Galhard apenas había tenido tiempo de procesar lo que acababa de suceder. El primer enemigo estaba acorralado, desangrándose lentamente, y aunque el marine sabía que no había forma de evitar la sangre en un combate como este, sentía el peso de sus acciones. No obstante, no había tiempo para vacilar. El segundo adversario, con un alambre rodeando su puño, se lanzó hacia él, intentando golpearle en la cara.
El enemigo había abierto su guardia demasiado, tal vez confiando en la fuerza bruta del golpe. Galhard, con los reflejos y la precisión que había adquirido durante su entrenamiento, reaccionó con rapidez. En lugar de intentar bloquear el golpe, lo esquivó con un movimiento lateral ágil, permitiendo que el puño envuelto en alambre pasara peligrosamente cerca de su rostro, dejando una ligera brisa en su mejilla y un pequeño corte en su oreja.
En un movimiento fluido, Galhard giró su sable, tomando la empuñadura con firmeza. Aprovechando la inercia del enemigo y el espacio abierto en su guardia, el joven marine dio un paso adelante, reduciendo la distancia entre ambos. Con precisión quirúrgica, levantó el pomo de su espada y lo estrelló con fuerza contra la mandíbula del hombre.
El impacto resonó con un sonido sordo, y el cuerpo del enemigo se tambaleó hacia atrás. Sus ojos se desorbitaron momentáneamente, y el alambre resbaló de sus manos mientras el golpe sacudía su cabeza. Sin oportunidad de reaccionar, el hombre cayó al suelo, inconsciente, con la mandíbula descolocada por el golpe certero.
Galhard respiró hondo, asegurándose de que el hombre no volvería a levantarse pronto. Había logrado despacharlo sin acabar con su vida, y ahora tenía un momento para evaluar la situación. El otro hombre estaba fuera de combate, pero la mujer seguía en la orilla, hablando por el den den mushi. Parecía distraída, aún sin percatarse del combate que acababa de tener lugar en la cueva.
El joven marine sabía que debía moverse con rapidez antes de que la situación se descontrolara aún más. Todavía quedaban enemigos por enfrentar y un misterio por resolver. Con la determinación de cumplir su deber, Galhard se preparó para lo que vendría a continuación.
Terminó de noquear también al que estaba sangrado y como pudo cubrió ambos cuerpos para que nada le molestase en su siguiente movimiento. La mujer que decía haber ido a hablar con el capitán sería problemática, derrotarla en mitad de su charla por el den den mushi encendería las alarmas así que Galhard tratará de reducirla cuando termine su trasmisión y, de paso, escuchar parte de la conversación antes, el único cabo suelto sería el hombre de la fogata, quien debería esperar a ser noqueado si la suerte estaba de parte de Galhard tras reducir a la mujer.
El enemigo había abierto su guardia demasiado, tal vez confiando en la fuerza bruta del golpe. Galhard, con los reflejos y la precisión que había adquirido durante su entrenamiento, reaccionó con rapidez. En lugar de intentar bloquear el golpe, lo esquivó con un movimiento lateral ágil, permitiendo que el puño envuelto en alambre pasara peligrosamente cerca de su rostro, dejando una ligera brisa en su mejilla y un pequeño corte en su oreja.
En un movimiento fluido, Galhard giró su sable, tomando la empuñadura con firmeza. Aprovechando la inercia del enemigo y el espacio abierto en su guardia, el joven marine dio un paso adelante, reduciendo la distancia entre ambos. Con precisión quirúrgica, levantó el pomo de su espada y lo estrelló con fuerza contra la mandíbula del hombre.
El impacto resonó con un sonido sordo, y el cuerpo del enemigo se tambaleó hacia atrás. Sus ojos se desorbitaron momentáneamente, y el alambre resbaló de sus manos mientras el golpe sacudía su cabeza. Sin oportunidad de reaccionar, el hombre cayó al suelo, inconsciente, con la mandíbula descolocada por el golpe certero.
Galhard respiró hondo, asegurándose de que el hombre no volvería a levantarse pronto. Había logrado despacharlo sin acabar con su vida, y ahora tenía un momento para evaluar la situación. El otro hombre estaba fuera de combate, pero la mujer seguía en la orilla, hablando por el den den mushi. Parecía distraída, aún sin percatarse del combate que acababa de tener lugar en la cueva.
El joven marine sabía que debía moverse con rapidez antes de que la situación se descontrolara aún más. Todavía quedaban enemigos por enfrentar y un misterio por resolver. Con la determinación de cumplir su deber, Galhard se preparó para lo que vendría a continuación.
Terminó de noquear también al que estaba sangrado y como pudo cubrió ambos cuerpos para que nada le molestase en su siguiente movimiento. La mujer que decía haber ido a hablar con el capitán sería problemática, derrotarla en mitad de su charla por el den den mushi encendería las alarmas así que Galhard tratará de reducirla cuando termine su trasmisión y, de paso, escuchar parte de la conversación antes, el único cabo suelto sería el hombre de la fogata, quien debería esperar a ser noqueado si la suerte estaba de parte de Galhard tras reducir a la mujer.