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Arthur Soriz
Gramps
04-02-2025, 09:17 AM
(Última modificación: 04-02-2025, 09:18 AM por Arthur Soriz.)
No es que haya sido puro milagro que hayas pasado el puente de bambú... el milagro fue que el puente haya aguantado tu pasar. Las cuerdas crujieron nada más pusiste un pie encima... pero, tras casi perder el equilibrio fuiste capaz de anteponerte ante la adversidad y de hecho incluso utilizar tu destreza para llegar al otro lado del puente sin siquiera hacer chirriar el bambú viejo... eso, sin dudas, era una tarea que pocos podían lograr. El control sobre tu propio cuerpo y peso, adaptarte a los cambios repentinos fuera por el viento o el vaivén de las cuerdas roídas era algo que merecía por lo menos respeto.
Cuando llegaste al otro lado del río, de entre la espesura de la bruma se asomó una figura. De apariencia atlética, con vestimentas oscuras y ligeramente entalladas al cuerpo. Cabello lacio atado en una coleta, color azabache. Su mirada era filosa como la katana que llevaba desenvainada en una de sus manos. Aún así su andar era sereno, mirándote fijo a los ojos. Se quedó parado a unos metros de ti, no como un duelista esperando que desenvainaras tus armas, pero como alguien que te estaba midiendo en sepulcral silencio.
Pasaron unos minutos incómodos, antes de que dicha figura te hablara.
— ¿Por qué has intentado subir al Diente del Este, forastero?
Te preguntó. No sonaba irrespetuoso, sino cuidadosamente curioso; inquisitivo. Miraba hacia tus lados, como queriendo cerciorarse de que nadie más estuviera acompañándote. Frunció un poco el ceño, expectante de lo que fueras a responderle pero antes de que tuvieras chance de explicarte demasiado, te apuntó con la punta de su filo y habló.
— ¿Eres un pirata...? —inquiría que así era más que nada por tus ropas que no encajaban con alguien que fuese de esta isla. Es más, te parecías más a lo que eran los piratas presentes en la isla que otra cosa—. Agallas tienes, y habilidad también si has llegado tan lejos... y que no hayas matado a los tigres... eso habla de cierto autocontrol... pero lamento informarte que tu camino llega hasta aquí.
Sentenció como si fuera una figura de absoluta importancia en este lugar. Dejó de apuntarte con su katana, pero se mantuvo listo para atacar si era necesario. Lo veías en la forma en la que si bien sus manos estaban relajadas, sus pies estaban casi que enterrados en el suelo, con una postura firme e impenetrable. Te estaba midiendo incluso ahora, mirando todo tu cuerpo, buscando aperturas, debilidades, incluso cualquier posibilidad de ventaja que pudieras tener. Y aún así no sentías ni un atisbo de hostilidad de su parte... era como si su mente estuviera completamente calma incluso cuando debería estar en alerta.
— Lo hiciste bien cruzando el viejo puente, la mayoría opta por las rocas... ¿pero crees ser capaz de escalar el último tramo, forastero? —hizo una pausa, haciendo una ligera mueca con sus labios a modo de sonrisa leve—. El último tramo del Diente es el más peligroso... por el cual podrías incluso llegar a perder tu vida... aquellos que ya somos parte del dojo lo hacemos con los ojos cerrados, pero alguien desconocido... no te prometo tu seguridad.
Se notaba a leguas la arrogancia del muchacho, totalmente diferente a lo que se esperaría de alguien que supuestamente vive recluido en las montañas, lejos de todo lo que podría significar tentaciones mundanas. Concentrándose solamente en el arte de afinar sus habilidades como espadachín. Este joven sin embargo parecía todo lo opuesto... creído, con un ego que era palpable incluso sin ser poseedor de Haki. La sonrisa tan socarrona y confianzuda, la manera en la que parecía incluso estar subestimándote... era como estar viendo a un canalla pavonearse de ser el mejor, cuando aún no había hecho absolutamente nada para comprobar que así fuera.
— Quizás sea mejor idea dar la vuelta y volver por donde viniste... Y si no me crees, acompáñame.
Tras decir esto, se dio media vuelta y comenzó a correr a una velocidad vertiginosa... seguirle el paso no te sería difícil si no fuera por la neblina que de nuevo se volvía espesa haciéndote dudar un poco en dónde podías pisar perfectamente. Aunque lentamente esa neblina se fue disipando, descapotándose en un cielo abierto... y el último tramo de aquel pico empinado. Allí, pudiste ver a la perfección a lo que se refería ese muchacho. No había manera segura de escalar, y si intentabas hacerlo probablemente sería una de las tareas más complicadas de toda tu vida.
Te miró de reojo, con una sonrisa confiada de medio labio plasmada en su rostro, estando seguro que al ver esto te darías media vuelta e irías corriendo. Se veía al menos unos cien metros de altura antes de llegar a lo que parecía verse como una saliente, en la que... probablemente, estaría el comienzo a la entrada del dojo.
Vaya mierda de entrada a un lugar así, madre de dios... ¿y si llegabas a subir hasta allá arriba, después... cómo carajos podrías bajar?
Cuando llegaste al otro lado del río, de entre la espesura de la bruma se asomó una figura. De apariencia atlética, con vestimentas oscuras y ligeramente entalladas al cuerpo. Cabello lacio atado en una coleta, color azabache. Su mirada era filosa como la katana que llevaba desenvainada en una de sus manos. Aún así su andar era sereno, mirándote fijo a los ojos. Se quedó parado a unos metros de ti, no como un duelista esperando que desenvainaras tus armas, pero como alguien que te estaba midiendo en sepulcral silencio.
Pasaron unos minutos incómodos, antes de que dicha figura te hablara.
— ¿Por qué has intentado subir al Diente del Este, forastero?
Te preguntó. No sonaba irrespetuoso, sino cuidadosamente curioso; inquisitivo. Miraba hacia tus lados, como queriendo cerciorarse de que nadie más estuviera acompañándote. Frunció un poco el ceño, expectante de lo que fueras a responderle pero antes de que tuvieras chance de explicarte demasiado, te apuntó con la punta de su filo y habló.
— ¿Eres un pirata...? —inquiría que así era más que nada por tus ropas que no encajaban con alguien que fuese de esta isla. Es más, te parecías más a lo que eran los piratas presentes en la isla que otra cosa—. Agallas tienes, y habilidad también si has llegado tan lejos... y que no hayas matado a los tigres... eso habla de cierto autocontrol... pero lamento informarte que tu camino llega hasta aquí.
Sentenció como si fuera una figura de absoluta importancia en este lugar. Dejó de apuntarte con su katana, pero se mantuvo listo para atacar si era necesario. Lo veías en la forma en la que si bien sus manos estaban relajadas, sus pies estaban casi que enterrados en el suelo, con una postura firme e impenetrable. Te estaba midiendo incluso ahora, mirando todo tu cuerpo, buscando aperturas, debilidades, incluso cualquier posibilidad de ventaja que pudieras tener. Y aún así no sentías ni un atisbo de hostilidad de su parte... era como si su mente estuviera completamente calma incluso cuando debería estar en alerta.
— Lo hiciste bien cruzando el viejo puente, la mayoría opta por las rocas... ¿pero crees ser capaz de escalar el último tramo, forastero? —hizo una pausa, haciendo una ligera mueca con sus labios a modo de sonrisa leve—. El último tramo del Diente es el más peligroso... por el cual podrías incluso llegar a perder tu vida... aquellos que ya somos parte del dojo lo hacemos con los ojos cerrados, pero alguien desconocido... no te prometo tu seguridad.
Se notaba a leguas la arrogancia del muchacho, totalmente diferente a lo que se esperaría de alguien que supuestamente vive recluido en las montañas, lejos de todo lo que podría significar tentaciones mundanas. Concentrándose solamente en el arte de afinar sus habilidades como espadachín. Este joven sin embargo parecía todo lo opuesto... creído, con un ego que era palpable incluso sin ser poseedor de Haki. La sonrisa tan socarrona y confianzuda, la manera en la que parecía incluso estar subestimándote... era como estar viendo a un canalla pavonearse de ser el mejor, cuando aún no había hecho absolutamente nada para comprobar que así fuera.
— Quizás sea mejor idea dar la vuelta y volver por donde viniste... Y si no me crees, acompáñame.
Tras decir esto, se dio media vuelta y comenzó a correr a una velocidad vertiginosa... seguirle el paso no te sería difícil si no fuera por la neblina que de nuevo se volvía espesa haciéndote dudar un poco en dónde podías pisar perfectamente. Aunque lentamente esa neblina se fue disipando, descapotándose en un cielo abierto... y el último tramo de aquel pico empinado. Allí, pudiste ver a la perfección a lo que se refería ese muchacho. No había manera segura de escalar, y si intentabas hacerlo probablemente sería una de las tareas más complicadas de toda tu vida.
Te miró de reojo, con una sonrisa confiada de medio labio plasmada en su rostro, estando seguro que al ver esto te darías media vuelta e irías corriendo. Se veía al menos unos cien metros de altura antes de llegar a lo que parecía verse como una saliente, en la que... probablemente, estaría el comienzo a la entrada del dojo.
Vaya mierda de entrada a un lugar así, madre de dios... ¿y si llegabas a subir hasta allá arriba, después... cómo carajos podrías bajar?