Victarion Nightwing
Dr Nightwing
30-01-2025, 11:47 AM
Invierno — Año 724
Costa norte de Isla Kilombo.
Últimamente, había cobrado fuerza la historia de que el faro de Rostock, situado en el punto más alto de la Isla Kilombo, estaba embrujado. Se decía que un ser fantasmagórico vigilaba el lugar, aterrando tanto a los lugareños como a los forasteros que intentaban visitar la estructura, ya fuera por la enigmática aura que emanaba o por la impresionante vista panorámica que ofrecía de toda la isla. Buscabas salir de la isla, sin embargo, al parecer, hoy no era tu día de suerte. Habías quedado varado en las orillas de la playa, al norte de la misma y el único camino posible se encontraba frente a ti: una senda que te conducía a través de una arboleda descuidada, donde la vegetación, que alcanzaba fácilmente el metro de altura, y que podías ver como se hacía más densa conforme avanzaba. Esta arboleda subía hasta la cima del acantilado, donde descansaba la imponente torre de ladrillos.
No sabes que clase de cosas podrías encontrarte en el camino, pero puedo asegurarte que los fantasmas son el ultimo de tus problemas. Si es que el frio del invierno no te mata primero, los insectos trataran de comerte vivo, succionando hasta la ultima gota de tu sangre para alimentarse, las aves carroñeras comerán de tu cuerpo pútrido y las feroces bestias que habitan en la cercanía se encargaran de no dejar rastros de que estuviste allí, devorando hasta el ultimo de tus huesos.
Como sea, deberías apurarte. No has elegido el mejor momento para zarpar ni el mejor día. De hecho, tal vez encallar haya sido un golpe de suerte para ti. El sol comenzaba a ocultarse en el oeste; el ocaso traía consigo una noche tétrica y desoladora, sin luna ni estrellas. El mar empezaba a agitar sus aguas de un lado a otro con enorme furia, y las nubes comenzaban a dejar caer las primeras gotas de lluvia en forma de una leve llovizna. El retumbar de los relámpagos no tardaría en despertarte de tu letargo, o tal vez fuese un mosquito que se cruzó por tus oídos.
La luz del faro se encendió, tan potente como para atravesar la espesa penumbra y guiar a cualquier posible marinero que estuviera perdido o hubiera quedado atrapado en medio de la tormenta. O tal vez incluso a algún estúpido intrépido que se atrevió a embarcarse en las aguas tormentosas, pensando que podría ganarle a la furia del mar. Parte de aquella luz iluminaba tenuemente la playa a la que habías llegado y el camino hacia la torre. Aun así, ten cuidado por dónde caminas y en dónde pisas: la noche es oscura y llena de terrores.