Masao Toduro
El niño de los lloros
11-08-2024, 06:26 PM
(Última modificación: 11-08-2024, 10:09 PM por Masao Toduro.)
Verano de 721, en alguna isla de South Blue
Era una calurosa noche de verano, una de tantas en las que el calor y la humedad daban una sensación de bochorno que hacía imposible para casi nadie conciliar el sueño. Aunque aquello no era algo que me preocupará, ya que tampoco es que pudiera permitirse aquella noche pegar una cabezadita. Acababa de terminar de acostar a Shin, el de menor de mis hermanos, el cual apenas alcazaba ya la edad de cinco años. Como mucho tiento, tape con una manta al pequeño al igual que había hecho con sus otros siete hermanos antes. Tras lo cual y con sumo cuidado, me reincorporé y comencé a salir de la habitación de puntillas, con el objetivo de no despertar a ninguno de sus hermanos, ya que no le quedaba mucho tiempo antes de que tuviera que ir al puerto, y si alguno de ellos se levantaba ya no tendría tiempo de acostarlo de nuevo.
La casa de los Toduro, por fortuna o desgracia no era muy grande, no tardé demasiado tomar la chaqueta del perchero de la puerta, ya que después por la mañana refrescaría y no tenía en mente volver antes del amanecer, y de salir por la puerta dirección al salón. Tras cerrar la puerta del dormitorio comunal, se cruzó con Nana, una anciana que había sido amiga de su abuela y a la cual solía pedir ayuda de forma recurrente a falta de figuras de confianza en su entorno cercano.
—Gracias por quedarte con los críos, no sé cómo te lo voy a pagar, vieja— le comenté con un tono moderado —Se iba a quedar la mama, pero al parecer ha quedado otra vez con el subnormal del Kenzo— comenté a lo bajini.
—¿Ha vuelto con su primoh otra veh? Esta mujer no aprendeh mi niño— apuntó la mujer, ferviente por tener otro cotilleo más para el radio patio de mañana —Pero tú no te preocupes, ya sabes mi arrma, tú tráemeh un par de chinas y estamos en pah— me replicó la vieja con su típico acento cerrado —Y no te me mueras mi niño, que esos mariconchi son gente muy malah— me advirtió la viuda.
Y no era para menos, y es que después de todo, los mariconchis eran los principales sospechosos del asesinato de Matao, el que fuera marido de la susodicha. Pero al igual que el dinero, la justicia era un bien escaso el en barrio, siempre y que no pudieras pelear por ello, o conseguir que un “don” lo hiciera por ti.
Pero aquella no era una noche de venganza, los mariconchis iban a traer un gran desembarco de algo que al parecer valía mucho dinero, o al menos eso decían los rumores. Nadie sabía si eran armas, hachís o algo más exótico y caro, pero fuera como fuera todos los clanes de las barriadas se habían puesto a favor o en contra del desembarco y en el barrio no se hablaba de otra cosa, por lo que sería una noche movidita.
Por lo que a él le correspondía, intentaría pescar en rio revuelto, si conseguía, aunque fuese un par de alijos, tendrían para pagar el alquiler de ese mes y tal vez pagar una semana de comida. Todo esto asumiendo que no acabará con una puñalaah en tol pecho, algo que por su puesto no entraba dentro de sus planes, aquella no serie su primera noche y con suerte tampoco la última.
Tampoco es que pudiera hacer algo al respecto, por lo que sería mucho mejor no darle tantas vueltas. Por lo que una vez con chaqueta en mano y saco de tala al hombro, Masao se dispuso a atravesar el umbral de su hogar, volviendo a las calles del barrio una noche más.
Era una calurosa noche de verano, una de tantas en las que el calor y la humedad daban una sensación de bochorno que hacía imposible para casi nadie conciliar el sueño. Aunque aquello no era algo que me preocupará, ya que tampoco es que pudiera permitirse aquella noche pegar una cabezadita. Acababa de terminar de acostar a Shin, el de menor de mis hermanos, el cual apenas alcazaba ya la edad de cinco años. Como mucho tiento, tape con una manta al pequeño al igual que había hecho con sus otros siete hermanos antes. Tras lo cual y con sumo cuidado, me reincorporé y comencé a salir de la habitación de puntillas, con el objetivo de no despertar a ninguno de sus hermanos, ya que no le quedaba mucho tiempo antes de que tuviera que ir al puerto, y si alguno de ellos se levantaba ya no tendría tiempo de acostarlo de nuevo.
La casa de los Toduro, por fortuna o desgracia no era muy grande, no tardé demasiado tomar la chaqueta del perchero de la puerta, ya que después por la mañana refrescaría y no tenía en mente volver antes del amanecer, y de salir por la puerta dirección al salón. Tras cerrar la puerta del dormitorio comunal, se cruzó con Nana, una anciana que había sido amiga de su abuela y a la cual solía pedir ayuda de forma recurrente a falta de figuras de confianza en su entorno cercano.
—Gracias por quedarte con los críos, no sé cómo te lo voy a pagar, vieja— le comenté con un tono moderado —Se iba a quedar la mama, pero al parecer ha quedado otra vez con el subnormal del Kenzo— comenté a lo bajini.
—¿Ha vuelto con su primoh otra veh? Esta mujer no aprendeh mi niño— apuntó la mujer, ferviente por tener otro cotilleo más para el radio patio de mañana —Pero tú no te preocupes, ya sabes mi arrma, tú tráemeh un par de chinas y estamos en pah— me replicó la vieja con su típico acento cerrado —Y no te me mueras mi niño, que esos mariconchi son gente muy malah— me advirtió la viuda.
Y no era para menos, y es que después de todo, los mariconchis eran los principales sospechosos del asesinato de Matao, el que fuera marido de la susodicha. Pero al igual que el dinero, la justicia era un bien escaso el en barrio, siempre y que no pudieras pelear por ello, o conseguir que un “don” lo hiciera por ti.
Pero aquella no era una noche de venganza, los mariconchis iban a traer un gran desembarco de algo que al parecer valía mucho dinero, o al menos eso decían los rumores. Nadie sabía si eran armas, hachís o algo más exótico y caro, pero fuera como fuera todos los clanes de las barriadas se habían puesto a favor o en contra del desembarco y en el barrio no se hablaba de otra cosa, por lo que sería una noche movidita.
Por lo que a él le correspondía, intentaría pescar en rio revuelto, si conseguía, aunque fuese un par de alijos, tendrían para pagar el alquiler de ese mes y tal vez pagar una semana de comida. Todo esto asumiendo que no acabará con una puñalaah en tol pecho, algo que por su puesto no entraba dentro de sus planes, aquella no serie su primera noche y con suerte tampoco la última.
Tampoco es que pudiera hacer algo al respecto, por lo que sería mucho mejor no darle tantas vueltas. Por lo que una vez con chaqueta en mano y saco de tala al hombro, Masao se dispuso a atravesar el umbral de su hogar, volviendo a las calles del barrio una noche más.