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Octojin
El terror blanco
03-02-2025, 10:13 AM
El viento ruge con furia, la nieve cae en una tormenta cegadora y el caos ha estallado en la montaña. Vaya mezcla de ingredientes que tenéis... A través del gélido vendaval, Ragn finalmente alcanza la zona del conflicto. Lo primero que ve es el resplandor de los disparos de Airgid, una ráfaga continua de balas que iluminan la ventisca como destellos de relámpagos en medio de la tormenta. La bestia, enorme y brutal, recibe el primer ataque con cierta sorpresa, pudiendo solo desviar algunas balas con sus duras garras que se encuentran envueltas en una película negruzca que tiene toda la pinta de ser haki. ¿Las bestias pueden usar haki? Pues parece que esta sí.
Los gritos del monstruo resuenan con cada impacto, pero no solo de dolor, sino de algo más... Rabia. El rugido de la criatura resuena por la montaña, un sonido gutural que hace temblar la tierra. Pero lo más preocupante no es eso.
Apenas unos metros más atrás, Ragn distingue dos figuras rodando por la nieve, heridas por la ofensiva de Airgid. Vaya, la rubia va bien de puntería, ¿pero no habías visto que se acercaban por su espalda dos tipos? Haciendo amigos siempre, desde luego. Los guerreros se han visto obligados a lanzarse al suelo para no ser alcanzados por el fuego cruzado, pero no han salido ilesos. Sus cuerpos quedan medio enterrados en la nieve, y aunque intentan levantarse, sus movimientos son torpes y lentos. ¿Quiénes son? La respuesta aún no es clara, pero desde luego que parecían aliados. En realidad, todo lo que no es la bestia ahora mismo, parece ser un aliado.
Pero Ragn no tiene tiempo de averiguarlo, porque el Jarl Freydis ya está dando órdenes.
—¡Arqueros y lanzadores, a los árboles! —ruge la líder con la voz de una veterana de mil batallas. Su autoridad es incuestionable, y en cuestión de segundos, los guerreros que trajeron con ellos comienzan a moverse.
Los combatientes más ligeros escalan los árboles a toda velocidad, tomando posiciones entre las ramas más gruesas y preparándose para atacar desde la altura en cuanto reciban la orden. Mientras tanto, Freydis clava su mirada en Ragn, asintiendo ante su aviso sobre sus habilidades con los gases.
—Tomaremos precauciones. No interfieras con mis hombres y haremos lo mismo contigo —No suena a una advertencia ni una amenaza, sino más bien a un acuerdo tácito entre guerreros.
Pero la bestia no va a esperar a que terminen de organizarse. Ni Airgid tampoco.
La ofensiva de la rubia es brutal, devastadora. Diez sobre diez, podríamos decir. O cero sobre diez en cuanto a ganas de contrarrestarla, también te digo. El caso es que las balas golpean con una potencia descomunal, y la bestia apenas tiene tiempo para reaccionar. Con movimientos salvajes y desesperados, el coloso utiliza ambas palmas para mitigar parcialmente la primera oleada, rugiendo con furia mientras las balas impactan contra su grueso pelaje y su piel endurecida. El sonido de las balas perforando su piel debe ser un agradable sonido para ti, Airgid.
Cada vez que mueve las manos en una dirección u otra, el berrido del monstruo se vuelve más fuerte, más salvaje. Sus ojos brillan con una intensidad casi sobrenatural, y la temperatura a su alrededor parece descender aún más.
Pero aún no ha caído. Ni parece estar cerca de ello.
Cuando lanzas la segunda serie de ataques —los básicos—, las primeras dos ráfagas logran hacerle retroceder varios metros. Su enorme cuerpo se desliza por la nieve, dejando profundas marcas en el suelo congelado. Pero entonces, la bestia cambia de táctica. Las dos últimas ofensivas las desvía con golpes certeros de sus garras que, si fueran contra un ser vivo, probablemente lo dejaría inconsciente. Y no solo eso, sino que es capaz de usar la propia fuerza del impacto para impulsarse hacia adelante.
La criatura está herida y dolida, lo que viene siendo un cóctel peligroso. No duda en dirigirse directamente hacia ti a gran velocidad.
Y antes de que puedas reaccionar, el monstruo abre su boca en un potente rugido que tiene como objetivo intimidarte. Y lo cierto es que es ensordecedor.
La nieve alrededor de vuestra posición se levanta con la fuerza de la vibración, y la ventisca se intensifica por un instante, como si la montaña entera estuviera rugiendo con él. El sonido atraviesa el aire como una onda expansiva, golpeando vuestros oídos y haciéndolo casi imposible de ignorar.
Y entonces, a escasos metros de ti, Airgid, da un salto que seguramente creyeses que no podría dar debido a su peso y tamaño. Se eleva varios metros hacia arriba, en torno a veinte, y, entonces, lanza su ofensiva.
Lanza un potentísimo puñetazo hacia ti. Con la fuerza del golpe podría partir una roca en dos. Pero lo peor viene después.
Sin esperar a ver si su ataque da en el blanco, la criatura se gira y carga contra Ingrid, la guerrera herida que Astrid estaba atendiendo. Con su brazo masivo, intenta golpearla con la misma brutalidad en un golpe que, de dar, afectaría tanto a Ingrid como a la propia Astrid.
Los guerreros en los árboles, por su parte, aguardan la orden de ataque del Jarl que no acaba de llegar.
Freydis aprieta los dientes y se prepara para intervenir, desenvainando su arma y, de rodillas, lanza una plegaria antes de la batalla.
—Alejaos de la bestia —susurra durante unos segundos, para después hablar algo más alto—. ¡Alejaos de la bestia!
Ragn, por su parte, también ha llegado al campo de batalla y está en posición de sumarse a los ataques.
Y la tormenta sigue rugiendo en la montaña, como si el propio mundo estuviera observando el enfrentamiento.
Los gritos del monstruo resuenan con cada impacto, pero no solo de dolor, sino de algo más... Rabia. El rugido de la criatura resuena por la montaña, un sonido gutural que hace temblar la tierra. Pero lo más preocupante no es eso.
Apenas unos metros más atrás, Ragn distingue dos figuras rodando por la nieve, heridas por la ofensiva de Airgid. Vaya, la rubia va bien de puntería, ¿pero no habías visto que se acercaban por su espalda dos tipos? Haciendo amigos siempre, desde luego. Los guerreros se han visto obligados a lanzarse al suelo para no ser alcanzados por el fuego cruzado, pero no han salido ilesos. Sus cuerpos quedan medio enterrados en la nieve, y aunque intentan levantarse, sus movimientos son torpes y lentos. ¿Quiénes son? La respuesta aún no es clara, pero desde luego que parecían aliados. En realidad, todo lo que no es la bestia ahora mismo, parece ser un aliado.
Pero Ragn no tiene tiempo de averiguarlo, porque el Jarl Freydis ya está dando órdenes.
—¡Arqueros y lanzadores, a los árboles! —ruge la líder con la voz de una veterana de mil batallas. Su autoridad es incuestionable, y en cuestión de segundos, los guerreros que trajeron con ellos comienzan a moverse.
Los combatientes más ligeros escalan los árboles a toda velocidad, tomando posiciones entre las ramas más gruesas y preparándose para atacar desde la altura en cuanto reciban la orden. Mientras tanto, Freydis clava su mirada en Ragn, asintiendo ante su aviso sobre sus habilidades con los gases.
—Tomaremos precauciones. No interfieras con mis hombres y haremos lo mismo contigo —No suena a una advertencia ni una amenaza, sino más bien a un acuerdo tácito entre guerreros.
Pero la bestia no va a esperar a que terminen de organizarse. Ni Airgid tampoco.
La ofensiva de la rubia es brutal, devastadora. Diez sobre diez, podríamos decir. O cero sobre diez en cuanto a ganas de contrarrestarla, también te digo. El caso es que las balas golpean con una potencia descomunal, y la bestia apenas tiene tiempo para reaccionar. Con movimientos salvajes y desesperados, el coloso utiliza ambas palmas para mitigar parcialmente la primera oleada, rugiendo con furia mientras las balas impactan contra su grueso pelaje y su piel endurecida. El sonido de las balas perforando su piel debe ser un agradable sonido para ti, Airgid.
Cada vez que mueve las manos en una dirección u otra, el berrido del monstruo se vuelve más fuerte, más salvaje. Sus ojos brillan con una intensidad casi sobrenatural, y la temperatura a su alrededor parece descender aún más.
Pero aún no ha caído. Ni parece estar cerca de ello.
Cuando lanzas la segunda serie de ataques —los básicos—, las primeras dos ráfagas logran hacerle retroceder varios metros. Su enorme cuerpo se desliza por la nieve, dejando profundas marcas en el suelo congelado. Pero entonces, la bestia cambia de táctica. Las dos últimas ofensivas las desvía con golpes certeros de sus garras que, si fueran contra un ser vivo, probablemente lo dejaría inconsciente. Y no solo eso, sino que es capaz de usar la propia fuerza del impacto para impulsarse hacia adelante.
La criatura está herida y dolida, lo que viene siendo un cóctel peligroso. No duda en dirigirse directamente hacia ti a gran velocidad.
Y antes de que puedas reaccionar, el monstruo abre su boca en un potente rugido que tiene como objetivo intimidarte. Y lo cierto es que es ensordecedor.
La nieve alrededor de vuestra posición se levanta con la fuerza de la vibración, y la ventisca se intensifica por un instante, como si la montaña entera estuviera rugiendo con él. El sonido atraviesa el aire como una onda expansiva, golpeando vuestros oídos y haciéndolo casi imposible de ignorar.
Y entonces, a escasos metros de ti, Airgid, da un salto que seguramente creyeses que no podría dar debido a su peso y tamaño. Se eleva varios metros hacia arriba, en torno a veinte, y, entonces, lanza su ofensiva.
Lanza un potentísimo puñetazo hacia ti. Con la fuerza del golpe podría partir una roca en dos. Pero lo peor viene después.
Sin esperar a ver si su ataque da en el blanco, la criatura se gira y carga contra Ingrid, la guerrera herida que Astrid estaba atendiendo. Con su brazo masivo, intenta golpearla con la misma brutalidad en un golpe que, de dar, afectaría tanto a Ingrid como a la propia Astrid.
Los guerreros en los árboles, por su parte, aguardan la orden de ataque del Jarl que no acaba de llegar.
Freydis aprieta los dientes y se prepara para intervenir, desenvainando su arma y, de rodillas, lanza una plegaria antes de la batalla.
—Alejaos de la bestia —susurra durante unos segundos, para después hablar algo más alto—. ¡Alejaos de la bestia!
Ragn, por su parte, también ha llegado al campo de batalla y está en posición de sumarse a los ataques.
Y la tormenta sigue rugiendo en la montaña, como si el propio mundo estuviera observando el enfrentamiento.