Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
[Común] Pato a la naranja
Secundino Morales
El tio la vara
(Volumen muy bajo, está de fondo en el bar)

La canción sonaba en el viejo bar del pueblo. Por aquel entonces Secundino tenía 11 años y ya había bebido mas vasos de vino que de leche. Tenía una figura delgada pero bien tonificada, resultado de años de trabajo en el campo. Su piel, bronceada por el sol, a menudo muestra un toque de tierra en sus mejillas. Su cabello, corto y revuelto, es de un marrón oscuro, con mechones rebeldes que sobresalen bajo su viejo sombrero de paja, que rara vez se quita. Sus ojos son grandes y de un tono marrón claro, llenos de vida y con una chispa traviesa que refleja su espíritu aventurero. La sonrisa de Secundino es amplia y sincera, mostrando unos dientes blanquísimos, casi desafiando la rudeza de su entorno. Viste una camisa blanca arremangada, con los botones superiores abiertos, dejando ver parte de su torso delgado pero fuerte, marcado por el trabajo físico. Lleva un peto verde de tela resistente, sujeto por tirantes que cruzan su pecho. El peto está ligeramente holgado, dándole libertad de movimiento. Completa su atuendo con unas botas viejas y gastadas, que han visto mejores días, pero que siguen siendo funcionales para las tareas del campo.

Secundino estaba sentado en un taburete de madera frente a la barra, dando largos sorbos a su vaso de vino, se lo habían cargado hasta arriba, como a él le gustaba. Conversaba animadamente con Don Eusebio, el dueño del bar.

¿Sabe, Don Eusebio? —dijo Secundino, alzando su vaso con entusiasmo—. Hoy me he puesto a pensar que si yo hubiera estudiado como el primo de la tía Lepoldina, ¡ahora mismo sería ministro!

Don Eusebio, medio sordo, escuchaba desde detrás de la barra mientras secaba un vaso con un trapo. Inclinó la cabeza hacia un lado, tratando de entender.

¿Qué? ¿Pescar con el tío de la hija de Fina...? —dijo Don Eusebio, con una mirada confusa—. ¿El qué?

Secundino, acostumbrado a las dificultades auditivas del anciano, simplemente siguió adelante sin inmutarse.

¡Sí, sí! —exclamó Secundino—. ¡Pondría leyes pa’ todo! Como ‘más vino pa’ todos’ y ‘vacaciones obligatorias pa’ las vacas’!

Don Eusebio frunció el ceño, tratando entender lo que decía.

¿Que pondría más vino pa´ las vacas? —preguntó, con una sonrisa desorientada—. ¡¿Y pa’ mí qué?!

Secundino se rió, sacudiendo la cabeza y haciendo un gesto de resignación.

No, no, Don Eusebio —corrigió—. ¡Más vino pa’ la gente y vacaciones pa’ las vacas!

Don Eusebio, aún un poco perdido, intentó seguirle el ritmo.

Ah, claro. Sí, hombre, vaya que sí. Eso es cosa buena. —respondió, con una sonrisa forzada, sin haberse enterado de nada.

¡Ome vaya! ¡Exactamente! —dijo Secundino, levantando su vaso en un brindis—. ¡Por el futuro ministro de vino y ganadería!

Don Eusebio rió, dándole dos palmadas en el hombro a Secundino con tanta fuerza que parte del vino del vaso se desparramó por la barra. Entre risas, Eusebio continuaba con sus quehaceres hosteleros. Secundino se quedó pensativo, mirando el fondo de su vaso. La risa y el bullicio a su alrededor se desvanecieron, dejándole solo con sus pensamientos. Se preguntaba cómo habría sido su vida si hubiera tenido la oportunidad de demostrar su talento. Sentía una punzada de tristeza al pensar en los caminos que no tomó. Recordaba el año pasado, cuando intentó conquistar a la hija de Avelina en las fiestas del pueblo y no lo consiguió. No era solo un desamor, era un recordatorio de las oportunidades perdidas. Sabía que tenía algo especial, un talento que había quedado oculto bajo las horas de trabajo en el campo y la falta de educación. Se lamentaba por no haber podido dar el salto, por no haber tenido la oportunidad de mostrar de lo que realmente era capaz. Suspiró, pensando que a veces la vida le daba más golpes que oportunidades, pero aún así no podía evitar soñar con lo que podría haber sido.


Un escándalo repentino y estruendoso desde el exterior lo sacudió de su reflexión. Se escuchaban voces enérgicas y el graznido desesperado de un pato, creando un caos en la calle imposible ignorar. Secundino dejó su vaso de vino sobre la barra y salió del bar de un salto. La escena en la calle era un completo alboroto. Los vecinos, armados hasta los dientes, corrían en formación de avalancha detrás de un grupo de variopintos animales, entre ellos el pato quien seguía dando unos graznidos frenéticos. Sin pensarlo dos veces, Secundino pegó una voz.

¡Eeepa! ¿¡Qué está pasando aquí!?

Los vecinos y lo ignoraron y el caos seguía sin resolverse. Ignorando la confusión, Secundino se adelantó a la trayectoria del pato, se agachó y abrazó al pato elevándolo. Lo miró fijamente y, en un acto curioso y bastante peculiar, le olfateó el aliento descifrando el misterio de aquel entuerto. Después de unos segundos, con un gesto de comprensión miró al pato con una sonrisa cómplice.

¡Tate tranquilo! ¡No te voy delatar! —le dijo, como si el animal pudiera entenderlo—. ¿Oíste? Tas con Secundino Morales, a ti no te va a faltar nada. ¿Oísteme?

Con una mano firme alrededor del pato, Secundino se dirigió hacia el núcleo del pueblo dándose cuenta entonces de que no tenía ni idea de quien era el dueño del animal.

¡Oye chato! ¿Y tu de qué casa eres? — Si no había respuesta alguna, y no la esperaba, había adquirido un pato. Si le salía muy rebeco siempre podía cocinarlo a la naranja.
#2


Mensajes en este tema
Pato a la naranja - por MC duck - 11-08-2024, 08:17 PM
RE: Pato a la naranja - por Secundino Morales - 12-08-2024, 03:45 AM
RE: Pato a la naranja - por MC duck - 12-08-2024, 04:26 PM
RE: Pato a la naranja - por Secundino Morales - 12-08-2024, 05:09 PM
RE: Pato a la naranja - por MC duck - 13-08-2024, 02:42 PM

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