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Airgid Vanaidiam
Metalhead
07-02-2025, 03:37 PM
El cerebro de Airgid tardó unos segundos en poder procesar todo lo que había pasado, de manera tan drástica e inesperada. El trueno retumbó por toda la montaña, liberando un cegador rayo de luz seguido de una oleada de dolor que recorrió todo el cuerpo de la rubia, de arriba abajo. Ella, que ya creía estar acostumbrada a sentir la electricidad envolverla, se dio cuenta de su ingenuidad al notar su cuerpo paralizado por unos instantes, recibiendo aquella descarga. Apenas era capaz de pensar, pero aún en ese estado, solo se le vinieron a la cabeza sus hijos. ¿Les había puesto a salvo a tiempo? Una corazonada le dijo que sí, pero... todo había pasado tan rápido. Cuando pudo volver en sí, fue gracias a la pierna biónica que no acabó de rodillas contra la arena. La derecha temblaba, incapaz de sostenerse, pero la izquierda era robusta, y no fallaba ante las debilidades de la carne. Ignoró por completo su propio estado físico, el ardor de su piel, la sangre de su boca, solo le importaba comprobar que sus hijos estaban bien.
Fue un segundo, un mísero segundo en el que pensó que todo se había acabado. En el que pensó que su vida ya no tenía sentido. Pero el miedo abandonó su mente cuando vio el interior de la cuna. Sus hijos no solo estaban vivos, es que encima parecían completamente ajenos al horror que Airgid acababa de sufrir. La miraban como si estuvieran pensando, "¿pero qué te pasa?", incapaces de comprender la expresión de puro terror que llevaba pintada en la cara. Soltó un suspiro cargado de tensión, se moría por abrazarles, pero decidió no tocar siquiera la cuna, puede que su cuerpo aún guardara cierta electricidad y no quería llegar a transmitirsela por error. Debería seguir concentrándose en hacerlos levitar, una decisión que les había acabado salvando la vida.
Tras el susto, llegó la tormenta de flechas. Airgid dirigió la mirada hacia la que parecía estar liderando todo aquel destacamento, una mujer grande y fuerte, no solo físicamente, sino que también emanaba esa aura de poder y de grandeza. Supo, al ver cómo se levantaba del suelo, que había sido el origen de aquel rayo que casi acababa con sus hijos. Y la imagen de Airgid fue para grabarla por un momento. Sus cabellos rubios y largos se elevaban ligeramente en el aire, producto de la electricidad estática que aún recorría su cuerpo; la expresión de su rostro cambió del horror a la cólera, con los ojos clavándose en aquella figura que había puesto en peligro a sus pequeños y los labios llenos de su propia sangre. Era una furia irracional, incluso ella misma lo sabía, lo más probable es que ni el Jarl fuera consciente de lo que acababa de pasar. Pero así actuaba la rabia la mayoría de las veces, cegando cualquier tipo de raciocinio, de entendimiento o de empatía.
No obstante, no tomó cartas en el asunto. Supo entender que no era el momento de hacerlo, y la acción contra la bestia se llevó toda su atención. Ragnheidr estaba bien, le vio, dolorido pero entero. No tardaría en volver al combate. Pero en aquel momento, los dos hombres a los que Airgid hirió sin quererlo, se levantaron del suelo, revelando un tamaño casi colosal. Portaban dos armas de su misma escala, y se movieron con la maestría de un guerrero debidamente entrenado, atacando al animal en una perfecta sincronía. La bestia... ¿por qué no se movía? ¿Por qué no reaccionaba? ¿Era puramente por los efectos del rayo, o había algo más? Fuera como fuese, todo el mundo entendió que era el momento perfecto para atacar.
Todos menos Ragnheidr. Era la primera vez que sentía la oleada del haki del conquistador de Ragn, no impactando contra ella, sino atravesándola, como si hubiera sabido distinguir que ella no era su objetivo.
Airgid miró a su alrededor, observando los efectos de aquel poder a su alrededor. No entendía los motivos de Ragnheidr ni su motivación para liberar aquella onda expansiva de haki del rey, pero no necesitaba saberlos, no en ese momento. Eran una pareja, y él era su bastión, igual que ella sería el de él, apoyándole y sumándose a él como si fueran un único corazón. La mujer salió corriendo hacia su dirección, ayudada por el implante de su pierna, y manteniendo a sus hijos a una distancia prudencial dentro de su rango de control del metal. Acercarles demasiado sería peligroso, igual que dejarles alejados a merced de dios sabe quién. El Jarl y sus hombres se habían presentado en la escena como aliados, pero puede que tras aquel choque, la situación diera una vuelta de tuerca. Ante la duda, sabía que era con Ragn con quién debía estar. Al llegar a su lado, no le pediría explicaciones, simplemente le miró con cierta preocupación, por su estado, por el de todos los demás.
Fue un segundo, un mísero segundo en el que pensó que todo se había acabado. En el que pensó que su vida ya no tenía sentido. Pero el miedo abandonó su mente cuando vio el interior de la cuna. Sus hijos no solo estaban vivos, es que encima parecían completamente ajenos al horror que Airgid acababa de sufrir. La miraban como si estuvieran pensando, "¿pero qué te pasa?", incapaces de comprender la expresión de puro terror que llevaba pintada en la cara. Soltó un suspiro cargado de tensión, se moría por abrazarles, pero decidió no tocar siquiera la cuna, puede que su cuerpo aún guardara cierta electricidad y no quería llegar a transmitirsela por error. Debería seguir concentrándose en hacerlos levitar, una decisión que les había acabado salvando la vida.
Tras el susto, llegó la tormenta de flechas. Airgid dirigió la mirada hacia la que parecía estar liderando todo aquel destacamento, una mujer grande y fuerte, no solo físicamente, sino que también emanaba esa aura de poder y de grandeza. Supo, al ver cómo se levantaba del suelo, que había sido el origen de aquel rayo que casi acababa con sus hijos. Y la imagen de Airgid fue para grabarla por un momento. Sus cabellos rubios y largos se elevaban ligeramente en el aire, producto de la electricidad estática que aún recorría su cuerpo; la expresión de su rostro cambió del horror a la cólera, con los ojos clavándose en aquella figura que había puesto en peligro a sus pequeños y los labios llenos de su propia sangre. Era una furia irracional, incluso ella misma lo sabía, lo más probable es que ni el Jarl fuera consciente de lo que acababa de pasar. Pero así actuaba la rabia la mayoría de las veces, cegando cualquier tipo de raciocinio, de entendimiento o de empatía.
No obstante, no tomó cartas en el asunto. Supo entender que no era el momento de hacerlo, y la acción contra la bestia se llevó toda su atención. Ragnheidr estaba bien, le vio, dolorido pero entero. No tardaría en volver al combate. Pero en aquel momento, los dos hombres a los que Airgid hirió sin quererlo, se levantaron del suelo, revelando un tamaño casi colosal. Portaban dos armas de su misma escala, y se movieron con la maestría de un guerrero debidamente entrenado, atacando al animal en una perfecta sincronía. La bestia... ¿por qué no se movía? ¿Por qué no reaccionaba? ¿Era puramente por los efectos del rayo, o había algo más? Fuera como fuese, todo el mundo entendió que era el momento perfecto para atacar.
Todos menos Ragnheidr. Era la primera vez que sentía la oleada del haki del conquistador de Ragn, no impactando contra ella, sino atravesándola, como si hubiera sabido distinguir que ella no era su objetivo.
Airgid miró a su alrededor, observando los efectos de aquel poder a su alrededor. No entendía los motivos de Ragnheidr ni su motivación para liberar aquella onda expansiva de haki del rey, pero no necesitaba saberlos, no en ese momento. Eran una pareja, y él era su bastión, igual que ella sería el de él, apoyándole y sumándose a él como si fueran un único corazón. La mujer salió corriendo hacia su dirección, ayudada por el implante de su pierna, y manteniendo a sus hijos a una distancia prudencial dentro de su rango de control del metal. Acercarles demasiado sería peligroso, igual que dejarles alejados a merced de dios sabe quién. El Jarl y sus hombres se habían presentado en la escena como aliados, pero puede que tras aquel choque, la situación diera una vuelta de tuerca. Ante la duda, sabía que era con Ragn con quién debía estar. Al llegar a su lado, no le pediría explicaciones, simplemente le miró con cierta preocupación, por su estado, por el de todos los demás.