Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
12-08-2024, 09:49 AM
La tensión causada por las hienas parecía sacar a relucir las skills del grupo, y cada uno, aportando cada una de sus virtudes luchaba contra el ataque coordinado extrañamente de las hienas contra el carruaje. En el templo, tenía un compañero llamado Sun Tzu que era un brillante estratega, siempre se le dio bien algunos juegos de estrategia que teníamos allí, y sin duda, aquel ataque parecía haberlo planeado este mismo. ¿Podían las hienas llegar de manera casual por si mismas a asaltar el comboy tan sincronizadamente? Parece que los animales de hoy en día, y su instinto de caza, estaban más desarrollados de lo que me imaginaba, a no ser, que detrás de esta hubiera una mente maestra por detrás, que les instigue a comportarse así y a organizarse en esa formación. Nah, demasiado peliculero, en que cosas te hace pensar el azote del sol cuando eres mayor.
Podía estar conscientes del estado de los carnívoros mientras intentaba mantenerlas a raya, por mi forma de ser, no quería hacerles daño bajo ningún concepto, pero viendo la zona de proceder de algunos, el irremediable golpe que recibió una por parte de Terence, y el plomo que comió otra por hacer lo que no debía, no me quedaba más remedio que intentar usar la fuerza para rechazarlas.
En el mundo animal, estos solían tener un hocico sumamente desarrollado al mismo tiempo que sensible, para muchos de ellos, era un punto débil a la vez que una herramienta para olisquear una presa, o, por el contrario, detectar a un depredador, ¿cuánto de sensible sería?, probaría para ponerlo en práctica. Lo malo de fijar como objetivo el hocico, es que la boca y los colmillos están justo debajo, por lo que un paso en falso, o una palmada mal calculada, y la mano iría dentro de las mismas fauces de las bestias.
Se me ocurrió darle un fin útil a aquella antorcha improvisada, podría hacer un último servicio antes de prescindir de ella de forma definitiva, ¿Valdría la idea?, la edad a veces suele jugártela con algunas cosas, era bien cierto que actualmente no tenía los reflejos ni la rapidez de antaño cuando mis manos y mis ojos aún eran jóvenes, pero mi mente tenía un registro rico en la creatividad y variación de opciones para encarar una situación, y aquella sería un ejemplo más de ella. Solo tenía que aprovechar el segundo indicado.
Aguardé unos momentos, y entre uno de los jadeos de la hiena que estaba más al exterior de la parte frontal, le lancé mi palo pero sin la intención de dañarla con él, ya que no tenía la destreza suficiente como para estar seguro de acertar y hacerla huir, lo haría con mis propias manos. Lancé la antorcha en posición horizontal, de manera bombeada para que el animal pudiera alcanzarla con sus fauces, haciendo que me diera la facilidad de alcanzarla y bajar las opciones de mordida, pues con aquello entre los dientes, no tendría holgura para atrapar mi mano.
Cuando la misma la enganchase entre sus incisivos, realizaría un movimiento relampagueante en línea recta contra la misma, con la mano que la golpearía en el hocico cargada hacia atrás y la palma desplegada. Y fue el momento idóneo. Realicé un golpe frontal, fácil de prever para cualquier combatiente experimentado, pero no para un animal salvaje, que no se vería venir mi figura sobre ella mientras mantenía mordiendo aquello. Un contundente golpe impactó en su hocico húmedo y mullidito, con el rigor que a un artista marcial le caracteriza, con la intención de hacerla retroceder y darle a entender de que ya no era buena idea mantenerse allí. La mejor idea era corre y huir despavorida.
La restante, la hiena de mi derecha, la mantenía también a raya tanteándola mientras gruñía, ¿vería como sus posibilidades de éxitos bajarían tras quedarse sola allí presente y con el cadaver de una de sus compañeras?, espero que no fuera la kamikaze del grupo, y no a esta última caería con todo sin titubear.
Podía estar conscientes del estado de los carnívoros mientras intentaba mantenerlas a raya, por mi forma de ser, no quería hacerles daño bajo ningún concepto, pero viendo la zona de proceder de algunos, el irremediable golpe que recibió una por parte de Terence, y el plomo que comió otra por hacer lo que no debía, no me quedaba más remedio que intentar usar la fuerza para rechazarlas.
En el mundo animal, estos solían tener un hocico sumamente desarrollado al mismo tiempo que sensible, para muchos de ellos, era un punto débil a la vez que una herramienta para olisquear una presa, o, por el contrario, detectar a un depredador, ¿cuánto de sensible sería?, probaría para ponerlo en práctica. Lo malo de fijar como objetivo el hocico, es que la boca y los colmillos están justo debajo, por lo que un paso en falso, o una palmada mal calculada, y la mano iría dentro de las mismas fauces de las bestias.
Se me ocurrió darle un fin útil a aquella antorcha improvisada, podría hacer un último servicio antes de prescindir de ella de forma definitiva, ¿Valdría la idea?, la edad a veces suele jugártela con algunas cosas, era bien cierto que actualmente no tenía los reflejos ni la rapidez de antaño cuando mis manos y mis ojos aún eran jóvenes, pero mi mente tenía un registro rico en la creatividad y variación de opciones para encarar una situación, y aquella sería un ejemplo más de ella. Solo tenía que aprovechar el segundo indicado.
Aguardé unos momentos, y entre uno de los jadeos de la hiena que estaba más al exterior de la parte frontal, le lancé mi palo pero sin la intención de dañarla con él, ya que no tenía la destreza suficiente como para estar seguro de acertar y hacerla huir, lo haría con mis propias manos. Lancé la antorcha en posición horizontal, de manera bombeada para que el animal pudiera alcanzarla con sus fauces, haciendo que me diera la facilidad de alcanzarla y bajar las opciones de mordida, pues con aquello entre los dientes, no tendría holgura para atrapar mi mano.
Cuando la misma la enganchase entre sus incisivos, realizaría un movimiento relampagueante en línea recta contra la misma, con la mano que la golpearía en el hocico cargada hacia atrás y la palma desplegada. Y fue el momento idóneo. Realicé un golpe frontal, fácil de prever para cualquier combatiente experimentado, pero no para un animal salvaje, que no se vería venir mi figura sobre ella mientras mantenía mordiendo aquello. Un contundente golpe impactó en su hocico húmedo y mullidito, con el rigor que a un artista marcial le caracteriza, con la intención de hacerla retroceder y darle a entender de que ya no era buena idea mantenerse allí. La mejor idea era corre y huir despavorida.
La restante, la hiena de mi derecha, la mantenía también a raya tanteándola mientras gruñía, ¿vería como sus posibilidades de éxitos bajarían tras quedarse sola allí presente y con el cadaver de una de sus compañeras?, espero que no fuera la kamikaze del grupo, y no a esta última caería con todo sin titubear.