te los quedas. Eres un tipazo. — Total, ese dinero no era mío, ¡já! Y el tío se había portado de diez. Espero que se compre algo bonito, que salga por ahí, que baile toda la noche y que se haya aprendido mi canción.
Finalmente se pira, dejándome en el camerino a solas. Una soledad que no dura demasiado, pues rápidamente la puerta se abre de nuevo antes de que sea capaz ni de quitarme los tacones. Esta vez se trata de un viejo canoso pero con cara entrañable. He de decir que por lo general no me simpatizan mucho los ancianos, pero bueno, era ya el tercero con el que trataba hoy, con la tontería. Parece elegante, eso sí, y lleva una sonrisa que brilla tanto que parece que vaya a dejarme ciega. Hasta me toma de la mano y la besa, se nota que es de la vieja escuela, eso me gusta. — Uno de esos espectáculos de una vez en la vida, ¿eh? — Le digo con complicidad. La Sheila de verdad en la vida será capaz ni se le ocurrirá hacer algo parecido a lo que acabo de hacer yo, así que sí, aquella ocasión era única. O... joder, ahora me siento tentada con matar a la tal Sheila esa y quitarle la identidad. Una segunda identidad secreta que solo sale de noche para actuar... nah, es demasiado complicado.
Pero no se queda ahí la cosa. El señor saca una bolsa y me la deja entre las manos. Dice que es un regalo, una herencia. ¿Es que le conozco de antes o algo? Igual Sheila es su... ¿nieta? Yo qué sé, pero bueno, ya que hemos llegado hasta aquí... — ¡No diga eso, abuelo! ¡Aún tiene cuerpo pa' dar guerra muchos años, ya verá! ¡Gracias! — Le despido con la mano mientras se va, una visita breve y con sorpresa, de las que me gustan a mí. Ahora sí, estoy sola. Lanzo un par de patadas al aire, quitándome los tacones que aterrizan por algún lado y me siento frente al tocador, dejando la bolsa en la mesita. Me muero de curiosidad, así que la abro. Un cofre. Lo abro también. Y... ¿qué es eso?
Parece una... fruta gorda. Y medio deforme. Puede que fuera el fruto de un árbol milenario de la familia del viejo. ¿Y si otorgaba una fuerza especial, una vitalidad nueva o renovada? Olía bien, como a chuche o a algodón de azúcar, y no tenía pinta de ser una verdura asquerosa, así que... no me lo pienso mucho más, también porque estoy hambrienta después del show, y me la zampo entera, de un solo bocado.
No os voy a mentir, eh, casi me dieron ganas de potarla nada más entrar por la garganta. — ¡Coño! — Estaba amarga de narices, ni dulce ni hostias, ¿qué acabo de comer? ¿Es peligroso? ¡Igual soy alérgica! Si no empiezo a ahogarme en minuto y medio es que estoy bien, va. Mmm. Empezaría a contar, pero no se contar tanto. No sé, todo ha sido rarísimo. Parece que no me va a causar un ataque de alergia, pero tampoco me siento... más fuerte, ni diferente. Igual solo era un detalle, y me había comido yo la cabeza con que debía ser algo especial. Me encojo de hombros, en fin.
Llaman a la puerta. — ¡Entrad, todos, a la vez! — El tío de antes dijo que eran cuatro o cinco, y sí, más o menos es esa cantidad la que entra al camerino. Me empiezo a cambiar delante de ellos sin pudor alguno. Mi ropa vieja y llena de mierda se quedó en la tienda, así que parece que tengo vía libre para ponerme el modelito que quiera, para llevarme otro de recuerdo, no sé, pero los accesorios me los quedo fijo. Entran tanto mujeres como hombres, que me miran pasmados mientras me pongo algo un poco más normal, más cómodo. — ¿Qué queréis, una firmita? Os la hago, dadme. — No sé escribir, já, así que en lugar de poner mi nombre -aunque más o menos, sé cómo se ve escrito-, les dibujo un garabato de mi cara, con cuernos, dientes de sierra y pelos en punta y alborotados. Parece que les gusta de todas formas. Me ha dado tiempo a arreglarme y vestirme, ponerme unas zapatillas y guardarme lo que quería conservar. — Va, pues arreando que es gerundio. Tengo que comer algo, que me muero de hambre. Pero... antes os voy a contar un secretito. — Los cinco esbozan sonrisillas nerviosas, viviendo un momento de complicidad con su ídola, algo único que nunca más volverán a repetir. — No soy Sheila, me confundieron en la fila con ella. ¡Jajá! Curioso, ¿no? Yo soy Shaelia, Shaelia D. Flamme. No olvidéis mi nombre, ¿eh? Pronto seré famosa y podréis contarle esto con vuestros colegas. ¡Chaíto! — He soltado la bomba, no podía guardármela más, alguien tenía que saberlo.
Salgo corriendo, antes de poder escuchar o ver sus reacciones, y huyo de la escena como la delincuente que realmente soy. Pero una con un talento que no habéis visto nunca antes, admitidlo.