Shiro
Ninguno
11-08-2024, 06:38 PM
Una vez más el espadachín se encontraba sumido en la nada mientras corría y corría detrás de una figura difusa sin poder alcanzarla. Shiro durante sus sueños nunca había alcanzado la figura, pero no dudaba de a quien correspondía. Esa forma de correr, la gracilidad con la que se deslizaba por la negrura era más que reconocible para el espadachín. Había pasado demasiados años con esa persona como para no reconocerla.
-¡Nanako! - gritaba el joven en su fantasía onírica mientras seguía a la caza de la figura.
Desde que la chica había traicionado a Shiro y a su amigo Hayato le atenazaba ese tipo de sueños. El dolor de la traición aún lo atormentaba cada noche sin dejarlo descansar.
-¡Nanako! - seguía gritando a cada paso de forma frustrada, luchando contra la sensación de inquietud que lo rodeaba.
Una parte de él ya se había acostumbrado a soñar con ella así, pero esta vez además de la sensación de siempre había otra que lo intranquilizaba, cómo un resquemor que le atenazaba la parte posterior de la cabeza instándolo a ponerse en alerta. Había algo dentro de su psique que lo empujaba a despertar y a rendirse de su persecución.
-Nanako… - musitó al mismo tiempo que se levantaba de sopetón mientras buscaba su arma a tientas y echaba un vistazo a su alrededor. Lo último que recordaba el joven era caer desfallecido en la entrada del pueblo, aunque parecía que alguien lo había movido y trasladado al interior.
El cuarto era pequeño y limpio, en el que imperaba un olor que el peliblanco reconoció como plantas. Estaba tendido en un camastro y frente a él se encontraba una mujer de lo más bella. Su caballo azabache caía como un cascada por sus hombros y su mirada avellana destilaba preocupación… hecho que compartía el peliblanco puesto que no sabía que iban a querer de él por salvarlo. De dónde él procedía nadie regalaba nada y se encontraba demasiado débil para revolverse si llegaba a darse el caso. Necesitaba planear algo… pero notaba como le faltaba potasio.
-¿Dónde estoy?.. - preguntó el joven peliblanco con un hilo de voz mientras clavaba su mirada azul verdosa en la chica. Tenía que fijarse en su forma de actuar por si podía sacar algún tipo de información que le ayudara a saber más de la joven… pero quizás más tarde.
La debilidad volvió a él y tuvo que recostarse porque todo empezaba a darle vueltas. La sensación era similar a cuando se emborrachó aquella vez con Hayato. Ese día todo fueron risas hasta que todo comenzó a darles vueltas y la comida en el estómago no les aguantó más. Aun recordaba el dolor de cabeza que había tenido al día siguiente… aunque esta vez no tenía nada en el estómago que devolver. El peliblanco estaba endeble y podía reflejarse en su rostro que se encontraba más pálido de lo normal.
-¡Nanako! - gritaba el joven en su fantasía onírica mientras seguía a la caza de la figura.
Desde que la chica había traicionado a Shiro y a su amigo Hayato le atenazaba ese tipo de sueños. El dolor de la traición aún lo atormentaba cada noche sin dejarlo descansar.
-¡Nanako! - seguía gritando a cada paso de forma frustrada, luchando contra la sensación de inquietud que lo rodeaba.
Una parte de él ya se había acostumbrado a soñar con ella así, pero esta vez además de la sensación de siempre había otra que lo intranquilizaba, cómo un resquemor que le atenazaba la parte posterior de la cabeza instándolo a ponerse en alerta. Había algo dentro de su psique que lo empujaba a despertar y a rendirse de su persecución.
-Nanako… - musitó al mismo tiempo que se levantaba de sopetón mientras buscaba su arma a tientas y echaba un vistazo a su alrededor. Lo último que recordaba el joven era caer desfallecido en la entrada del pueblo, aunque parecía que alguien lo había movido y trasladado al interior.
El cuarto era pequeño y limpio, en el que imperaba un olor que el peliblanco reconoció como plantas. Estaba tendido en un camastro y frente a él se encontraba una mujer de lo más bella. Su caballo azabache caía como un cascada por sus hombros y su mirada avellana destilaba preocupación… hecho que compartía el peliblanco puesto que no sabía que iban a querer de él por salvarlo. De dónde él procedía nadie regalaba nada y se encontraba demasiado débil para revolverse si llegaba a darse el caso. Necesitaba planear algo… pero notaba como le faltaba potasio.
-¿Dónde estoy?.. - preguntó el joven peliblanco con un hilo de voz mientras clavaba su mirada azul verdosa en la chica. Tenía que fijarse en su forma de actuar por si podía sacar algún tipo de información que le ayudara a saber más de la joven… pero quizás más tarde.
La debilidad volvió a él y tuvo que recostarse porque todo empezaba a darle vueltas. La sensación era similar a cuando se emborrachó aquella vez con Hayato. Ese día todo fueron risas hasta que todo comenzó a darles vueltas y la comida en el estómago no les aguantó más. Aun recordaba el dolor de cabeza que había tenido al día siguiente… aunque esta vez no tenía nada en el estómago que devolver. El peliblanco estaba endeble y podía reflejarse en su rostro que se encontraba más pálido de lo normal.