Drake Longspan
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12-08-2024, 12:39 AM
"Has sido la base de nuestros sueños
el pilar de nuestra humanidad
en cada grieta, en cada pliegue
un relato de nuestra realidad."
A medida que el hambre y la desesperación se apoderaban de él, Drake comenzó a pelear en combates clandestinos a cambio de dinero y comida. Su habilidad en el boxeo, perfeccionada desde temprana edad, le permitió ganar algunas peleas, pero la vida seguía siendo dura. A pesar de sus esfuerzos, la situación no mejoró. Las deudas seguían acumulándose y sus padres continuaban enfermos, incapaces de recibir la atención médica que necesitaban.
Finalmente, después de meses de lucha, sus padres sucumbieron a una infección agravada por su enfermedad. La pérdida fue devastadora para Drake Longspan, haciendo que este quede completamente desolado. Con el dolor de la pérdida y el peso de sus deudas aún sobre sus hombros, el joven recogió sus pocas pertenencias y se dispuso a continuar su vida, ahora marcada por la supervivencia, la carpintería y el noble pero peligroso arte del boxeo.
Su viaje le llevó a través de diferentes islas y regiones del East Blue, donde continuó luchando en combates y realizando trabajos de carpintería para ganarse la vida. Sin embargo, siempre cargaba consigo el recuerdo de sus padres y el sueño de encontrar algo que pudiera cambiar su suerte de una vez por todas.
La historia de Drake Longspan tomó un giro inesperado cuando, en una de sus travesías en búsqueda de nuevos negocios, escuchó rumores sobre un tesoro valioso, capaz de terminar con sus deudas, una antiguo tesoro escondido, proveniente del mismo infierno. Se decía que este tesoro otorgaría a quien lo encontrase un gran poder e influencia. Confiado en sus propias habilidades, y con un fulgor en sus ojos, se dijo a si mismo que no requería ninguna ayuda para convertirse en una persona de éxito. En su búsqueda desesperada de una oportunidad para mejorar su vida, el joven carpintero siguió las pistas que le llevaron a una remota isla en el East Blue, conocida por sus montañas y su terreno rocoso.
La isla estaba repleta de peligros, y el humano de brazos largos y gran altura tuvo que enfrentar numerosos desafíos. El primero de ellos le llevó a lo que parecía un campamento lleno de mercenarios que había establecido un campamento en un paso crucial. Estos mercenarios, al igual que el joven, estaban interesados en la búsqueda del mismo tesoro que el chico, y no estaban dispuestos a dejar pasar a nadie sin antes enfrentarse a ellos.
El muchacho se sentó sobre una roca, atento y meditativo esperando a la oscuridad de la noche, sin comer ni beber, aprovechó el momento escondido tras los ronquidos de aquellos mercenarios. Ágil, atravesó descalzo el campamento para hacer el menor ruido posible hasta continuar con su siguiente desafío.
Drake tuvo que luchar con valentía contra un oso, utilizando su habilidad en el boxeo y su agilidad, aprovechó su envergadura para estirarse de lado a lado y parecer más grande de cara al oso. Tras darle un puñetazo y gritar con todas sus fuerzas.
— ¡Grrrrrraaaaagh...! ¡Pfffft!
El oso estaba visiblemente sorprendido, más por la estupidez del grito de aquel ser humano de brazos extraños que del puñetazo que le soltó. Probablemente, pensaría que aquella criatura portaba algún tipo de enfermedad que afectaba a su cerebro, por lo que evitó acabar con la vida de Drake Longspan. Este celebró sacando sus músculos y apretando los dientes de la forma más heterobásica posible, quizá fruto de la adrenalina, quizá fruto de una masculinidad débil.
«Rorororo, no todos pueden decir que se han bajado un oso a puñetazos»
Subió montaña arriba, evadiendo adversarios para llegar a la cima de la montaña donde se decía que aquel tesoro se encontraba, leyendas, quizás, pero un cobarde solo necesita que le quiten el pan para ir a comerse el mundo. Finalmente, después de una ardua escalada y enfrentarse a varios peligros que duró un total de dos días, Drake llegó a la cima de la montaña. A su alrededor, unas vistas increíbles, pero vacías de contenido. Estaba solo él, la naturaleza y la montaña. Agotado, se sentó cruzando sus piernas, como un monje tibetano dispuesto a morir meditando. Su estómago dolía, sus labios estaban completamente secos, probablemente moriría antes de llegar de nuevo a la ladera poblada más cercana para reponer energías. Divisó a lo lejos un extraño árbol con frutas sin madurar, algunas otras podridas, otras sin aparente color y un aspecto horrible.
Desesperado, se dejó caer con cuidado algunas decenas de metros hasta llegar a aquel extraño fruto, donde, sin importar si era venenoso o no, comenzó a masticar lo que encontraba a su paso. El hedor de la fruta podrida era ignorado debido al hambre que acontecía al muchacho. Famélico, arrasó con todo lo que encontró a su paso, incluyendo una fruta de sabor amargo y una pinta asquerosa, como grisácea. La dureza de su piel casi le parte los dientes por la mitad.
Agotado, y visiblemente frustrado aunque con el estómago lleno, decide pernoctar apoyado en el tronco del árbol, si iba a morir allí, que por lo menos no le pillase despierto. En el fondo de su alma solo deseaba que fuera de la forma más dulce posible.
Para su suerte eso no ocurrió...
Cuando despertó, lo hizo en la ladera de la montaña, de alguna forma, quizás fruto del sonambulismo o de apoyo de una deidad que no conocía, había llegado abajo de nuevo, sorprendentemente sin esfuerzo, ya que pudo levantarse algo más descansado que ayer.
Drake Longspan revisó sus manos, estaban negras, como si hubiese estado escalando. Comenzó a sacudir los restos de piedra de sus manos, pero estas no se iban de forma alguna, como si fuesen parte de su persona y no del ambiente.
— ¿Pero qué ...?
Extrañado, y con aparentes signos de derrota, prosiguió su camino rumbo a la aldea más cercana para reponer fuerza, quien sabe, lo mismo si fregaba platos podría permitirse un alojamiento gratis para sobrevivir un poco más...
"Que tu esencia perdure siempre
en la memoria y en el corazón
piedra, símbolo de eternidad
en tu existencia hallamos lección."