Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
26-01-2025, 09:20 AM
Ragnheidr avanzó con su típica mezcla de carisma y brutalidad hacia el interior de la taberna. Cada paso resonaba con un leve eco metálico que provenía de su brazo, el cual parecía atraer las miradas como si fuera un trofeo de guerra o un oscuro presagio. A pesar de las gotas (humedad) que chorreaban de su capa roja y de la piel de lobo que llevaba encima, la imagen del gran guerrero era imponente. Sus ojos cansados, aunque aún brillantes, escanearon el lugar con la precisión que le daba su haki de observación. Nadie en la taberna quedaba fuera de su radar. El olor a cerveza agria, sudor rancio y madera húmeda le golpeó la nariz con la familiaridad de un hogar descuidado. Una esquina donde un grupo de hombres bebía en silencio, dos sujetos que se habían levantado y salido apresuradamente, y un anciano tabernero que parecía frotar una jarra con la misma energía con la que alguien intentaría limpiar sus pecados. Todo el escenario le resultaba sospechoso, casi teatral. Ragn sonrió ampliamente, mostrando los dientes, aunque no había un gramo de amabilidad en el gesto. Su voz grave, cargada con su peculiar acento y un tono que mezclaba burla y amenaza, resonó con fuerza mientras avanzaba hasta el centro de la taberna.
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
No Aprendida
9
2
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
Área: [VOLx15] metros | +10 [REF]
—¡Bah! ¿Qué cara es esta, eh? ¿No que los hombres de estas tierras bebían como si el Ragnarok fuera mañana? ¡Y ríen como si fueran a enfrentarlo con una jarra en la mano! —Se rió con fuerza, su pecho desnudo temblando con cada carcajada, pero su mirada seguía siendo calculadora, cada movimiento registrado en su mente. Hizo una pausa, bajo el tono ligeramente, aunque no perdió ese filo de ironía. — Viejo, ponme algo de comer, el menú del día o algo parecido. Y una jarra de hidromiel. — Le encantaba pedir hidromiel como si nada y que le entendieran, era como estar en Elbaf. En contraposición, por todo el East Blue pedir aquello era casi esperar un sin fin de preguntas que no llegaban a ningún lado. Sin invitarse, Ragn se dejó caer en una silla de una mesa cercana, arrastrándola con un chirrido deliberadamente ruidoso. Su brazo metálico descansó pesadamente sobre la madera, el sonido seco del metal impactando la superficie atrajo aún más miradas. Su otra mano agarró una jarra vacía y, sin mirarla, la levantó en dirección al tabernero, finalizando su petición. Más claro agua.
Ragnheidr tomó asiento, su pesada presencia llenando la taberna tanto como su risa resonante lo había hecho segundos antes. Su mirada seguía siendo afilada, observando cada rincón del lugar mientras tamborileaba con los dedos de su brazo metálico sobre la mesa de madera. El sonido rítmico era casi hipnótico, aunque tenía un tinte amenazante que parecía incomodar a los pocos presentes que aún no le quitaban la vista de encima. El tabernero, un hombre curtido por los años y con manos que temblaban más por la tensión que por la edad, colocó frente a Ragn un plato simple de estofado acompañado de un trozo de pan duro y una jarra de hidromiel. Ragn la agarró sin ceremonia, inclinándola para beber un largo trago antes de soltar un suspiro satisfecho. Después, por extraño que parezca, comenzó a sacar más comida del interior de su mochila, adornando una comida inmensamente cuantiosa. —¡Ah! Esto sabe mejor que el agua que nos dieron en Oykot. ¿Sabes? Allí ni siquiera tenían hidromiel, viejo. Lo que servían en las tabernas era un caldo turbio, como si hubiesen exprimido las nubes de tormenta directamente en la jarra —Comentó con energía, más para sí mismo que para el tabernero. Mientras sus dedos recogían un trozo de pan, su mirada se fijó en una bandera desgastada colgada cerca de la barra. Era roja con bordes ennegrecidos por el tiempo, y aunque el diseño no era el mismo, le recordó una de las primeras cosas que vio al llegar a Oykot, el estandarte del tirano local ondeando sobre una plaza llena de cadenas y gritos.
Por un instante, los sonidos de la taberna se desvanecieron en su mente, reemplazados por el rugir del fuego y los vítores de la gente liberada. Recordó a su escuadrón, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, luchando hombro a hombro mientras tomaban las calles de la ciudad. Ragn había liderado la carga contra la torre principal, arrancando de sus cimientos aquel símbolo de opresión. Había sido una victoria, sí, pero no sin su costo. La imagen de una mujer de cabello plateado, cuyo nombre siempre intentaba olvidar pero cuya sonrisa nunca desaparecía de su mente, se filtró en sus pensamientos. Ella había luchado a su lado, empuñando un par de dagas como si fueran extensiones de sus brazos. Fue allí donde cayó, justo al final, cuando la victoria estaba a su alcance. De vuelta en la taberna, Ragn apretó el pan con demasiada fuerza, desmoronándolo entre sus dedos. Su mandíbula se tensó por un momento antes de volver a relajarse. Sacudió la cabeza, disipando los recuerdos, y volvió a fijar su atención en el tabernero. —Este lugar… tiene algo, ¿sabes? Algo que huele a peligro y promesas rotas. Me recuerda demasiado a otros sitios donde he estado. —Su tono era bajo, más serio ahora. Nadie le había preguntado, pero esa mañana Ragn tenía ganas de hablar y le escucharan o no, lo haría. Dio otro trago a la jarra, casi vaciándola de un solo golpe, y luego miró directamente al hombre detrás de la barra. —¿Cuánto tiempo creeis que tenéis antes de que el caos caiga aquí? ¿O ya es demasiado tarde?
Reía mientras comía, como un loco de las montañas, el típico con el que es mejor no meterse.
