Fugu me había dicho que me pasase por el dojo de Taekwondo, según él, eso ayudaría a que mi cuerpo asimilase mejor el karate. Su consejo fue que aprendiese de todas las artes marciales, de esa manera podría acabar desarrollando mis artes propias. -Muy bonito el consejo pero la villa está a tomar por saco-. Dije quejándome del camino tan largo que tenía que hacer. La cabaña de Fugu se encontraba casi en la playa más al norte de DemonTooth, así que el camino hasta Villa Shimotsuku llevaría horas. Por si acaso me daba hambre me llevé de casa un zurrón a modo de mochila repleto de manzanas, el camino era largo y suelo tener hambre con facilidad.
- Debí salir antes de casa-. Dije para mi mismo, ya había caído la noche y para mi desgracia cuando llegué al dojo de artes marciales, éste ya había cerrado. -Esto ya es mala suerte...-. Y la cosa no había hecho más que comenzar. Para colmo, la noche estaba muy cerrada y apenas unos segundos después de llegar a las puertas del Dojo, comenzó a chispear. Como Gyojin me sentía muy a gusto al fin, y al cabo me encontraba en mi elemento, sin embargo, y por desgracia, iba a tener que hacer noche en alguna posada. Comencé a deambular por la villa en busca de algún lugar donde hacer noche con toda la mala suerte de que al ser ya tan tarde, tanto la taberna como la posada, ya habían echado el cierre.
-Esta suerte mía, es increíble si algo puede salirme mal lo va a hacer-. Dije mientras me apoyaba con ambas manos en la pared de la posada. - supongo que no pierdo nada por tocar a la puerta, total que puede ser lo peor, ¿tener que pasar la noche bajo un árbol?-. no tenía demasiadas esperanzas, pero hay que intentarlo.
Toque la puerta y al cabo de unos minutos, un anciano, abrió la ornamentada puerta. -Buenas noches joven, en qué puedo ayudarte? -. Me preguntó el anciano con un tono muy amigable. -¿Sería usted tan amable de darme un techo donde poder pasar la noche?-. Era consciente de que por mi tamaño era improbable que tuviesen una cama disponible, sin embargo, no era ninguna locura pensar que me podrían dejar pasar la noche en el suelo de una alguna estancia grande. -Vaya esta debe ser la noche de los peregrinos de última hora, hace apenas unos minutos un chico ha venido buscando también un techo donde cobijarse. Pasa y veamos qué puedo hacer.
La hospitalidad de que el anciano era cuanto menos sorprendente, no tenía porque dejarme pasar al fin y al cabo, tenía un horario en la puerta y yo había tocado su puerta pasada la medianoche. Además, tampoco es común que los humanos sean tan hospitalarios con los que somos algo voluminosos. Seguí al anciano por los pasillos de su posada. El lugar se encontraba decorado con el más fino arte oriental tradicional, daba igual a donde dirigiese la vista la más mínima vasija decorativa parecía digna de estar expuesta en un museo-. Le ha tenido que llevar mucho tiempo reunir tanta artesanía, tiene usted una posada espectacular-. Le dije mientras tenía cara de embobado, observando tantas piezas de arte. en ancianos, se echó a reír casi parecía que se burlaba de mí,- Al final me lo voy a creer, justo el chico que te mencioné antes, hizo el mismo comentario-. Aquello me sorprendió. Yo me ganaba la vida haciendo pequeñas piezas de madera y sabía la absurda cantidad de horas que habían dedicado a cada minúsculo detalle de aquella decoración. Sin duda, aquel chico debía ser alguien muy avispado.
Luego de varios giros llegamos a una amplia estancia, esta estaba totalmente vacía salvo por una puerta corredera, que daba a un jardín interior. -Perdona chico que no pueda ofrecerte nada mejor, me avergüenza decirte que no tengo ninguna cama ni futón de tu tamaño, en compensación que te parece si preparo un té para que disfrutes mejor de nuestro jardín?-. Para mí el simple hecho de que tuviese un lugar donde poder tirarme tumbado ya era casi un regalo así que con toda la educación del mundo acepté el té.
Mientras esperaba que el anciano llegase, salí fuera al jardín a pasear, tenía un estanque con una pequeña cascada y un puente que lo atravesaba de lado a lado, sin duda el broche de oro, aquella decoración tan preciosa. -De verdad que este es un lugar maravilloso-.
- Debí salir antes de casa-. Dije para mi mismo, ya había caído la noche y para mi desgracia cuando llegué al dojo de artes marciales, éste ya había cerrado. -Esto ya es mala suerte...-. Y la cosa no había hecho más que comenzar. Para colmo, la noche estaba muy cerrada y apenas unos segundos después de llegar a las puertas del Dojo, comenzó a chispear. Como Gyojin me sentía muy a gusto al fin, y al cabo me encontraba en mi elemento, sin embargo, y por desgracia, iba a tener que hacer noche en alguna posada. Comencé a deambular por la villa en busca de algún lugar donde hacer noche con toda la mala suerte de que al ser ya tan tarde, tanto la taberna como la posada, ya habían echado el cierre.
-Esta suerte mía, es increíble si algo puede salirme mal lo va a hacer-. Dije mientras me apoyaba con ambas manos en la pared de la posada. - supongo que no pierdo nada por tocar a la puerta, total que puede ser lo peor, ¿tener que pasar la noche bajo un árbol?-. no tenía demasiadas esperanzas, pero hay que intentarlo.
Toque la puerta y al cabo de unos minutos, un anciano, abrió la ornamentada puerta. -Buenas noches joven, en qué puedo ayudarte? -. Me preguntó el anciano con un tono muy amigable. -¿Sería usted tan amable de darme un techo donde poder pasar la noche?-. Era consciente de que por mi tamaño era improbable que tuviesen una cama disponible, sin embargo, no era ninguna locura pensar que me podrían dejar pasar la noche en el suelo de una alguna estancia grande. -Vaya esta debe ser la noche de los peregrinos de última hora, hace apenas unos minutos un chico ha venido buscando también un techo donde cobijarse. Pasa y veamos qué puedo hacer.
La hospitalidad de que el anciano era cuanto menos sorprendente, no tenía porque dejarme pasar al fin y al cabo, tenía un horario en la puerta y yo había tocado su puerta pasada la medianoche. Además, tampoco es común que los humanos sean tan hospitalarios con los que somos algo voluminosos. Seguí al anciano por los pasillos de su posada. El lugar se encontraba decorado con el más fino arte oriental tradicional, daba igual a donde dirigiese la vista la más mínima vasija decorativa parecía digna de estar expuesta en un museo-. Le ha tenido que llevar mucho tiempo reunir tanta artesanía, tiene usted una posada espectacular-. Le dije mientras tenía cara de embobado, observando tantas piezas de arte. en ancianos, se echó a reír casi parecía que se burlaba de mí,- Al final me lo voy a creer, justo el chico que te mencioné antes, hizo el mismo comentario-. Aquello me sorprendió. Yo me ganaba la vida haciendo pequeñas piezas de madera y sabía la absurda cantidad de horas que habían dedicado a cada minúsculo detalle de aquella decoración. Sin duda, aquel chico debía ser alguien muy avispado.
Luego de varios giros llegamos a una amplia estancia, esta estaba totalmente vacía salvo por una puerta corredera, que daba a un jardín interior. -Perdona chico que no pueda ofrecerte nada mejor, me avergüenza decirte que no tengo ninguna cama ni futón de tu tamaño, en compensación que te parece si preparo un té para que disfrutes mejor de nuestro jardín?-. Para mí el simple hecho de que tuviese un lugar donde poder tirarme tumbado ya era casi un regalo así que con toda la educación del mundo acepté el té.
Mientras esperaba que el anciano llegase, salí fuera al jardín a pasear, tenía un estanque con una pequeña cascada y un puente que lo atravesaba de lado a lado, sin duda el broche de oro, aquella decoración tan preciosa. -De verdad que este es un lugar maravilloso-.