
Octojin
El terror blanco
07-02-2025, 05:09 PM
(Última modificación: 07-02-2025, 05:26 PM por Octojin.)
El viento helado sigue soplando con fiereza, arrastrando la nieve como si intentara sepultar el campo de batalla bajo su manto blanco. Pero, por un instante, todo queda en un silencio inquietante. Uno de esos que sabéis que pronto desatará una tormenta.
Pero de momento el Haki del Conquistador de Ragn acaba de barrer el campo de batalla. Y lo peor es que lo ha hecho indiscriminadamente, tanto a los enemigos, como a los aliados.
Airgid, sufres un intenso mareo que te impide llegar hasta Ragn. Ese propio mareo que estás experimentando te hace desligarte de tu poder, cayendo las cunas improvisadas sobre la nieve. Pero no te preocupes, a tus niños no les ha pasado nada. Salvo que están completamente incoscientes debido al haki del rey de Ragn.
Muchos de los tiradores, encaramados en sus posiciones elevadas desde las cuales disfrutaban de un nivel ciertamente privilegiado para alguien que ataca a distancia, caen como muñecos sin vida desde los árboles, golpeando el suelo con un ruido sordo. Algunos logran mantenerse en pie, pero se tambalean, con el rostro pálido y los ojos desenfocados, luchando contra la presión abrumadora que se cierne sobre ellos. Los que quedan no son muy conscientes de qué ha pasado, para ser sinceros.
Los dos guerreros que habían irrumpido en la batalla con intenciones de atacar, se quedan completamente bloqueados en su posición, justo tras lanzar la ofensiva. Se miran y muestran un semblante con cierto terror.
El de las dos espadas abre los ojos de par en par, su mandíbula se aprieta con fuerza, pero no se mueve. El del hacha, con su enorme arma aún en alto, parece petrificado, incapaz de dar el siguiente paso. El miedo es visible en sus miradas. ¿Sabrán qué ha pasado?
Astrid también lo siente. La guerrera, que hasta ahora se había mantenido firme, experimenta por primera vez en años un escalofrío que no proviene del frío de la montaña. Su mano, que sujeta su lanza con firmeza, tiembla apenas un instante antes de que su orgullo la obligue a afianzarse nuevamente. Se levanta y te mira. Ingrid también se pone de pie, siendo ayudada por Astrid.
Ambas tienen una extraña mirada. No con miedo, sino más bien de puro desdén. Desde la lejanía, sus ojos te atraviesan como dagas, Ragn. Con los labios fruncidos y los brazos tensos. En su expresión no hay respeto, ni admiración. Solo desprecio. Creo que la has liado un poco, Ragn.
Y entonces, el Jarl da un paso al frente. Freydis, el Jarl de Skjoldheim, no muestra ni una pizca de miedo. Sus ojos son fríos como la tormenta que ruge a su alrededor, y su expresión es de absoluta desaprobación. No le ha temblado el pulso ante la fuerza de Ragn. Es más, acaba de centrar la mirada en el que se acaba de convertir en un nuevo enemigo para él.
—Os dije que os apartarais. No contentos con no hacer caso, os rebeláis ante nosotros. Esto es inaceptable.
El jarl, tras negar con la cabeza, levanta su hacha hacia el cielo. La empuña con una facilidad casi insultante, como si el arma no pesara lo más mínimo. La inclina ligeramente hacia un costado, y adopta una postura ofensiva. No se mueve aún. Es un aviso. Una advertencia de que, tras el gesto de Ragn, tenéis un nuevo enemigo. Y no uno cualquiera.
El aire entre ambos se vuelve pesado. La tensión es palpable.
Pero parece que la bestia no va a permitir que nadie reclame el protagonismo que se merece. Desde el lugar donde ha sido atacada, la bestia ruge con una ferocidad incontenible. Las flechas que la han perforado caen al suelo mientras sacude su colosal cuerpo, y su mirada cambia. Sus ojos ya no son de un azul helado. Ahora, arden en un rojo intenso.
Golpea el suelo con sus patas delanteras con una fiereza que jamás había desatado. La tierra bajo la nieve se resquebraja, y de repente, dos surcos profundos comienzan a abrirse con rapidez en dirección a todos los presentes.
Las grietas avanzan como una ola de destrucción, desplazando la nieve y creando un sendero de caos que se abre paso hasta sus objetivos, llegando a lanzar a los dos tipos grandes, tanto el del hacha como el de las dos espadas, que caen al suelo golpeándose con dureza.
Y antes de que nadie pueda reaccionar, la bestia carga con una agilidad que parece realmente imposible para su tamaño. Su silueta colosal se convierte en una sombra arrolladora que se abalanza con un furioso barrido de izquierda a derecha.
Las garras cortan el aire, desplazando una enorme cantidad de nieve con la brutalidad de una avalancha. Su ataque no es una ataque normal, aunque se dirija directamente hacia vosotros, la onda de choque afectará a los que se encuentran atrás.
La tormenta sigue rugiendo en los cielos, la nieve sigue cayendo sin cesar, y la montaña entera se convierte en el campo de una batalla titánica.
Los tiradores que siguen en pie intentan recomponerse, los guerreros paralizados por el miedo comienzan a recuperar la movilidad, y el Jarl no aparta su mirada de Ragn, ignorando por ese momento a la bestia, aunque aún no mueve ficha.
Pero en este instante, nada de eso importa para vosotros. Porque la bestia ha vuelto a la carga.
Y esta vez, no está dispuesta a caer.
Pero de momento el Haki del Conquistador de Ragn acaba de barrer el campo de batalla. Y lo peor es que lo ha hecho indiscriminadamente, tanto a los enemigos, como a los aliados.
Airgid, sufres un intenso mareo que te impide llegar hasta Ragn. Ese propio mareo que estás experimentando te hace desligarte de tu poder, cayendo las cunas improvisadas sobre la nieve. Pero no te preocupes, a tus niños no les ha pasado nada. Salvo que están completamente incoscientes debido al haki del rey de Ragn.
Muchos de los tiradores, encaramados en sus posiciones elevadas desde las cuales disfrutaban de un nivel ciertamente privilegiado para alguien que ataca a distancia, caen como muñecos sin vida desde los árboles, golpeando el suelo con un ruido sordo. Algunos logran mantenerse en pie, pero se tambalean, con el rostro pálido y los ojos desenfocados, luchando contra la presión abrumadora que se cierne sobre ellos. Los que quedan no son muy conscientes de qué ha pasado, para ser sinceros.
Los dos guerreros que habían irrumpido en la batalla con intenciones de atacar, se quedan completamente bloqueados en su posición, justo tras lanzar la ofensiva. Se miran y muestran un semblante con cierto terror.
El de las dos espadas abre los ojos de par en par, su mandíbula se aprieta con fuerza, pero no se mueve. El del hacha, con su enorme arma aún en alto, parece petrificado, incapaz de dar el siguiente paso. El miedo es visible en sus miradas. ¿Sabrán qué ha pasado?
Astrid también lo siente. La guerrera, que hasta ahora se había mantenido firme, experimenta por primera vez en años un escalofrío que no proviene del frío de la montaña. Su mano, que sujeta su lanza con firmeza, tiembla apenas un instante antes de que su orgullo la obligue a afianzarse nuevamente. Se levanta y te mira. Ingrid también se pone de pie, siendo ayudada por Astrid.
Ambas tienen una extraña mirada. No con miedo, sino más bien de puro desdén. Desde la lejanía, sus ojos te atraviesan como dagas, Ragn. Con los labios fruncidos y los brazos tensos. En su expresión no hay respeto, ni admiración. Solo desprecio. Creo que la has liado un poco, Ragn.
Y entonces, el Jarl da un paso al frente. Freydis, el Jarl de Skjoldheim, no muestra ni una pizca de miedo. Sus ojos son fríos como la tormenta que ruge a su alrededor, y su expresión es de absoluta desaprobación. No le ha temblado el pulso ante la fuerza de Ragn. Es más, acaba de centrar la mirada en el que se acaba de convertir en un nuevo enemigo para él.
—Os dije que os apartarais. No contentos con no hacer caso, os rebeláis ante nosotros. Esto es inaceptable.
El jarl, tras negar con la cabeza, levanta su hacha hacia el cielo. La empuña con una facilidad casi insultante, como si el arma no pesara lo más mínimo. La inclina ligeramente hacia un costado, y adopta una postura ofensiva. No se mueve aún. Es un aviso. Una advertencia de que, tras el gesto de Ragn, tenéis un nuevo enemigo. Y no uno cualquiera.
El aire entre ambos se vuelve pesado. La tensión es palpable.
Pero parece que la bestia no va a permitir que nadie reclame el protagonismo que se merece. Desde el lugar donde ha sido atacada, la bestia ruge con una ferocidad incontenible. Las flechas que la han perforado caen al suelo mientras sacude su colosal cuerpo, y su mirada cambia. Sus ojos ya no son de un azul helado. Ahora, arden en un rojo intenso.
Golpea el suelo con sus patas delanteras con una fiereza que jamás había desatado. La tierra bajo la nieve se resquebraja, y de repente, dos surcos profundos comienzan a abrirse con rapidez en dirección a todos los presentes.
Las grietas avanzan como una ola de destrucción, desplazando la nieve y creando un sendero de caos que se abre paso hasta sus objetivos, llegando a lanzar a los dos tipos grandes, tanto el del hacha como el de las dos espadas, que caen al suelo golpeándose con dureza.
Y antes de que nadie pueda reaccionar, la bestia carga con una agilidad que parece realmente imposible para su tamaño. Su silueta colosal se convierte en una sombra arrolladora que se abalanza con un furioso barrido de izquierda a derecha.
Las garras cortan el aire, desplazando una enorme cantidad de nieve con la brutalidad de una avalancha. Su ataque no es una ataque normal, aunque se dirija directamente hacia vosotros, la onda de choque afectará a los que se encuentran atrás.
La tormenta sigue rugiendo en los cielos, la nieve sigue cayendo sin cesar, y la montaña entera se convierte en el campo de una batalla titánica.
Los tiradores que siguen en pie intentan recomponerse, los guerreros paralizados por el miedo comienzan a recuperar la movilidad, y el Jarl no aparta su mirada de Ragn, ignorando por ese momento a la bestia, aunque aún no mueve ficha.
Pero en este instante, nada de eso importa para vosotros. Porque la bestia ha vuelto a la carga.
Y esta vez, no está dispuesta a caer.