
Arthur Soriz
Gramps
31-01-2025, 08:40 AM
(Última modificación: 31-01-2025, 08:43 AM por Arthur Soriz.)
La respiración de Eos se entrecortó tan ligeramente un momento cuando mencionaste a Adonis. Se encogió ligeramente de hombros, sentándose a tu lado al salirse de encima de tu cuerpo. No es que le desagradara la idea de seguir estando contigo tan solo por mencionar a alguien de la familia que obviamente se había ido, pero debía ser un poco más seria con el tema... al igual que tú lo habías sido ahora mismo. Consideraba que la pregunta merecía una respuesta que no estuviera acallada con el cariño y pasión que residía entre los dos tras lo ocurrido.
— Adonis siempre fue un fiel seguidor de nuestro padre —empezó, suspirando suavemente—. Desde un principio él creció sin conocer a Heracles, cuando él fue traído a la familia... nuestro padre ya se había ido en su 'viaje'.
Explicaba notándose cierta melancolía en su mirada, tristeza tal vez. Su padre les había abandonado, tal y como lo había hecho contigo. Tan solo que a diferencia de ti, a ellos les había metido en la cabeza la idea de unidad, de culto, de una sociedad en las penumbras de las alcantarillas, viviendo como patéticas lagartijas que no tenían derecho a ver la luz, impulsados por una promesa de un mundo mejor; mundo que aparentemente no llegaría a manos del que consideraron por mucho tiempo no solo su progenitor, pero salvador también.
— Si él ya no está entre nosotros, dudo mucho que podamos encontrarlo... es más, ya debe estar tan lejos que es imposible siquiera para ti atraparlo. —comentó. No estaba subestimándote, estaba siendo realista. Tú mismo habías sido testigo de las surreales habilidades que tenía aquel "renacuajo" como tan despectivamente tú preferías referirte a este. Se movía entre las sombras como si fuera parte de las mismas, habilidad que compartía con Harpócrates, el mudo.
— Nunca estuvo a favor de que Hefesto fuera el que tomase el mando, siempre que lo intentó él estuvo en contra, como la gran mayoría —decía apretando un poco los dientes, antes de seguir—. A diferencia de algunos, él seguía creyendo de que Heracles volvería, y nos llevaría a todos a esa luz prometida. Creo que... creo que por eso ha decidido partir, porque sigue creyendo en eso, pero también quiere vivir.
En su voz existía cierta tristeza. Tal vez, muy en el fondo, Eos lo consideraba alguien agradable a pesar de su particular forma de comportarse. O simplemente era el hecho de que entre todos los detractores que podrías haber tenido, él prefirió mantenerse al margen. No ir en tu contra, pero tampoco a tu favor. Sin embargo, su desaparición podría causar problemas, ¿y si iba directamente a la Marina a informar lo ocurrido? ¿Y si ya lo hizo y era solamente cuestión de tiempo antes de que los guiara hasta aquí? Sería imposible ofrecer explicaciones, lo primero que harían sería aplicar justicia absoluta... la misma en la que tú crees.
— Y sobre Harpócrates... como te he dicho ya, fue siempre los ojos de nuestro padre cuando él se ausentaba por poco tiempo. El que mantenía todo bajo control, alguna vez también fue su voz... pero Hefesto decidió que eso ya no debía ser así —al pausar su hablar, se notaba que esto le costaba más de lo que parecía. Tragó duro, intentando mantener la compostura antes de continuar—. Varias veces Hefesto quiso tomar el lugar de nuestro padre... tal como tú has hecho, pero a diferencia de lo que pasó contigo, Harpócrates no quería a Hefesto liderándonos... expresó su descontento, cuán en desacuerdo estaba... Hefesto le contestó arrancándole la lengua y comiéndosela frente a sus ojos.
Se le cerraba la garganta nada más de contar aquello. Si había algo que odiaba era el conflicto entre hermanos, entre seres que se suponía debían estar tan unidos y sin embargo... desde antaño ya que existía esa rivalidad, esa hostilidad. No eran un grupo perfecto, eran unidos nada más por el vínculo de sangre que los había traído hasta aquí.
— Como uno de los pocos que tenía permitido salir a la superficie, Harpócrates... pronto te encontró, y quiso atraerte, estuvo tan cerca en Verano, pero... decidiste volver —te miró de reojo por encima de su hombro izquierdo, dedicándote una pequeña sonrisa antes de seguir hablando mientras acariciaba el dorso de una de tus manos, la que tuviera más cerca—. Eras el único de nuestros hermanos que no había sido traído por Heracles, el único... que parecía haber vivido otra vida, la que ninguno de nosotros pudo tener. Una vida llena de libertades, y si bien habrás tenido tus dificultades también... Harpócrates admira tu libertad, porque es lo mismo que quiere para todos nosotros...
Soltó una pequeña risa al pensar en ello, encogiéndose nuevamente de hombros y mirándote con una expresión un tanto risueña.
— Harpócrates admira que no seas como nuestro padre.
— Adonis siempre fue un fiel seguidor de nuestro padre —empezó, suspirando suavemente—. Desde un principio él creció sin conocer a Heracles, cuando él fue traído a la familia... nuestro padre ya se había ido en su 'viaje'.
Explicaba notándose cierta melancolía en su mirada, tristeza tal vez. Su padre les había abandonado, tal y como lo había hecho contigo. Tan solo que a diferencia de ti, a ellos les había metido en la cabeza la idea de unidad, de culto, de una sociedad en las penumbras de las alcantarillas, viviendo como patéticas lagartijas que no tenían derecho a ver la luz, impulsados por una promesa de un mundo mejor; mundo que aparentemente no llegaría a manos del que consideraron por mucho tiempo no solo su progenitor, pero salvador también.
— Si él ya no está entre nosotros, dudo mucho que podamos encontrarlo... es más, ya debe estar tan lejos que es imposible siquiera para ti atraparlo. —comentó. No estaba subestimándote, estaba siendo realista. Tú mismo habías sido testigo de las surreales habilidades que tenía aquel "renacuajo" como tan despectivamente tú preferías referirte a este. Se movía entre las sombras como si fuera parte de las mismas, habilidad que compartía con Harpócrates, el mudo.
— Nunca estuvo a favor de que Hefesto fuera el que tomase el mando, siempre que lo intentó él estuvo en contra, como la gran mayoría —decía apretando un poco los dientes, antes de seguir—. A diferencia de algunos, él seguía creyendo de que Heracles volvería, y nos llevaría a todos a esa luz prometida. Creo que... creo que por eso ha decidido partir, porque sigue creyendo en eso, pero también quiere vivir.
En su voz existía cierta tristeza. Tal vez, muy en el fondo, Eos lo consideraba alguien agradable a pesar de su particular forma de comportarse. O simplemente era el hecho de que entre todos los detractores que podrías haber tenido, él prefirió mantenerse al margen. No ir en tu contra, pero tampoco a tu favor. Sin embargo, su desaparición podría causar problemas, ¿y si iba directamente a la Marina a informar lo ocurrido? ¿Y si ya lo hizo y era solamente cuestión de tiempo antes de que los guiara hasta aquí? Sería imposible ofrecer explicaciones, lo primero que harían sería aplicar justicia absoluta... la misma en la que tú crees.
— Y sobre Harpócrates... como te he dicho ya, fue siempre los ojos de nuestro padre cuando él se ausentaba por poco tiempo. El que mantenía todo bajo control, alguna vez también fue su voz... pero Hefesto decidió que eso ya no debía ser así —al pausar su hablar, se notaba que esto le costaba más de lo que parecía. Tragó duro, intentando mantener la compostura antes de continuar—. Varias veces Hefesto quiso tomar el lugar de nuestro padre... tal como tú has hecho, pero a diferencia de lo que pasó contigo, Harpócrates no quería a Hefesto liderándonos... expresó su descontento, cuán en desacuerdo estaba... Hefesto le contestó arrancándole la lengua y comiéndosela frente a sus ojos.
Se le cerraba la garganta nada más de contar aquello. Si había algo que odiaba era el conflicto entre hermanos, entre seres que se suponía debían estar tan unidos y sin embargo... desde antaño ya que existía esa rivalidad, esa hostilidad. No eran un grupo perfecto, eran unidos nada más por el vínculo de sangre que los había traído hasta aquí.
— Como uno de los pocos que tenía permitido salir a la superficie, Harpócrates... pronto te encontró, y quiso atraerte, estuvo tan cerca en Verano, pero... decidiste volver —te miró de reojo por encima de su hombro izquierdo, dedicándote una pequeña sonrisa antes de seguir hablando mientras acariciaba el dorso de una de tus manos, la que tuviera más cerca—. Eras el único de nuestros hermanos que no había sido traído por Heracles, el único... que parecía haber vivido otra vida, la que ninguno de nosotros pudo tener. Una vida llena de libertades, y si bien habrás tenido tus dificultades también... Harpócrates admira tu libertad, porque es lo mismo que quiere para todos nosotros...
Soltó una pequeña risa al pensar en ello, encogiéndose nuevamente de hombros y mirándote con una expresión un tanto risueña.
— Harpócrates admira que no seas como nuestro padre.