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Dharkel
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31-01-2025, 11:42 PM
El crujir de las pisadas sobre el suelo nevado se iba incrementando poco a poco, irrumpiendo en el silencio que se había formado en aquella ratonera en la que trataban de malvivir los mendigos. Los pasos no tardaron en doblar la esquina, haciendo aparecer a cinco guardias armados con porras y aires desafiantes. Dharkel mantuvo su postura sin moverse un solo centímetro mientras los hombres se acercaban.
Pudo notar cómo a su espalda gracias al kenbunshoku haki cómo el miedo invadía los corazones de algunos de los mendigos. Pero permaneció inmóvil, como si el frío del invierno le hubiese congelado en aquella postura. No era postura desafiante, pero sí demostraba su propia determinación.
Cuando un par de guardias comenzaron a avanzar lentamente, con cautela y las manos sobre las porras hacia aquellos a quienes Dharkel trataba de proteger, se movió. Agitó levemente su brazo izquierdo a modo de advertencia, con el que sostenía una pesada katana. Los destellos del amanecer dibujados en su filo fueron sustituidos rápidamente por un color ébano de reflejos azulados que envolvió completamente su arma y la mano que la sostenía.
- Yo tampoco voy a volver a repetirme. – Suspiró pesadamente -. Considero que tres veces son suficientes. No habrá una cuarta – dijo tajantemente.
La barricada se elevó un poco más la barricada a su espalda en un acto que trataba de ser intimidante. Probablemente los guardias serían conocedores de tales magias, pues era conocimiento extendido por la cultura popular, pero verlo en persona, especialmente si era la primera vez podría llegar a ser algo abrumador para los corazones más débiles.
- Creo que cuando me marche algunos de ellos no sobrevivirán al invierno. Es mucho más duro en las calles de lo que os podéis llegar a imaginar, especialmente si dormís bajo un techo caliente y con un plato caliente todos los días.
Dharkel miró de reojo a los guardias que poco a poco se estaban acercando, tratando de hacerles saber que estaban siendo vigilados.
- También creo que no queréis hacerles daño, no al menos a propósito o habríais venido con refuerzos, dispuestos a matar. Queréis echarles de aquí, pero no tienen otro lugar al que ir. ¿Quizás a tu casa? – Levantó levemente la katana, apuntando a un de los guardias al azar -. ¿O quizás a la tuya? – Señaló esta vez a otro -. Quién sabe. Quizás mañana vosotros mismos os encontréis en su situación.
Dio una calada al cigarro que se posaba en sus labios, analizando la situación. Era cierto que actualmente dependían de él, pero hasta ahora habían conseguido sobrevivir sin su ayuda, por lo que probablemente pudiesen volver a hacerlo tras su marcha.
- Según lo veo yo, ahora mismo tenéis tres opciones. Las propuestas adicionales son bienvenidas. Estoy abierto a la negociación – dijo exhalando el humo que se almacenaba en sus pulmones -. Primera: cumplís vuestras órdenes. O lo intentáis al menos y no volveréis a ver a vuestras familias ni amigos. Segunda: Os dais media vuelta, fingís que habéis completado el trabajo de cara a vuestros superiores y les protegéis. Creedme cuando digo que me enteraré si algo malo le pasa a alguno de ellos. Tercera: Les ayudáis a salir adelante. No buscan limosnas ni son unos desarrapados perezosos que están en esa situación por gusto. Les aseáis, les dais ropas nuevas, alimento y un trabajo digno con el que puedan volver a poner en pie sus vidas. – Dejó un momento para ver el efecto que surtía sus palabras en aquellos miembros de la ley -. Quizás incluso podrían llegar a ser compañeros de armas con el entrenamiento adecuado.