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Arthur Soriz
Gramps
27-01-2025, 10:01 PM
Incluso con tus excusas y palabras que iban con toda la sinceridad del mundo, la gente seguía dedicándote esa mirada de rechazo absoluto. No era odio pero sí desconfianza... y sin importar cuánto pudieras decir, ya estaban sugestionados por culpa del sin fin de rumores sin pruebas que les habían metido en la cabeza. Incluso cuando llegaste al bar Pie de Gigante, el aura estaba cargada de ese desdén hacia tu persona. Incluso la mirada desconfiada de los clientes que se levantaban y se iban del local se clavaba en ti como cuchillos afilados. Los aldeanos te habían condenado sin escuchar ni una sola palabra de tu boca. El rumor, ya tan enraizado en sus cabezas, se había transformado de momento en una verdad inamovible.
El cantinero no podía evitar encogerse de hombros cuando te vio llegar, aunque bien sabía que las acusaciones no eran más que una vil mentira. A pesar de mirar de mala gana a los clientes que querían irse como diciéndoles "Planten culo en una silla ahora mismo", pero ya no había vuelta atrás. El rumor se había colado como la peste en la mente de muchos.
La hija del cantinero por otro lado te miraba con simpatía, y la culpa que solo alguien que ha sido ayudado una y otra vez de un borracho problemático podría tener. Sus ojos brillaban como si quisiera decir algo pero no lo hacía, el peso de lo que sucedía ahora mismo en el pueblo era más grande que cualquier intento de consuelo que pudiera ofrecerte. Sin embargo en su sonrisa había una chispa de esperanza, de que todo se pudiera solucionar rápido y con ello trajera la respuesta a la creciente oscuridad que envolvía el pueblo.
Lo curioso era que no había ni rastro de aquellos idiotas a los que habías humillado días atrás. Tal vez pensaban que su obra ya estaba hecha, que la sombra del rumor ya los había cubierto lo suficiente como para no necesitar mostrarse nuevamente.
— Eh, Julius... ya me enteré de las "buenas nuevas"... vaya coñazo, pero bueno... ¿Qué piensas hacer? —la voz del cantinero, rasposa y cansada, rompió el silencio. Estaba limpiando una jarra con un paño, aunque la acción no parecía tener mucho propósito. La expresión en su rostro decía más que las palabras. Sabía que lo que había ocurrido estaba más allá de su control y probablemente también más allá de tu control. Pero aún así había algo en él que pedía que se hiciera algo al respecto.
El cantinero no podía evitar encogerse de hombros cuando te vio llegar, aunque bien sabía que las acusaciones no eran más que una vil mentira. A pesar de mirar de mala gana a los clientes que querían irse como diciéndoles "Planten culo en una silla ahora mismo", pero ya no había vuelta atrás. El rumor se había colado como la peste en la mente de muchos.
La hija del cantinero por otro lado te miraba con simpatía, y la culpa que solo alguien que ha sido ayudado una y otra vez de un borracho problemático podría tener. Sus ojos brillaban como si quisiera decir algo pero no lo hacía, el peso de lo que sucedía ahora mismo en el pueblo era más grande que cualquier intento de consuelo que pudiera ofrecerte. Sin embargo en su sonrisa había una chispa de esperanza, de que todo se pudiera solucionar rápido y con ello trajera la respuesta a la creciente oscuridad que envolvía el pueblo.
Lo curioso era que no había ni rastro de aquellos idiotas a los que habías humillado días atrás. Tal vez pensaban que su obra ya estaba hecha, que la sombra del rumor ya los había cubierto lo suficiente como para no necesitar mostrarse nuevamente.
— Eh, Julius... ya me enteré de las "buenas nuevas"... vaya coñazo, pero bueno... ¿Qué piensas hacer? —la voz del cantinero, rasposa y cansada, rompió el silencio. Estaba limpiando una jarra con un paño, aunque la acción no parecía tener mucho propósito. La expresión en su rostro decía más que las palabras. Sabía que lo que había ocurrido estaba más allá de su control y probablemente también más allá de tu control. Pero aún así había algo en él que pedía que se hiciera algo al respecto.