Raiga Gin Ebra
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06-02-2025, 11:04 AM
El impacto de los golpes resuena en la nieve y la roca como si fueran truenos atrapados en el campo de batalla. La fuerza de tus ataques empuja a Torrenirrh hacia atrás, obligándolo a retroceder un par de pasos contra su voluntad. Su cuerpo se tensa por la sorpresa. Sus manos aún aferran su espada con fuerza, pero la realidad es innegable: el choque no ha sido favorable para él.
El hielo cruje bajo sus botas mientras se estabiliza, pero algo en su mirada cambia. En lugar de rabia ciega, en lugar de frustración... hay una chispa. Un destello de emoción pura.
Una sonrisa. La sonrisa de aquél que disfruta en la batalla. Del que ansiaba una pelea así. De ese hermano que estaba como loco por volverse a dar de palos con alguien de su propia sangre.
Respira hondo, escupiendo sangre al suelo con un gesto casi despreocupado. Se limpia la boca con el dorso de la mano, sin apartar la vista de ti ni por un instante. El dolor en sus músculos, las quemaduras en su piel, el desgaste de la batalla… Nada de eso importa en este momento. Pocas cosas en este mundo le gustan más que una pelea en la que tiene que darlo todo. Y tú, Ragn, se lo estás dando.
Entonces, vuelves con un ataque para el que Torrenirrh te está esperando. Choca su arma contra tus golpes de manera ágil, y aunque ves cómo sufre en los golpes, no es suficiente para vencerlo. De echo, tu hermano, tras el último choque, se lanza hacia atrás dando un par de zancadas y recobrando el aliento.
Entonces, un sonido corta la tensión del aire como un cuchillo. Un potente silbido.
El sonido no solo capta la atención de ambos, sino de todos los presentes. El ambiente se congela en el instante en que la mirada de los guerreros se dirige hacia una única figura que ha decidido moverse. Harduind Tax avanza con pasos lentos pero firmes, su presencia imponente resuena más fuerte que cualquier grito. Su rostro, a diferencia del de Torrenirrh, no tiene ninguna señal de emoción. No hay ira, no hay diversión. Solo la paciencia de alguien que ya ha visto demasiadas veces el mismo espectáculo.
—Me imagino que ya está bien —Su voz resuena con firmeza, aunque no alza el tono—. ¿Os habéis desfogado un poco? Tengo cosas más importantes que atender que esta triste pelea.
Las palabras de Tax golpean con más fuerza de la que un puñetazo podría hacerlo. No hay burla, ni reproche, solo una afirmación que deja claro lo poco que le interesa este enfrentamiento. Su postura es relajada, pero la manera en la que se coloca entre los dos, sin prisa, pero sin miedo, lo dice todo.
Torrenirrh no parece por la labor de detenerse. Su mirada se mantiene fija en ti por un largo instante, su agarre sobre la empuñadura de su espada aún es fuerte, sus músculos aún se mantienen tensos. Pero entonces, sin decir una sola palabra, su vista se desliza hacia sus hombres. Uno a uno, sus compañeros lo observan con atención, expectantes. Y eso parece bastar para tomar una decisión.
Con una mueca de resignación, chasquea la lengua y envaina su espada.
—No esperaba que me fueras a plantar cara, Ragn —Sus palabras no suenan como un elogio ni como una derrota, solo como una constatación de los hechos—. Me imagino que has aprendido cosas estos años.
Mientras habla, se agacha para tomar un poco de nieve con ambas manos y se la pasa por las heridas. El frío alivia momentáneamente las quemaduras de su cuerpo, pero su rostro sigue mostrando una expresión de desagrado. No le gusta perder, pero tampoco es alguien que se quiebre por un revés.
En cuanto baja la guardia, los tipos que estaban observando la pelea se apresuran a correr hacia él. Uno de ellos, con expresión preocupada, comienza a curar sus heridas, tratando de aplicar un ungüento sobre las zonas afectadas. La reacción de Torrenirrh es inmediata: su mano se mueve con brusquedad y golpea al hombre en el brazo, apartándolo.
—No necesito ayuda. —Su tono es seco, cortante.
Pero el hombre insiste, volviendo a su tarea con determinación. Torrenirrh gruñe por lo bajo, pero tras un segundo de resistencia, simplemente se deja hacer, con una mirada de pocos amigos.
Tax, que hasta ahora no ha apartado la vista de la escena, finalmente se gira hacia ti.
—Despídete si quieres —Su tono sigue siendo el mismo, como si esta pelea hubiera sido solo un pequeño obstáculo en su agenda—. Tengo que decirte qué llevo haciendo este tiempo. Quizá me puedas ayudar.
Sus palabras llevan un peso distinto, uno que insinúa que lo que sea que tenga en mente no será un simple favor. Y tú, Ragn, puedes sentirlo. Este enfrentamiento ha sido solo el principio de algo más grande.
El hielo cruje bajo sus botas mientras se estabiliza, pero algo en su mirada cambia. En lugar de rabia ciega, en lugar de frustración... hay una chispa. Un destello de emoción pura.
Una sonrisa. La sonrisa de aquél que disfruta en la batalla. Del que ansiaba una pelea así. De ese hermano que estaba como loco por volverse a dar de palos con alguien de su propia sangre.
Respira hondo, escupiendo sangre al suelo con un gesto casi despreocupado. Se limpia la boca con el dorso de la mano, sin apartar la vista de ti ni por un instante. El dolor en sus músculos, las quemaduras en su piel, el desgaste de la batalla… Nada de eso importa en este momento. Pocas cosas en este mundo le gustan más que una pelea en la que tiene que darlo todo. Y tú, Ragn, se lo estás dando.
Entonces, vuelves con un ataque para el que Torrenirrh te está esperando. Choca su arma contra tus golpes de manera ágil, y aunque ves cómo sufre en los golpes, no es suficiente para vencerlo. De echo, tu hermano, tras el último choque, se lanza hacia atrás dando un par de zancadas y recobrando el aliento.
Entonces, un sonido corta la tensión del aire como un cuchillo. Un potente silbido.
El sonido no solo capta la atención de ambos, sino de todos los presentes. El ambiente se congela en el instante en que la mirada de los guerreros se dirige hacia una única figura que ha decidido moverse. Harduind Tax avanza con pasos lentos pero firmes, su presencia imponente resuena más fuerte que cualquier grito. Su rostro, a diferencia del de Torrenirrh, no tiene ninguna señal de emoción. No hay ira, no hay diversión. Solo la paciencia de alguien que ya ha visto demasiadas veces el mismo espectáculo.
—Me imagino que ya está bien —Su voz resuena con firmeza, aunque no alza el tono—. ¿Os habéis desfogado un poco? Tengo cosas más importantes que atender que esta triste pelea.
Las palabras de Tax golpean con más fuerza de la que un puñetazo podría hacerlo. No hay burla, ni reproche, solo una afirmación que deja claro lo poco que le interesa este enfrentamiento. Su postura es relajada, pero la manera en la que se coloca entre los dos, sin prisa, pero sin miedo, lo dice todo.
Torrenirrh no parece por la labor de detenerse. Su mirada se mantiene fija en ti por un largo instante, su agarre sobre la empuñadura de su espada aún es fuerte, sus músculos aún se mantienen tensos. Pero entonces, sin decir una sola palabra, su vista se desliza hacia sus hombres. Uno a uno, sus compañeros lo observan con atención, expectantes. Y eso parece bastar para tomar una decisión.
Con una mueca de resignación, chasquea la lengua y envaina su espada.
—No esperaba que me fueras a plantar cara, Ragn —Sus palabras no suenan como un elogio ni como una derrota, solo como una constatación de los hechos—. Me imagino que has aprendido cosas estos años.
Mientras habla, se agacha para tomar un poco de nieve con ambas manos y se la pasa por las heridas. El frío alivia momentáneamente las quemaduras de su cuerpo, pero su rostro sigue mostrando una expresión de desagrado. No le gusta perder, pero tampoco es alguien que se quiebre por un revés.
En cuanto baja la guardia, los tipos que estaban observando la pelea se apresuran a correr hacia él. Uno de ellos, con expresión preocupada, comienza a curar sus heridas, tratando de aplicar un ungüento sobre las zonas afectadas. La reacción de Torrenirrh es inmediata: su mano se mueve con brusquedad y golpea al hombre en el brazo, apartándolo.
—No necesito ayuda. —Su tono es seco, cortante.
Pero el hombre insiste, volviendo a su tarea con determinación. Torrenirrh gruñe por lo bajo, pero tras un segundo de resistencia, simplemente se deja hacer, con una mirada de pocos amigos.
Tax, que hasta ahora no ha apartado la vista de la escena, finalmente se gira hacia ti.
—Despídete si quieres —Su tono sigue siendo el mismo, como si esta pelea hubiera sido solo un pequeño obstáculo en su agenda—. Tengo que decirte qué llevo haciendo este tiempo. Quizá me puedas ayudar.
Sus palabras llevan un peso distinto, uno que insinúa que lo que sea que tenga en mente no será un simple favor. Y tú, Ragn, puedes sentirlo. Este enfrentamiento ha sido solo el principio de algo más grande.