Arthur Soriz
Gramps
Hace 9 horas
Queriendo probar suerte en otro lado que no fuera el puerto, quizás un poco alejado de lo que es la presencia de los guardias que interrogan a todo el mundo por el puerto, decides infiltrarte entre las calles de la ciudadela, en búsqueda de un lugar cuya moneda es, sin lugar a dudas, los rumores. El invierno en Ivansk no es piadoso, el aire helado ocasionalmente corta la piel como una cuchilla invisible... Los edificios se notan resistentes, construidos para resistir el clima a la par de impresionar a los que pasan por sus callejuelas.
Las casas y comercios tienen los techos inclinados, pensados para evitar la acumulación de nieve y las puertas están reforzadas para evitar que el frío se cuele y los vientos las tiren abajo. Las ventanas suelen estar cubiertas con gruesos cortinajes para retener el calor, y algunas exhalan un leve vapor por las rendijas, señal de que dentro hay chimeneas encendidas.
Después de recorrer varias calles, finalmente encuentras lo que buscabas. Una taberna.
El cartel a la entrada decía "Alce Negro", que destaca entre los edificios vecinos no por su ostentación, sino por su sobria elegancia. Su letrero tallado en madera oscura muestra la figura de un alce con cornamenta imponente, pintado con detalles dorados que resaltan a la luz de los faroles exteriores. La fachada está hecha de piedra pulida y vigas de madera gruesa dando la sensación de calidez que contrasta con el gélido ambiente del exterior.
Al cruzar el umbral de la puerta lo primero que notas es el cambio en la atmósfera. El frío se ha quedado afuera por completo. Una gran chimenea crepita en la pared del fondo proporcionando un calor reconfortante que se extiende por toda la estancia. Las lámparas de aceite cuelgan del techo dando un ambiente agradable. El suelo de madera impecablemente mantenido cruje de vez en cuando bajo el peso de los clientes cuando se mueven.
Las mesas están bien organizadas, con sillas resistentes y bancos acolchados. No es un sitio burgués, pero claramente hay dinero invertido aquí. Cada detalle, desde la vajilla bien cuidada hasta la selección de bebidas tras la barra refleja una clientela que valora la calidad sin necesidad de ostentación. Los clientes aquí parecen más relajados que en el puerto. Hay conversaciones, risas y el murmullo de un lugar donde la gente por un momento se permite olvidar las preocupaciones exteriores. Algunos beben con parsimonia, otros disfrutan de comida caliente mientras conversan en voz baja. No hay alboroto ni descontrol, solo un ambiente ameno, al menos por ahora, nadie parece preocupado por los interrogatorios de los guardias ni por el robo del cargamento.
Es ahí cuando notas a una figura tras la barra. Un hombre grande, fornido, de aspecto más bien algo mayor ya con algunas canas cubriéndole la barba y pelo. Supones que es el dueño y tabernero. Te hace un gesto con una mano, invitándote a acercarte, si lo haces, comenzará a hablar casi de inmediato.
— Eh, bienvenido al Alce Negro, soy Yawgmoth... ¿Qué puedo servirte? Veo que eres nuevo por aquí... o al menos, es la primera vez que veo tu cara en mi local. Gehehehe~
Las casas y comercios tienen los techos inclinados, pensados para evitar la acumulación de nieve y las puertas están reforzadas para evitar que el frío se cuele y los vientos las tiren abajo. Las ventanas suelen estar cubiertas con gruesos cortinajes para retener el calor, y algunas exhalan un leve vapor por las rendijas, señal de que dentro hay chimeneas encendidas.
Después de recorrer varias calles, finalmente encuentras lo que buscabas. Una taberna.
El cartel a la entrada decía "Alce Negro", que destaca entre los edificios vecinos no por su ostentación, sino por su sobria elegancia. Su letrero tallado en madera oscura muestra la figura de un alce con cornamenta imponente, pintado con detalles dorados que resaltan a la luz de los faroles exteriores. La fachada está hecha de piedra pulida y vigas de madera gruesa dando la sensación de calidez que contrasta con el gélido ambiente del exterior.
Al cruzar el umbral de la puerta lo primero que notas es el cambio en la atmósfera. El frío se ha quedado afuera por completo. Una gran chimenea crepita en la pared del fondo proporcionando un calor reconfortante que se extiende por toda la estancia. Las lámparas de aceite cuelgan del techo dando un ambiente agradable. El suelo de madera impecablemente mantenido cruje de vez en cuando bajo el peso de los clientes cuando se mueven.
Las mesas están bien organizadas, con sillas resistentes y bancos acolchados. No es un sitio burgués, pero claramente hay dinero invertido aquí. Cada detalle, desde la vajilla bien cuidada hasta la selección de bebidas tras la barra refleja una clientela que valora la calidad sin necesidad de ostentación. Los clientes aquí parecen más relajados que en el puerto. Hay conversaciones, risas y el murmullo de un lugar donde la gente por un momento se permite olvidar las preocupaciones exteriores. Algunos beben con parsimonia, otros disfrutan de comida caliente mientras conversan en voz baja. No hay alboroto ni descontrol, solo un ambiente ameno, al menos por ahora, nadie parece preocupado por los interrogatorios de los guardias ni por el robo del cargamento.
Es ahí cuando notas a una figura tras la barra. Un hombre grande, fornido, de aspecto más bien algo mayor ya con algunas canas cubriéndole la barba y pelo. Supones que es el dueño y tabernero. Te hace un gesto con una mano, invitándote a acercarte, si lo haces, comenzará a hablar casi de inmediato.
— Eh, bienvenido al Alce Negro, soy Yawgmoth... ¿Qué puedo servirte? Veo que eres nuevo por aquí... o al menos, es la primera vez que veo tu cara en mi local. Gehehehe~