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Arthur Soriz
Gramps
01-02-2025, 11:33 PM
(Última modificación: 04-02-2025, 01:40 AM por Arthur Soriz.)
Cuanto más asciendes el frío se vuelve más intenso, el aire húmedo se adhiere a tu piel y la niebla implacable parece volverse aún más densa. Incluso en pleno verano es sorprendente lo bajo que pueden caer las temperaturas en un lugar como este. Cada paso que das sobre el suelo húmedo y resbaladizo te obliga a inclinar tu cuerpo ligeramente hacia adelante para mantener el equilibrio, casi se siente como si la montaña buscara tumbarte y bajarte de ella cuanto antes. La vegetación que ya de por sí era densa te obliga a moverte con cuidado. El silencio es sepulcral, solo interrumpido por el crujir ocasional de ramas al ser pisadas o el rugir lejano de alguna criatura oculta entre la niebla.
Pronto el terreno ya no son solo árboles y arbustos que te rodean, es como si estos pronto empezaran a cerrarse más, como si la montaña misma forjase frente a tus ojos un laberinto natural. El camino antes visible y claro se pierde entre arbustos y raíces retorcidas, y cada paso requiere más esfuerzo para evitar tropezar con algo oculto en la maleza. A medida que la bruma se mueve, la visibilidad se reduce a apenas unos pocos metros, alterando ligeramente tu visión y crees ver entre las sombras figuras que se mueven de un lado al otro.
Te sientes vigilado, como desde el comienzo de tu travesía.
Finalmente a través de la niebla algo aparece frente a ti, y lo puedes escuchar ya desde lejos. El rugido del agua. Un río, caudaloso y violento fluye por un cauce ancho y rápido. El agua es turbia, arrastrando rocas y ramas con una fuerza brutal. Puedes ver cómo el agua se estrella contra las rocas, subiendo con espuma blanca y rugiente. El río mide unos cuarenta y cinco metros de ancho. Es sin dudas un lugar donde no quieres caer.
Pero hay una solución. Un puente. Es antiguo, construido con varas de bambú y gruesas cuerdas, todo colgado sobre las aguas turbulentas. La estructura parece frágil, como si hubiera soportado décadas de tormentas y viento. Las cuerdas están tensas, pero no parecen seguras. Las maderas del puente crujen al viento y el bambú a pesar de ser resistente y flexible normalmente, está envejecido y comienza a mostrar señales de desgaste. La cuerda en un extremo está suelta, como si alguien la hubiera desgarrado parcialmente, dejando el otro lado más flojo de lo que debería estar. A simple vista no parece lo más seguro pero la única forma de cruzar el río parece ser a través de ese puente. Para tu buena suerte, la bruma aquí es menos espesa, probablemente por el caudal del agua arrastrando violentamente todo atisbo de niebla que pudiera querer asentarse en su superficie.
No hay otra salida aparente por los alrededores, la única forma de avanzar será por el puente. Las rocas empapadas en agua y musgo son demasiado peligrosas como para considerarlas una opción... o mejor dicho, tan solo un demente lo haría.
Pronto el terreno ya no son solo árboles y arbustos que te rodean, es como si estos pronto empezaran a cerrarse más, como si la montaña misma forjase frente a tus ojos un laberinto natural. El camino antes visible y claro se pierde entre arbustos y raíces retorcidas, y cada paso requiere más esfuerzo para evitar tropezar con algo oculto en la maleza. A medida que la bruma se mueve, la visibilidad se reduce a apenas unos pocos metros, alterando ligeramente tu visión y crees ver entre las sombras figuras que se mueven de un lado al otro.
Te sientes vigilado, como desde el comienzo de tu travesía.
Finalmente a través de la niebla algo aparece frente a ti, y lo puedes escuchar ya desde lejos. El rugido del agua. Un río, caudaloso y violento fluye por un cauce ancho y rápido. El agua es turbia, arrastrando rocas y ramas con una fuerza brutal. Puedes ver cómo el agua se estrella contra las rocas, subiendo con espuma blanca y rugiente. El río mide unos cuarenta y cinco metros de ancho. Es sin dudas un lugar donde no quieres caer.
Pero hay una solución. Un puente. Es antiguo, construido con varas de bambú y gruesas cuerdas, todo colgado sobre las aguas turbulentas. La estructura parece frágil, como si hubiera soportado décadas de tormentas y viento. Las cuerdas están tensas, pero no parecen seguras. Las maderas del puente crujen al viento y el bambú a pesar de ser resistente y flexible normalmente, está envejecido y comienza a mostrar señales de desgaste. La cuerda en un extremo está suelta, como si alguien la hubiera desgarrado parcialmente, dejando el otro lado más flojo de lo que debería estar. A simple vista no parece lo más seguro pero la única forma de cruzar el río parece ser a través de ese puente. Para tu buena suerte, la bruma aquí es menos espesa, probablemente por el caudal del agua arrastrando violentamente todo atisbo de niebla que pudiera querer asentarse en su superficie.
No hay otra salida aparente por los alrededores, la única forma de avanzar será por el puente. Las rocas empapadas en agua y musgo son demasiado peligrosas como para considerarlas una opción... o mejor dicho, tan solo un demente lo haría.