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Arthur Soriz
Gramps
31-01-2025, 09:22 PM
Ambos se imaginaban que lo primero que harías sería atacar. Un animal arrinconado lo primero que hace es mostrar los dientes antes de perecer ante la adversidad; lo que no sabían es cuán duro podía morder este pesado perro. Cada golpe que lanzaste fue recibido de una forma inesperada por ellos, los cuales también salieron a encontrarse con tu fuerza. Primero uno, después el otro ... cada uno chocando con tu fiereza y obviamente disminuyendo el daño en gran medida pero tampoco es que fueran capaces de hacer mucho. Lo mínimo indispensable para evitar que el daño fuese violento. Ambos salieron volando maltrechos pero no por ello derrotados, ni de cerca.
Está claro que si querías sacarles la confesión tendría que ser a la fuerza, aunque la verdad es que les estaba costando ya seguirte el ritmo. No se esperaban que aparte de humillarlos de una forma, los terminarías humillando de otra mucho más dolorosa. ¡Querían salirse con la suya! Era tan frustrante que el primero en levantarse fue el más bajo de los dos, escupiendo algo de sangre y sacándose la basura de encima, gruñendo y tirándose contra ti casi que en una medida desesperada de distraerte.
Mientras que el más grandullón le costaba un poco más levantarse, la torpeza lo hacía tropezar de nuevo y caer sobre las cajas y barriles rotos contra los que los habías tirado. Ya la revuelta de hecho se escuchaba desde la plaza y la gente empezaba una tras otra a congregarse porque la curiosidad mató al gato. Al ver que eran ellos dos contra el nuevo 'malhechor' del pueblo, obviamente que lo primero que hicieron fue gritarte quién sabe cuánta cantidad de improperios dirigidos para dañarte la moral, para herirte sentimentalmente. Pero tú ahora mismo tenías una sola decisión, tomar cartas en el asunto y darle una lección que nunca olvidarían en sus putas vidas a estos dos, ¿cierto?
En lo que el bajo se abalanzó sobre ti casi que sirviendo de distracción, el más grandote también se unió a la faena de nuevo, y dándole lo mismo si su compañero estaba encima de ti o no, lanzó una patada que obviamente iba dirigida hacia tus costillas. La patada llevaba tal fuerza que si acaso llegaba a dar seguramente un par te terminaría fisurando e incluso si corrías con muy mala suerte, quebrando debido a la potencia que llevaba tal impacto. Lo curioso era que estaba posicionado más lejos de lo que uno se imaginaría que necesitaría uno para impactarte tal patada... era como si su pierna curiosamente midiera más de lo que debería.
Si bien ese tipo no tenía todas las luces prendidas, era innegable que parecía ser imparable. Tendrías que a toda costa ponerte al cien porciento y no subestimarlos más... al menos al grandote del par.
Está claro que si querías sacarles la confesión tendría que ser a la fuerza, aunque la verdad es que les estaba costando ya seguirte el ritmo. No se esperaban que aparte de humillarlos de una forma, los terminarías humillando de otra mucho más dolorosa. ¡Querían salirse con la suya! Era tan frustrante que el primero en levantarse fue el más bajo de los dos, escupiendo algo de sangre y sacándose la basura de encima, gruñendo y tirándose contra ti casi que en una medida desesperada de distraerte.
Mientras que el más grandullón le costaba un poco más levantarse, la torpeza lo hacía tropezar de nuevo y caer sobre las cajas y barriles rotos contra los que los habías tirado. Ya la revuelta de hecho se escuchaba desde la plaza y la gente empezaba una tras otra a congregarse porque la curiosidad mató al gato. Al ver que eran ellos dos contra el nuevo 'malhechor' del pueblo, obviamente que lo primero que hicieron fue gritarte quién sabe cuánta cantidad de improperios dirigidos para dañarte la moral, para herirte sentimentalmente. Pero tú ahora mismo tenías una sola decisión, tomar cartas en el asunto y darle una lección que nunca olvidarían en sus putas vidas a estos dos, ¿cierto?
En lo que el bajo se abalanzó sobre ti casi que sirviendo de distracción, el más grandote también se unió a la faena de nuevo, y dándole lo mismo si su compañero estaba encima de ti o no, lanzó una patada que obviamente iba dirigida hacia tus costillas. La patada llevaba tal fuerza que si acaso llegaba a dar seguramente un par te terminaría fisurando e incluso si corrías con muy mala suerte, quebrando debido a la potencia que llevaba tal impacto. Lo curioso era que estaba posicionado más lejos de lo que uno se imaginaría que necesitaría uno para impactarte tal patada... era como si su pierna curiosamente midiera más de lo que debería.
Si bien ese tipo no tenía todas las luces prendidas, era innegable que parecía ser imparable. Tendrías que a toda costa ponerte al cien porciento y no subestimarlos más... al menos al grandote del par.