
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
01-02-2025, 12:04 AM
El aroma del vino especiado se alzó entre ellos, envolviendo el momento con una calidez embriagadora, fascinado porque aquel sujeto que aguantaba frio como un mendigo parecía bien letrado con su comentario ante la orden del elegante pirata además de su historia con interés por navegar hacia el North Blue en el nuevo sistema que habían estado promocionando. Mayura mantuvo su copa en alto solo un instante más de lo necesario, permitiéndose saborear la anticipación en la mirada de Horus antes de chocar sutilmente el cristal contra el suyo. — Por una velada inolvidable. — Repitió en un tono cargado de promesas, pero también de una certeza fugaz, como si ya intuyera que aquel encuentro podía ser un instante pasajero, un destello en la inmensidad del mar.
Bebió su copa con la elegancia de siempre, dejando que el calor del vino se deslizara por su garganta y asentara la sensación de comodidad en su pecho. Aún con los labios humedecidos por la bebida, sus ojos grises se posaron en Horus, absorbiendo cada matiz de su expresión con la atención de un artista frente a una obra aún incompleta, aquel sujeto era un aventurero por naturaleza, una característica que parecían compartir y esto intrigaba mucho más al Pavo Real del Océano. — ¿Qué me trae a esta isla? — Repitió su pregunta con una sonrisa ladina, jugueteando con la copa entre sus dedos pensando meticulosamente en cada palabra que estuviera a punto de elegir, pues sentía la necesidad de capturar la atención del apuesto sujeto parecido a él.
— Digamos que los vientos me han empujado en esta dirección. No soy alguien que planifique demasiado lejos su futuro… el destino y yo tenemos una relación caprichosa. Pero si debo ser sincero, Loguetown es solo un punto de paso. Aquí busco algo, o quizás a alguien, aunque aún no he decidido si lo he encontrado. Igualmente debo esperar a partir en ese mismo sistema de vuelo, uno de mis compañeros de tripulación solicitó nuestra ayuda para acompañarle al Mar del Norte. — Dio un pequeño sorbo, dejando que la pausa flotara en el aire antes de continuar.
— Mi historia es larga y está llena de giros inesperados. Nací en una cuna de oro, pero no tardé en descubrir que la jaula es la misma sin importar de qué metal esté hecha. Así que me fui, dejé atrás un apellido, una vida llena de restricciones, y me lancé al mar. ¿Para qué? Para encontrar lo que en las fiestas de gala jamás pude hallar: la libertad de decidir qué historia contar sobre mí mismo cada vez que alguien pregunta. — Su sonrisa se suavizó, una de esas raras expresiones donde la teatralidad daba paso a la autenticidad. — Tú, en cambio, pareces alguien con un propósito más claro. Un explorador con un hambre voraz por lo desconocido. Me gusta eso. Quizás, algún día, nuestros caminos se crucen en busca de una misma historia. — Dejó la copa sobre la barra con un movimiento fluido y se puso de pie con la misma gracia con la que se había sentado. Sacó un par de monedas y las dejó sobre la mesa con un ligero tintineo, asegurándose de que hubiera suficiente para que Horus pudiera quedarse con el cambio.
— Por ahora, si el destino quiere que volvamos a encontrarnos, no me opondré a la idea. Pero si la noche se complica y el frío se vuelve insoportable… busca la posada en la esquina de la plaza central. La reconocerás por las farolas de cristal azul. Pregunta por mi nombre, te indicaran mi habitación. — Se inclinó hacia él con un aire de confidencia, dejando caer su última frase con la suavidad de un secreto seductor en su oído.
Le dedicó una última mirada, intensa y cargada de ese aire entre juguetón y serio que lo caracterizaba, antes de girarse con la fluidez de un actor que sabe cuándo dejar el escenario. Su capa ondeó tras él como un último aplauso al encuentro. Y con ello, se perdió entre la multitud, dejando tras de sí el eco de una noche marcada por el aroma del vino, la dulzura de la miel y la incertidumbre de si el explorador le alcanzaría, iría con él o le visitaría más tarde en esa misma noche para compartir la habitación de la posada.
Bebió su copa con la elegancia de siempre, dejando que el calor del vino se deslizara por su garganta y asentara la sensación de comodidad en su pecho. Aún con los labios humedecidos por la bebida, sus ojos grises se posaron en Horus, absorbiendo cada matiz de su expresión con la atención de un artista frente a una obra aún incompleta, aquel sujeto era un aventurero por naturaleza, una característica que parecían compartir y esto intrigaba mucho más al Pavo Real del Océano. — ¿Qué me trae a esta isla? — Repitió su pregunta con una sonrisa ladina, jugueteando con la copa entre sus dedos pensando meticulosamente en cada palabra que estuviera a punto de elegir, pues sentía la necesidad de capturar la atención del apuesto sujeto parecido a él.
— Digamos que los vientos me han empujado en esta dirección. No soy alguien que planifique demasiado lejos su futuro… el destino y yo tenemos una relación caprichosa. Pero si debo ser sincero, Loguetown es solo un punto de paso. Aquí busco algo, o quizás a alguien, aunque aún no he decidido si lo he encontrado. Igualmente debo esperar a partir en ese mismo sistema de vuelo, uno de mis compañeros de tripulación solicitó nuestra ayuda para acompañarle al Mar del Norte. — Dio un pequeño sorbo, dejando que la pausa flotara en el aire antes de continuar.
— Mi historia es larga y está llena de giros inesperados. Nací en una cuna de oro, pero no tardé en descubrir que la jaula es la misma sin importar de qué metal esté hecha. Así que me fui, dejé atrás un apellido, una vida llena de restricciones, y me lancé al mar. ¿Para qué? Para encontrar lo que en las fiestas de gala jamás pude hallar: la libertad de decidir qué historia contar sobre mí mismo cada vez que alguien pregunta. — Su sonrisa se suavizó, una de esas raras expresiones donde la teatralidad daba paso a la autenticidad. — Tú, en cambio, pareces alguien con un propósito más claro. Un explorador con un hambre voraz por lo desconocido. Me gusta eso. Quizás, algún día, nuestros caminos se crucen en busca de una misma historia. — Dejó la copa sobre la barra con un movimiento fluido y se puso de pie con la misma gracia con la que se había sentado. Sacó un par de monedas y las dejó sobre la mesa con un ligero tintineo, asegurándose de que hubiera suficiente para que Horus pudiera quedarse con el cambio.
— Por ahora, si el destino quiere que volvamos a encontrarnos, no me opondré a la idea. Pero si la noche se complica y el frío se vuelve insoportable… busca la posada en la esquina de la plaza central. La reconocerás por las farolas de cristal azul. Pregunta por mi nombre, te indicaran mi habitación. — Se inclinó hacia él con un aire de confidencia, dejando caer su última frase con la suavidad de un secreto seductor en su oído.
Le dedicó una última mirada, intensa y cargada de ese aire entre juguetón y serio que lo caracterizaba, antes de girarse con la fluidez de un actor que sabe cuándo dejar el escenario. Su capa ondeó tras él como un último aplauso al encuentro. Y con ello, se perdió entre la multitud, dejando tras de sí el eco de una noche marcada por el aroma del vino, la dulzura de la miel y la incertidumbre de si el explorador le alcanzaría, iría con él o le visitaría más tarde en esa misma noche para compartir la habitación de la posada.