
Arthur Soriz
Gramps
06-02-2025, 12:10 AM
Eos rechistó al momento que le entregaste el diario de Heracles. No porque le molestara tenerlo en su posesión, sino más bien por la broma pesada que Harpócrates había hecho a costilla tuya. Pero así era él cuando le agradaba alguien y se notaba que se sentía cómodo contigo a diferencia de lo que habría sucedido si Hefestos era quien terminaba tomando el liderazgo.
— Eso haré, Ares... cuando vuelvas lo leeremos a fondo, que yo... nunca lo leí tampoco.
Tras esto, todos de pie y Harpócrates se acercó a un lado tuyo, dándote unas suaves palmadas confianzudas en la espalda asintiendo ligeramente con la cabeza como una demostración de confianza hacia ti, estando convencido de que todo saldría bien; y si no, pues ya estaban entregados a fin de cuentas. Eos por su lado simplemente se paró del otro lado tuyo esperando que estuvieras preparado y comenzó a acompañarte por el mismo sendero por el cual tú llegaste hasta este lugar.
El largo pasillo iluminado por antorchas, y por último las escaleras. Desde adentro señaló uno de los ladrillos, Eos mostrándote cuál era en específico para que si volvías, al menos fueras capaz de salir por tu cuenta. Antes de que te fueras definitivamente, porque tampoco quería estar ahí cuando te fueras o abrieras el pasadizo que daba al exterior, te detuvo al agarrarte de una mano y te volteó. Puso luego ambas manos en tus hombros y apegó su morro al tuyo, casi que frente con frente en un gesto cariñoso para luego susurrar contra tus labios a la vez que cerraba sus ojos.
— Cuídate, por favor...
Tras decir esas tres palabras, te dio una corta lamida con la punta de su lengua y soltó tu cuerpo, comenzando a bajar las escaleras velozmente, perdiéndose entre las penumbras del túnel sin siquiera mirar atrás una última vez. Sabía que si lo haría no te querría dejar ir o incluso peor, querría ir contigo. Estabas solo de nuevo, solo contra el mundo, con tu mente trabajando a mil por hora buscando las palabras adecuadas para decirle a la marina. ¿Qué mierda les dirías? Porque a fin de cuentas tu misión había sido desde un principio averiguar qué era lo que estaba causando las desapariciones... Decirles que eran ellos los responsables cerraría toda línea de diálogo futuro que pudieras tener, y de hecho hasta te pondría en peligro de ser citado en la corte marcial por obvias razones.
Las primeras gaviotas comenzaban a graznar a lo lejos, el sol un poco molesto cuando se movieron aquellos ladrillos. Afortunadamente no había nadie allí que pudiera verte en el callejón. Esa entrada había sido elegida estratégicamente por Heracles para pasar desapercibidos en Loguetown, al menos sus vítores se merecía por más que fuera una lacra de ser.
Tenías Loguetown ante ti, completamente abierta como un libro... aunque este sabías leerlo. Lo tenías prácticamente memorizado como la palma de tu mano. Sabías cómo guiarte, cómo llegar hasta tu destino sin levantar sospechas ni ser seguido. Lo que restaba ahora... era decidir qué hacer, y más importante aún... cómo hacerlo.
— Eso haré, Ares... cuando vuelvas lo leeremos a fondo, que yo... nunca lo leí tampoco.
Tras esto, todos de pie y Harpócrates se acercó a un lado tuyo, dándote unas suaves palmadas confianzudas en la espalda asintiendo ligeramente con la cabeza como una demostración de confianza hacia ti, estando convencido de que todo saldría bien; y si no, pues ya estaban entregados a fin de cuentas. Eos por su lado simplemente se paró del otro lado tuyo esperando que estuvieras preparado y comenzó a acompañarte por el mismo sendero por el cual tú llegaste hasta este lugar.
El largo pasillo iluminado por antorchas, y por último las escaleras. Desde adentro señaló uno de los ladrillos, Eos mostrándote cuál era en específico para que si volvías, al menos fueras capaz de salir por tu cuenta. Antes de que te fueras definitivamente, porque tampoco quería estar ahí cuando te fueras o abrieras el pasadizo que daba al exterior, te detuvo al agarrarte de una mano y te volteó. Puso luego ambas manos en tus hombros y apegó su morro al tuyo, casi que frente con frente en un gesto cariñoso para luego susurrar contra tus labios a la vez que cerraba sus ojos.
— Cuídate, por favor...
Tras decir esas tres palabras, te dio una corta lamida con la punta de su lengua y soltó tu cuerpo, comenzando a bajar las escaleras velozmente, perdiéndose entre las penumbras del túnel sin siquiera mirar atrás una última vez. Sabía que si lo haría no te querría dejar ir o incluso peor, querría ir contigo. Estabas solo de nuevo, solo contra el mundo, con tu mente trabajando a mil por hora buscando las palabras adecuadas para decirle a la marina. ¿Qué mierda les dirías? Porque a fin de cuentas tu misión había sido desde un principio averiguar qué era lo que estaba causando las desapariciones... Decirles que eran ellos los responsables cerraría toda línea de diálogo futuro que pudieras tener, y de hecho hasta te pondría en peligro de ser citado en la corte marcial por obvias razones.
Las primeras gaviotas comenzaban a graznar a lo lejos, el sol un poco molesto cuando se movieron aquellos ladrillos. Afortunadamente no había nadie allí que pudiera verte en el callejón. Esa entrada había sido elegida estratégicamente por Heracles para pasar desapercibidos en Loguetown, al menos sus vítores se merecía por más que fuera una lacra de ser.
Tenías Loguetown ante ti, completamente abierta como un libro... aunque este sabías leerlo. Lo tenías prácticamente memorizado como la palma de tu mano. Sabías cómo guiarte, cómo llegar hasta tu destino sin levantar sospechas ni ser seguido. Lo que restaba ahora... era decidir qué hacer, y más importante aún... cómo hacerlo.